MATEO
12, 38 – 42: Algunos de los fariseos y de
los maestros de la ley le dijeron: —Maestro, queremos ver alguna señal
milagrosa de parte tuya. Jesús les contestó: —¡Esta generación malvada y
adúltera pide una señal milagrosa! Pero no se le dará más señal que la del
profeta Jonás. Porque así como tres días y tres noches estuvo Jonás en el
vientre de un gran pez, también tres días y tres noches estará el Hijo del
hombre en las entrañas de la tierra. Los habitantes de Nínive se levantarán en
el juicio contra esta generación y la condenarán; porque ellos se arrepintieron
al escuchar la predicación de Jonás, y aquí tienen ustedes a uno más grande que
Jonás. La reina del Sur se levantará en el día del juicio y condenará a esta
generación; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la
sabiduría de Salomón, y aquí tienen ustedes a uno más grande que Salomón.
La obra de Jonás, que viene a ser algo así como una narración didáctica,
nos habla de dos cosas: a) no juzgar las apariencias, y b) que la misericordia
de Dios llega a todos, incluso a los que eran enemigos del pueblo judío. A la
luz de los hechos nosotros podemos ubicar el momento de esos tres días desde
diferentes acontecimientos, todos para salvación, todos situaciones de vida;
tengo la impresión de que aquí el evangelista pinta una escena de castigo muy
diferente a la intención del escritor del libro de Jonás. Quizás Mateo parezca
más a alguno de aquellos primeros profetas que proclamaban castigo a un pueblo
que daba la espalda a Dios.
El pasaje es recurrente porque todavía hoy hay quienes se sirven de esta
fórmula para hablar en nombre de Dios, separando a justos y a injustos y
utilizando una forma de medir desfasada y alejada de lo que conocemos de Dios.
Jesús dirá que Él no vino para condenar el mundo sino para salvarlo, entonces
es de rigor casi académico que si alguna cosa hay que hacer sea la de acompañar
al ser humano aún en sus peores momentos.
El castigo divino, la retribución, la paga… son caracteres de sectas, de
instituciones integristas, de fundamentalismos. En mucho son todo lo contrario
a la predicación de Cristo, pero (y me sorprende) cada vez tienen más miembros,
más fieles, más personas puestas a disposición del juicio de otro que dice
tener poder, potestad, ministerio. La verdad es que se lo montan muy bien,
algunos incluso tienen un discurso más que convincente, pero si rasgamos un
poquito ya empezaremos a ver que allí hay algo raro. Porque si lo fundamental
de Cristo es dar libertad al ser humano, en estos lugares de libertad nada, y
si de los actos de Jesús leemos cómo integraba a los enfermos, pecadores,
leprosos, prostitutas… a la sociedad, para estas sectas hay distinción entre
justo y culpable.
Esto es muy personal: en los evangelios hay veces que no vemos a Cristo, sino
la pluma (o la voz en aquel tiempo) de un autor. Hay que leer entre líneas, hay
que usar la razón, y hay que ver lo que diferencia al autor humano del autor
divino, porque aunque escribieron de Cristo, no todo es de Él. Sabemos que hay
una única fuente, entonces leer los evangelios también será una búsqueda. Hay
que tener capacidad para llevar la letra al corazón, para meditarla y
comprenderla, sino estamos totalmente expuestos a lo que pasa.
Con calma, sin prisa, con tiempo, y con el corazón lean, continúen con lo
que ayuda a la vida y dejen lo que termina en contiendas.
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