MATEO
20, 25 – 28: Jesús los llamó y les dijo:
—Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones oprimen a los súbditos, y
los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así.
Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su
servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así
como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar
su vida en rescate por muchos.
Espero que algún día podamos ver alguna campaña, sea presidencial,
autonómica, municipal… o para presidente de la escalera que se olvide de todos
los egos de quienes conforman el núcleo duro de la propuesta, para lanzar un
mensaje de servicio, de donación, de preocupación por los demás. No hay
gobierno, ni uno, que lleve el compromiso con las personas por encima de otros
intereses, ni los de derechas, ni los de izquierdas, ni los anti sistema, ni
los comunistas, ni las políticas sociales, ni las económicas, ni las
energéticas… Y toda flor que llega a la presidencia se marchita, o vende la
tierra que la sustenta. Pueden llamarlo democracia si les gusta, pero de todas
que es la salvaguarda de la política. ¿Derecho a voto?¿a quién?¿para qué?
Los hay que dicen que quieren acabar con la silla para familiares, amigos…
uno a la derecha y otro a la izquierda, pero cuando consiguen el escalón
definitivo es lo primero que hacen, aquí el marido, allá la prima. Hay muchas
madres de Zebedeo, muchas ganas de encontrar el mejor asiento, y poca intención
de servir, ni mucho menos en rescate de todos (quizás sí de algunos).
Está claro que todo lo que tenemos tiene un señor. La moda, la economía, el
consumo, la religión, la política, la guerra e incluso la pobreza. Pueden mirar
en las etiquetas, pueden escuchar el mensaje, pueden leer los contratos, o
pueden luchar con sus balas. Nuestro tiempo está lleno de idolatría, y aun
cuando las cosas no nos son propicias, nos ajustamos al corralito; sí, podemos
buscar culpables, llevar a algunos a La Haya, retener sus bienes, embargar sus
sueldos, paralizar sus actos y todo sigue igual. Como muchos cauces que llevan
a un río imparable, que a veces nos sume en la arrolladora cascada, que nos
oprime, pero que continúa. Y por más sociólogos, teólogos, psicólogos, o
pedagogos, no hay terreno salvaje y todo parece domado.
Pero cada día veo movimiento, trabajo, obras, personas y personas que
cubren el servicio del evangelio, que sirven y sirven, que aman y cooperan, que
son felices, indomables, salvajes, libres. Como Jesús, que no vino a ser
servido sino a servir y a dar su vida. Esa es la declaración de libertad del
hombre, el principio de libertad si quieren llamarlo, y a él debemos acudir hoy
no sólo en el corazón, sino también a cualquier escala. Vivimos tiempos
extraños, con apariencia de libertad, de crecimiento, de felicidad. Pero todo
se rinde a su señor. Hay que despertar, sin duda, y de prisa, para que no
dejemos este mundo hostil ni a nuestras hijas, ni a nuestros hijos.
Hay que invertirlo todo, y que no se enseñoreen, sino que sirvan.
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