MATEO
13, 1 – 9: Ese mismo día salió Jesús de la casa y se sentó
junto al lago. Era tal la multitud que se reunió para verlo que él tuvo que
subir a una barca donde se sentó mientras toda la gente estaba de pie en la
orilla. Y les dijo en parábolas muchas cosas como éstas: Un sembrador salió a
sembrar. Mientras iba esparciendo la semilla, una parte cayó junto al camino, y
llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso,
sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda;
pero cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se
secaron. Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la
ahogaron. Pero las otras semillas cayeron en buen terreno, en el que se dio una
cosecha que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se había
sembrado. El que tenga oídos, que oiga.»
Todos nosotros deberíamos tener mucho cuidado con las semillas que caen en
el terreno pedregoso, o mucho cariño, mucha paciencia y mucha delicadeza por el
riesgo que tienen estas personas en las que la vida cala de una forma tan
efímera que corren el riesgo de sucumbir ante cualquier clase de pasiones. Así
pasa, por ejemplo, con quienes han dejado las drogas, que parecen tener un
subidon de ganas de vivir cuando inician el tratamiento, o cuando lo acaban,
pero que sin apoyo, sin amor, sin motivación… vuelven otra vez al terreno
drogadictil. Como éste ejemplo, muchos más.
Claro, esto representa pedirle a la sociedad una implicación mayor en
muchos aspectos. También implica un nivel diferente de tolerancia, que nada
tiene que ver con la permisividad, sino con la idea de que no somos perfectos.
También aprender a convivir con el dolor ajeno, porque todos somos igualmente
frágiles. Es por tanto un redescubrimiento de la necesidad humana y de la
vocación de amar al otro la que nos lleva al terreno pedregoso con mucho
cuidado para trasplantar aquellas semillas en la buena tierra.
Que no se pierda nadie, es una gran premisa. Pero es posible, y como tal
hay que perseguir el éxito del ser humano, que no pasa por mejorar el sueldo,
ni por ascender, ni por tener coche de empresa, sino que vive del sentirse
amado. Habrá que escuchar, habrá que abrazar, habrá que sonreír y también
tendremos que equivocarnos. Pero debemos tener presente que en un momento u
otro de nuestra vida estamos plantados, también, en ese terreno pedregoso.
Cuántas situaciones hemos tenido en las que si no hubiera sido por el padre, o
por la hermana, o por una amiga, o por… nos habríamos secado.
Además, el hecho de acompañar en el tránsito de terrenos nos recuerda que
Dios y el ser humano viven ayudándose, sirviéndose, poniéndose en contacto,
asociándose… No dejen secar a nadie, si ven
a alguien marchito vayan y consuelen. Permitan que todo el mundo pueda
echar sus raíces y, por supuesto, puedan dar su fruto.
A nosotros nos han educado marcándonos un terreno determinado: si estudias
vales, si no estudias no vales. Si ganas dinero triunfas, si no lo ganas te
ahogas. Si haces, si tienes, si consigues, si inviertes, si te hipotecas… Todos
son terrenos en pedregales. Normalmente nos inclinamos más a las rocas que a la
buena tierra, por eso se secan tantas plantas. Que cada cual sea lo que tiene
que ser, y que lo sea con felicidad, porque nadie sabe qué fruto darán los
hijos.
Dejen las rocas y desciendan a la tierra fértil.
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