Mateo 9, 9 - 13: En aquel tiempo,
vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los
impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él
se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos
publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus
discípulos. Los fariseos,
al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con
publicanos y pecadores?» Jesús
lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.
Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no
sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores.»
Hoy se sientan, o
nos sentamos, en el mostrador personas de diversa índole. Lo que antes podían
ser publicanos como Leví ahora lo pueden ser todas aquellas personas que han
contraído deuda, sea con bancos, sea con hacienda, sea con la Seguridad social,
o con la luz... El poder siempre señala y lo hace porque tiene esta especial
posición que nosotros mismos les hemos dado. Siempre señalan, siempre acusan,
nos dejan sin casa, sin energía y además de llevarnos a los juzgados nos dejan
una estela de deuda acumulada que termina aogándonos. Sin duda que Jesús, hoy,
comería con todos nosotros, señalados por estas instancias al servicio de otros
dioses, que dan culto al dinero y que siguen haciendo sacrificios humanos.
Me preocupa la
indefensión que siente la ciudadanía ante los sacrificios que les solicitan las
sentencias, los apremios, los intereses de demora y la preocupación de verse
fuera de sus viviendas, por ejemplo. Estrés, nervios, noches en vela,
discusiones... nos dirigen hacia una convivencia difícil, nos conducen hacia la
pérdida de la razón, nos agotan con trámites y además quieren meternos el miedo
en el cuerpo, porque parece que fuera de ellos no hay nada más.
Claro, qué ocurre
si no puedo pagar la luz, me quedo a oscuras, se me estropean los alimentos...
O si no puedo pagar la hipoteca, me dejan en la calle con lo puesto, echado
fuera por agentes judiciales o por la policía... O si contraigo una deuda, me
imposibilitan el crédito... Nos señalan, nos abandonan, nos asfixian.
Que Jesús se siente
con nosotros me deja una doble estampa. Una de esperanza, porque siempre
podemos contar con Él, que nunca nos deja, que permanece a nuestro lado. Otra
de desconsuelo, porque mientras la corrupción se aviva asistimos como invitados
de piedra al dominio de las elites, a la destrucción de empleo, a los recortes
educativos o de sanidad... ¿Y quién se sienta con nosotros a comer?
Gracias a Dios que
hoy encontramos a muchos profesionales entregados a causas humanas, que buscan
y desean el bien para la persona, que tratan de reactivarla a la vida, que
quieren recuperarla. Es una mesa muy grande, sin duda, por ello necesitamos más
y más amigos y amigas que también quieran comer con nosotros, para que los que
señalan, al final, sólo puedan dirigirse el dedo a ellos mismos.
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