LUCAS
6, 6 – 11: Otro sábado entró en la sinagoga y comenzó a
enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada; así que los
maestros de la ley y los fariseos, buscando un motivo para acusar a Jesús, no
le quitaban la vista de encima para ver si sanaría en sábado. Pero Jesús, que
sabía lo que estaban pensando, le dijo al hombre de la mano paralizada:
—Levántate y ponte frente a todos. Así que el hombre se puso de pie. Entonces
Jesús dijo a los otros: —Voy a hacerles una pregunta: ¿Qué está permitido hacer
en sábado: hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla? Jesús se quedó
mirando a todos los que lo rodeaban, y le dijo al hombre: —Extiende la mano.
Así lo hizo, y la mano le quedó restablecida. Pero ellos se enfurecieron y
comenzaron a discutir qué podrían hacer contra Jesús.
El sábado representa en este pasaje un momento determinado de cumplimiento
en la vida del judío piadoso. Un momento que no puede romperse, que debe
cumplirse, que hay que acatar incluso más allá de la posibilidad de hacer bien
en ese instante. Este sábado sujeta al ser humano, lo paraliza, lo retiene…
pero la vida no puede guardarse, el tiempo no puede atascarse y sea el día que
sea ocurren cosas: buenas o malas. Sábado puede ser cualquier situación en la
que no se quiere la acción del ser humano: Hungría es a día de hoy un sábado; el
bloqueo de EEUU sobre Cuba, por ejemplo, también ha sido otro sábado; la huella
del narcotráfico en cualquier rincón del planeta es, nuevamente, un sábado; la
guerra en Ucrania, viendo la mano paralizada de la Unión Europea… En todos
estos ejemplos se pone, además, en entredicho la posibilidad de hacer el bien.
¿Qué está permitido hacer en sábado? No me atrevería a contestar
rápidamente. De momento quizás tendríamos que preguntar: ¿A quién le está
permitido hacer algo en sábado? Sí, sabemos que en sábado se permite iniciar
conflictos si hay petróleo por el medio; si hay gas, también podemos pisar el
sábado; lo pueden hacer China, EEUU, Rusia, Alemania o Inglaterra; en sábado se
permite bombardear si eres de un grupo islámico, o si estás entre Israel y
Palestina; los sábados llegan las drogas, las armas, la prostitución infantil y
los abusos; también las grandes empresas pueden seguir explotando en sábado…
Diríamos que el sábado abarca muchas cosas, pero lo que no pueden, lo que no
deben y lo que no se permite hacer en sábado es el bien. Claro, recuerden,
también está permitido acusarles.
El evangelista nos insta a ser como Jesús, porque lo verdaderamente
valiente en este momento es hacer el bien: hacerlo y rehacerlo, sin cesar. Se
imaginan que harían en África si diéramos movimiento a su mano paralizada? O qué
ocurriría restableciendo el comercio justo, la banca solidaria y las energías
alternativas? O y si restableciéramos al ser humano, devolviéndole identidad,
dignidad y libertad?
Recuerden al doctor Galán en Colombia, a Martin Luther en EEUU, a Ghandi, a
Casaldaliga en Brasil, por ejemplo. A todos les llegó la acusación por hacer
bien en sábado, por molestar al poder en sábado, por restablecer al ser humano
en sábado. El camino es ese, molestar, incordiar, pelear y ganar a quienes nos
establecieron el sábado para que no hiciéramos nada. Todos tenemos la
experiencia de encontrarnos con todo cerrado, sin un alma en la calle, con las
persianas bajadas, sin actividad… No se dejen llevar por esa pauta, sería como
detener el corazón y si dejara de palpitar moriríamos, aunque quizás ya hemos
muerto un poco.
El fin del evangelio tiene que ver, un poco, con esto de restablecer al ser
humano, con Dios. Y para reconciliarlo hay que enfrentarse al sábado, sea que
me absuelvan o que me acusen no tengo temor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario