LUCAS
9, 43 – 45: Y todos se quedaron asombrados de la grandeza de
Dios. En medio de tanta admiración por todo lo que hacía, Jesús dijo a sus
discípulos: —Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del
hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Pero ellos no entendían lo
que quería decir con esto. Les estaba encubierto para que no lo comprendieran,
y no se atrevían a preguntárselo.
Pregunten, hagan el favor de preguntarlo todo, más aún aquellas cosas que
no entienden, o las que son difíciles y complicadas, que no les quede ninguna
duda por preguntar porque lo que tenemos por delante, y toda la vida, va a ser
un mar de dudas, de preguntas, de interrogantes… que no están colocados para
que nadie se pierda sino para que cada uno encuentre su significado y se lo
añada a su peregrinación vital. En el tiempo de redacción de los evangelios,
estas dudas que emergen entre los discípulos y que quedan como en el aire
responde a que los que fueron testigos del acontecimiento Jesús de Nazaret ya
habían fallecido y al no haber testigos directos empezaron a surgir preguntas
en la comunidad creyente, dudas que responderán con la redacción de los
evangelios.
Los evangelios tienen ya muchos siglos a sus espaldas, y a pesar de que los
utilizamos como la fuente principal no debemos obviar que el paso del tiempo va
desgastando las respuestas que se nos proponen. Claro, a pesar de que la fe no
caduque, está claro que nuestra fe evoluciona, crece, se amplifica o disminuye
si según lo que encontramos tiene o no tiene cabida en nuestro corazón. Nosotros
seguimos siendo parte del discipulado, una generación determinada de creyentes
que han dado respuesta a muchos interrogantes y a pesar de que hemos tenido a
grandísimos tutores como Karl Rahner, Shillebeckx… no debemos sólo quedarnos
con las afirmaciones del profesorado.
Cada uno de ustedes afronta cada día una serie de situaciones que a veces
demandan destreza, otras compasión, otras determinación, otras reflexión… y si
las solventan adecuadamente las dan como superadas. ¿Qué ocurre con las que no?
Miren el caso de una relación personal, de pareja, que cuando en una discusión
nadie sabe el motivo por el que comenzó se produce un gran dolor entre ellos. A
veces, incomprensiblemente, nos hallamos en medio de una batalla, de una
discusión, de una problemática, o de una situación amable, favorable, o
amigable que nos sorprende, nos interroga y provoca en nosotros un momento de
duda. Eso dolor, en algún caso, o esa duda, en otro, además provoca un daño
físico y emocional que no podemos llegar a comprender y en muchos casos se
calla, viene el silencio, o se pone distancia.
Pregunten, interroguen, sacúdanse las dudas. Este es el mensaje que diría a
los más pequeños, para que crezcan con curiosidad, aunque también se lo podemos
decir a los más mayores, para apaciguar su corazón. ¿Cuántas cosas hay sin
responder en tu vida? Vive un dolor silencioso que proviene de la falta de
comprensión, de la complejidad de las relaciones, de la dificultad para
asimilar la realidad y debemos tener cuidado con él porque crece en nosotros
hasta quitarnos la paz.
Pregúntenlo todo, amados y amadas, si me quieres, si me lo puedes volver a
explicar… todo.
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