MATEO
11, 20 – 24: Entonces comenzó Jesús a denunciar a las ciudades en que
había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían arrepentido. «¡Ay
de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Si se hubieran hecho en Tiro y en Sidón
los milagros que se hicieron en medio de ustedes, ya hace tiempo que se habrían
arrepentido con muchos lamentos. Pero les digo que en el día del juicio será
más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Capernaúm,
¿acaso serás levantada hasta el cielo? No, sino que descenderás hasta el
abismo. Si los milagros que se hicieron en ti se hubieran hecho en Sodoma, ésta
habría permanecido hasta el día de hoy. Pero te digo que en el día del juicio será
más tolerable el castigo para Sodoma que para ti.»
El evangelista utiliza los ejemplos de Sodoma o Tiro para ilustrar lo que
les ocurrirá a estas otras que a pesar de haber visto los milagros de Cristo,
no se han convertido. Nosotros, también usamos multitud de ejemplos
comparativos para referirnos a esto, o aquello: mira a tu primo José, que buen
estudiante; si no eres responsable acabarás como tu hermano, que ha
desperdiciado su vida…; ejemplos que van desde lo más cercano a nuestra
conducta social, los clichés y los ejemplos de toda la vida: el borracho del
pueblo, la soltera, el estirado… Comparar, es la forma más fácil de hacer ver
lo que nos espera, quedarnos peor que aquellas ciudades sin luz.
El texto de Mateo, y el juicio que entendemos, es radicalmente humano.
¿Alguien sabe cómo es la justicia o el juicio de Dios? ¿Será como nuestra
justicia?... en absoluto, por tanto deberemos traspasar nuestra imaginación
para dejar a un lado las estatuas de sal y el fuego que se arroja para tratar
de ver el pasaje desde otra perspectiva, pues en ninguna manera podemos llegar
a intuir ese juicio – misericordia de Dios.
El evangelista nos enmarca la necesidad de conversión, si no nos
convertimos tendremos un futuro más que negro. Es un ejemplo como los nuestros:
si haces esto, o si no haces aquello… El paso de los siglos no ha quitado un
ápice de nuestra capacidad asociativa con la que deseamos convencer al otro. El
texto hay que leerlo desde la intención de Mateo, como nuestros ejemplos desde
la intención del padre, de la madre, de la tía, o del abuelo… Pero mientras
nosotros seguimos erre que erre, seguimos ignorantes en lo tocante al Padre.
Nuestras intenciones no persiguen las intenciones de Dios, suponiendo que
las tenga. Ni nuestro juicio, ni nuestra misericordia, ni nuestros consejos, ni
lo que creemos mejor para el otro, ni la educación o el trabajo, el casarse o
seguir soltero, o el ser o no cristiano… son motivos para que Dios vaya a
mandar azufre y desolación, pues son nuestros deseos.
Dejen que cada cual viva como quiera vivir, crea en lo que quiera creer,
dejen que cada cual sea él/ella mismo. No quieran imponer, machacar, sacudir,
sugerir, maniatar o sujetar y permitan que haya un encuentro genuino con la
persona y con su ser espiritual. No asusten a nadie diciéndole que en el juicio
será castigado, o que irá al infierno… porque no será así.
No podemos pensar como Dios, no podemos juzgar como Dios, no podemos
convertir como Dios. Dejen a Dios ser Dios, y si algo hagan ustedes sea amar, ayudar, comprender, escuchar, dialogar, aceptar... viva, y dejen vivir
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