LUCAS
17, 26 - 33: «Como sucedió en los días de
Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban
mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los
hizo perecer a todos. Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían,
bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que salió Lot de
Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Lo
mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste. «Aquel Día, el
que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de
igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer
de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la
conservará.
Es increíble cómo en esta vida, y en el mismo día, podemos reír y llorar amargamente.
El mundo es un multi-escenario por el que acontecen episodios de lo más
dispares y que, en muchas ocasiones, nos ofrece dos representaciones: una de
mañana y otra de tarde/noche. Ayer mismo se abrió el día con la noticia de la
muerte de un sacerdote chino, presumiblemente a manos del mismo gobierno
(supongo que sabrán como están las cosas en China referente a la persecución y
a la clandestinidad del cristianismo) y al atardecer, cerca de Barcelona, pude
ir a ver las primeras horas de una nueva vida que llega al mundo y a sus
felices, y muy enteros, padres. Es como si de alguna manera el acontecer de lo
divino hiciera balancear el cosmos para templar una muerte con una vida.
En este caso, además, me da en el hocico que este naciente va a tener un
papel importante y que, de algún modo, continuará con la labor de esta vida que
se ha perdido, porque ha nacido con un carácter tranquilo, conciliador y
generoso que casi podría decir que proviene de la herencia del recién
desaparecido. Sea como fuere, expreso mi dolor por la vida que marcha y
celebro, con alegría, la vida que está.
Muchas veces hablo del evangelio en sentido figurado, utilizando metáforas…
pero no puedo olvidarme de que el evangelio también tiene un sentido crudo,
real, en muchos lugares en los que coger la Cruz no significa sólo capacidad
para afrontar las dificultades, o para llevar la enfermedad… sino compartir el
mismo destino de Cristo, morir por el evangelio, terminar crucificado.
¿Es la voluntad de Dios? No creo. Pienso que Dios no desea que se vuelva a
repetir otra Cruz, otro martirio, porque no tendría ningún sentido revolcarse
en el sadismo del que hacemos gala los seres humanos, en cualquier tiempo y en
cualquier época. Sí, quizás hoy no hay cruces, ni se usa tanto la decapitación,
pero en este tiempo hay persecuciones que terminan en palizas, en tortura, coacciones,
intimidaciones… De un modo u otro todo esto sucede delante de nosotros, ante
nuestras narices, ¿Dónde está mi responsabilidad?¿nuestra responsabilidad?
Quizás esté en la distancia que hay con las situaciones de violencia, pues
aquí, en Barcelona puedo hablar con cierta relatividad de todo esto, y no me
enorgullece sino antes me llena de tristeza.
Quizás en un futuro me permitan compartir ese mismo destino, entonces
dejaré mi relativismo.
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