Mateo 11, 20 - 24: En aquel tiempo,
se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus
milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti,
Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras,
hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que
el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú,
Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Porque si en Sodoma
se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que
el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti.»
Hoy, quizás, no tenemos un argumento tan radicalizado respecto a la
religión. Bien es cierto que existen lugares en los que se vive con fervor el
sentimiento creyente y que hay otros lugares, en cambio, que se vive dentro de
un ámbito más secular. Mayoritariamente convivimos los unos con los otros
aunque en ambos sectores hay redicalidades que quieren obligar a las personas a
elegir un bando u otro. No se trata de llevar a nadie a nuestro terreno, no
debe ser obligando, coaccionando o sometiendo que uno tenga que creer o no
creer. La obra es mayor: hay que educar, porque por encima de los milagros, de
las grandes manifestaciones, de los lugares de culto o de las mejores homilias
existe la persona humana. ¿Alguien quiere rescatar al ser humano? Edúquenlo.
Ya no vivimos bajo la tiranía del castigo o bajo el imperio del miedo por
el pecado, son resquicios de épocas pasadas en las que tratamos de controlar a
las personas a base de temor, de infierno… Doy gracias a Dios que la mayoría de
nosotros hemos tenido acceso a la educación y que, de un modo u otro, ello nos
ha permitido usa la razón, la lógica, la intuición… repercutiendo todo ello en
nuestra dimensión espiritual. No obstante, quedan muchos lugares del mundo en
que la educación parece una quimera y en los que todavía se vive bajo el
paradigma del Dios castigador y del ser humano pecador, que vive sometido a la
maldad del mundo.
Qué enemigos más poderosos la superstición, la ignorancia, la sumisión… Qué
lástima que tengamos segmentos de la Iglesia que promuevan este tipo de vida.
Qué pena que no se promueva la libertad de las personas, su unicidad, su originalidad.
Hoy llevaría la pregunta que se hizo famosa hace años, por el Vaticano II, “Iglesia,
¿qué dices de ti misma?”
Aunque somos una realidad presente y futura, con vistas a la actualidad y a
la esperanza escatológica, no podemos olvidar que el verdadero juicio que se
propone en la Tierra es para libertar al ser humano. Por tanto, que no haya más
juicios de castigo sino que haya propuestas de paz, que no haya más sentencia
carcelaria sino caminos de libertad, que no existan más prisiones, ni
infiernos, sino la promoción de la vida.
Cristo nos hizo pescadores, pero no para maniatar en la red a las personas
sino para acercarlas a la orilla, darles de comer, liberarlas y dejar que,
después, ellas mismas elijan qué tipo de vida quieren. Que se quedan con
nosotros… fantástico. Que deciden no hacerlo… ¿quiénes somos para obligarlos?
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