JUAN
15, 1 – 5: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el
labrador. Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da
fruto la poda para que dé más fruto
todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado. Permanezcan
en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por
sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden
dar fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que
permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden
ustedes hacer nada.
Cogemos este pedazo del pasaje de hoy. Es un relato que los creyentes
tenemos ya integrado en el corazón, Jesús es la única fuente, el Señor, la vid,
el camino, la vida… Pero, ¿cómo transmitir al no creyente esta relación que
existe entre nosotros y Cristo en unión? Todos hemos escuchado todo tipo de
interpretaciones al respecto, pero en nosotros vive la posibilidad de
transmitir el gozo de permanecer en Cristo. Algunos objetarán que para estar
con el Señor hay que renunciar a muchas cosas, y con más que palabras podemos
ofrecer nuestra vida a modo de réplica. ¿Es qué no hay personas no creyentes
que den fruto? Sí, pero nosotros creemos que, sea creyente o no, todo acto,
todo impulso, toda acción y todo fruto proviene de Cristo. Dicen que los
creyentes tenemos ese plus que nos permite acudir a Él cuando hay necesidad, o
cuando hay enfermedad, o cuando lo pasamos mal, o cuando estamos bien.
Cuidado, porque tantos argumentos existen a favor de unos como de los
otros, con lo cual en el mundo debe existir siempre una disposición de diálogo
y experiencia mutua para no provocar rupturas, separaciones, obstáculos,
diferencias, o peleas. ¿Qué quiero decir? Que nosotros no tenemos que discutir
y discutir como se hacía en la escolástica, ni tampoco debemos buscar vencer a
nadie porque ante el mal estamos todos vencidos. Más bien escuchemos,
recibamos, caminemos… Nosotros creemos en un único origen, que es Dios,
Omnipotente, todo acto y que siempre es (entre otras). Un científico, un
evolucionista, un bioquímico, un historiador o un creyente no creemos en cosas
tan dispares, todos buscamos ese origen, aunque con diferente nombre.
Uno puede llamar a su origen Dios, átomo, molécula, Big-Bang… Los que
decimos Dios, tenemos ya alcanzado ese primer y último referente que está más
allá de todo, y que nos acerca a la creación, que es por amor, desde cualquier
teoría, sea en células, sea con una gran explosión… Los que llaman otra cosa,
siguen buscando, y cuando parece que lo han hallado todavía aparece otro
misterio más, y con ese misterio más vacío, más dudas, más preguntas. Pienso
que no está bien hacer una Teodicea de todo, en ese sentido nos queda mucho que
aprender. Tampoco tenemos que estar cuestionándolo todo, como un agnosticismo.
Nosotros les transmitimos el Credo, ustedes nos enseñan la fusión de
partículas; nosotros les acercamos la oración, ustedes la física cuántica;
nosotros la eucaristía, ustedes la materia… Es como dar mucho fruto
permaneciendo en la vid, sólo que unos lo llamamos Cristo y otros todavía no
saben llamarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario