LUCAS
17, 20 – 25: Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el
Reino de Dios, les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no
dirán: “Vedlo aquí o allá”, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros.» Dijo
a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del
Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: “Vedlo aquí, vedlo allá.” No
vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un
extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. Pero, antes,
le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación.
Es algo realmente importante. Cada vez pienso más en que cada día podemos
hacer presente el Reino de Dios aquí, en nuestra rutina, en nuestro día a día,
en nuestro corazón o con nuestras relaciones, amistades, familia… ¿Cuántas
oportunidades tenemos de hacer presente el Reino?¿Cuántas de ellas somos
conscientes?¿Cuántas se nos escapan? Que importante hacernos con este texto de
hoy que nos dice que no esperemos grandes señales, grandes prodigios porque el
Reino ya se ha acercado y, en cierta parte, depende de lo que yo hago para
instaurarlo en mi vida, en mi realidad, en mi presente. Si cada día es otra
oportunidad para reencontrarme con la vida, ¿cómo no va a serlo para descubrir
este Reino?
Claro, yo por lo menos no quiero pasarme el día malgastando momentos,
encuentros y ocasiones para poder ponerme de rodillas y exclamar:
verdaderamente aquí está Dios. Será que tengo la suerte de convivir con muchas
personas que irradian algo del Padre, o algo del Reino, aunque estoy seguro de
que todos y todas tenemos las mismas oportunidades para ver cómo la obra de
Dios prosigue en nuestro mundo a pesar de la crisis, de los problemas, de la
enfermedad… Y que al final del día puedo terminar por dar otro gracias, como el
primero, porque hoy volviste a acercarte.
El año pasado me hicieron una entrevista unas chicas de la universidad
Pompeu Fabra aquí en Barcelona y me preguntaban si me consideraba optimista.
Bien, la verdad es que no más que cualquiera de ustedes, o de vosotros, porque
siempre hay cosas que nos sujetan al dolor, a la soledad… y uno no puede obviarlas.
Pero, les dije, sí me considero un privilegiado que es capaz de descubrir
muchos momentos que, realmente valen la pena y que me hacen feliz, como ese
mismo instante en el que conversábamos. Ese también es un momento del Reino,
cinco personas compartiendo de la vida, hablando, intercambiando experiencias y
escuchándonos en un clima de absoluta entrega, paz y amor. Caramba! Si eso no
es Reino que baje alguien y me lo aclare.
Seré breve, que no les pase la vida por delante y se queden sin descubrir
el Reino, y a este Dios que pasa entre nosotros con tantas situaciones, de
tantas maneras. Abran sus ojos, los ojos de la fe y los ojos del corazón, miren
y remiren, busquen y lleven a sus vidas, cada día, un poco del Reino.
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