MATEO
19, 27 – 29: —¡Mira, nosotros lo hemos
dejado todo por seguirte! —le reclamó Pedro—. ¿Y qué ganamos con eso? —Les
aseguro —respondió Jesús—que en la renovación de todas las cosas, cuando el
Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han seguido se
sentarán también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de Israel. Y
todo el que por mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre,
hijos o terrenos, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.
Lo cierto es que la reclamación de Pedro es algo tan normal en el ser
humano, como lo es también buscar que sus obras le sean reconocidas. De ese
modo, vemos normalmente cómo las personas se reúnen en grupos y cómo en estos
algunos quieren destacar, otros buscan ser reconocidos y otros, por ejemplo,
son aduladores. Así también ocurre en la experiencia sexual, y así también en
la erótica del poder. ¿Es malo buscar reconocimiento?¿Es malo abrumar a alguien
con todo tipo de halagos?¿Lo es destacar? De nuestro sí o de nuestro no
dependerá la manera en cómo afrontamos nuestra vida diaria, nuestras metas,
nuestras amistades… Yo no diré ni sí, ni no, porque me es más importante
respetar la opción de cada cual.
Personalmente, pero, no continuaré con la opción que no elijo, porque en mi
entendimiento no es la mejor manera de plantearse la vida, y no me gusta. Con
todo, siempre es mejor hacerse a un lado, que tratar de imponer lo que uno
piensa o lo que uno vive; de ninguna manera podemos decir a unos: lo hacéis
mal, y a otros: qué bien! Porque de un modo u otro, la existencia no es
perfecta (gracias a Dios). Sí tú piensas en A, vive como el que ha elegido A, y
si por el contrario es B, respeta a quienes viven en A.
Considero que el mejor reconocimiento es el que no se recibe, el que vive
en la cara B de las cosas, aquel que empuja, que trabaja, que ama, y que se
desgarra incluso en la sombra, yéndose luego a casa para descansar, y sin que
nadie vaya detrás cantándole alabanzas. El mayor reconocimiento que viene de
parte de Dios es la vida, y la vida eterna; el mayor reconocimiento que los
seres humanos podemos darle a Dios es la gratitud con la que vivamos
intensamente esa vida, incluso el amor que demos, el trabajo que hagamos, la
compañía que cubramos, el alimento que acerquemos…
Aunque es un tema controvertido el ponernos en un lado u otro, hoy el
evangelista nos muestra una faceta que vive en nosotros, y que como tal actúa
de división entre los reconocibles y los que no se ven. Si habláramos de fútbol
podríamos decir: ¿Es más importante Xavi, o Mascherano? ¿Es mayor lo que vemos,
o lo que no vemos?
Viva el anonimato, Viva toda mujer y todo hombre que desde un alias, o
desde el silencio, o que por su localidad han sabido dar la vida sin trascender
al honor y al escenario. Gracias por preferir entregarse sin un diploma, a
hacer algo en un lugar visible. Pero gracias también a los que han sido
reconocidos, abrumados, fotografiados, novelados… porque si sus obras fueron
obras de amor, que se ilumine el teatro, que toque la orquestra, que suenen las
trompetas, que triunfe la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario