MATEO
9, 9 – 13: Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado
Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. «Sígueme», le dijo. Mateo
se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, muchos
recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y comieron con él y sus
discípulos. Cuando los fariseos vieron esto, les preguntaron a sus discípulos:
—¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores? Al oír
esto, Jesús les contestó: —No son los sanos los que necesitan médico sino los
enfermos. Pero vayan y aprendan lo que significa: “Lo que pido de ustedes es
misericordia y no sacrificios.” Porque no he venido a llamar a justos sino a
pecadores.
Hoy podemos ver muy visibles los hechos que acompañan al Papa Francisco
como modelos, muy coherentes, para llevar este pasaje a las instituciones,
gobiernos, economías y poderes con los que habla, comparte y come. Este
conglomerado de poderío bien podrían ser Mateo, primero por su función: hoy
podríamos asemejar a los publicanos perfectamente con los bancos, las
eléctricas, las petroleras…; segundo porque como entonces, siguen estando mal
vistos por la sociedad de su tiempo, que los mira con recelo (siguen sin caer
bien); y tercero porque al igual que a Leví, Jesús también llama a todos estos
gobernantes, presidentes, directivos… a la conversión.
En segunda instancia, ese mensaje que es llevado, esa salvación que se les
acerca, debería tener un fruto inmediato: la misericordia. Porque toda esta
cúpula no necesita de un médico: no sufren ahogo económico, tienen a su
disposición la mejor medicina, el recibo de la energías no les supone un
problema, siempre tienen comida (y si no van al restaurant), acceden a una
buena educación… y hasta se pueden procurar el mejor oxígeno, el mejor tono de
piel, el mejor cuidado de cabello y todo tipo de ventajas bancarias y fiscales
(porque para sufrir ya están los demás). Por tanto, la potencia del mensaje del
evangelio de hoy se dirige hacia la sensibilización hacia los pobres, que hoy
en día son todo el resto de personas que no se incluyen entre la población
rica.
Pero ocurre todo lo contrario, que aquellos que también necesitan de un
médico están ayudando o trabajando para otros cuya situación es peor. Hoy en
día estamos en un tiempo de “viudas pobres” que dan hasta lo que tienen para su
sustento, hasta lo que tienen para comer, pues toda la población está
sufriendo, de un modo u otro, las malas praxis de la economía, de la especulación…
Primero nos dicen: vamos a rescatar a los bancos; después nos dicen. Subamos los
impuestos; luego aseguran: ha bajado el número de parados y finalmente
prometen: estamos en plena recuperación. Mientras tanto, el mundo sigue
funcionando gracias a estas “viudas pobres”, que ya sea en comedores sociales,
en fundaciones privadas, o a voto personal se han solidarizado con el mundo y
con los seres humanos.
Volviendo al principio, está muy bien que el señor Francisco se acerque a
los poderosos, que haga señales, pero lo que de verdad necesitamos es que
además de los signos, toda la Iglesia en su conjunto procure esa misericordia
de aquellos que no necesitan médico. Y si la Iglesia, como institución, no
quiere, no queda más remedio que lo hagamos cada uno de nosotros, como grupo,
organizándonos, levantándonos, reclamando, solicitando y si llega el caso
luchando para restituir la medicina a los necesitados.
Ardo de vergüenza cuando veo a los bancos, rescatados con nuestro dinero,
ahora presionando a las familias, o a Catalunya, o cobrando la doble comisión…
Con estos, las palabras ya han caducado. ¿Salvación?¿misericordia?¿médicos?
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