LUCAS
21, 29 – 33: Les añadió una parábola:
«Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos,
sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que
sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará
esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero
mis palabras no pasarán.
Estamos delante de la serie de discursos escatológicos de Jesús y ante una
invitación a permanecer vigilantes, atentos, porque si bien conocemos los
signos de nuestro tiempo, de nuestra época, de nuestro espacio, no conocemos en
absoluto cómo será, o cuándo será, que regresa el Señor. Señales de antes del
final siempre tenemos, parece que se van repitiendo en cada generación:
guerras, rumores de guerras, hambres, falsos profetas… y sabemos que por ese
motivo las palabras de Jesús no pasarán, y no pasarán porque en Él existe la
plenitud, que todavía ha de cumplirse, nuestra esperanza.
Pero el tiempo escatológico para nosotros es algo que queda como muy
lejano, y que no nos pase como aquellos antiguos que perdieron el fervor, el
primer amor, viendo que su esperanza no llegaba, porque no sabemos cuándo, ni
cómo. Pero, en cambio, sabemos algunas cosas: que en nuestro tiempo, en nuestra
vida, en el capítulo que escribimos, tenemos la oportunidad de acercar esa
esperanza a nuestra línea espacio-tiempo y, de algún modo, anticipar esa
plenitud de los tiempos bajo el primado del amor, bajo la imagen de la
fraternidad, entre días de paz y con un espíritu de acercamiento, de
comprensión, de entendimiento.
Conocemos los rumores de antes del final de los tiempos porque se van
repitiendo sistemáticamente a lo largo de la historia, pero qué pena que llegue
a través de ellos nuestro conocimiento, esto significa que, todavía, somos un
poco obtusos. Qué lindo sería que estos signos cambiaran, que no hubiera
hambre, ni envidias, ni nación contra nación, ni traiciones sino que viviéramos
promovidos por el espíritu de Amor, en colaboración, en celebración,
colaborando con Cristo incluso antes de su regreso, con Dios, con nuestros hermanos
y hermanas en lugar de pelear, de acosarnos, de robarnos o de rechazarnos… a la
basura con esos signos! Terminen con esa historia!
Busquemos signos de unión, trabajemos por unificar los corazones, por secar
las lágrimas, por traer alegría, paz, esperanza, tranquilidad, calor. Olvidemos
que somos de oriente u occidente, de Norte o Sud, sabios o pobres, necios o
ricos… qué importa si todos compartimos esta experiencia de la vida, que además
es única, que jamás será como lo está siendo, que no volveremos a repetir.
¿Para qué dejar de encontrarnos?¿Por qué pelear? ¿No vale más el amor?¿No es mejor
sonreír?¿acoger?¿perdonar?...
El otro día celebrábamos el día internacional contra la violencia a las
mujeres, deseo de corazón que algún día podamos cambiar esta forma de llamar a
una fiesta. Quizás llegue el día en que digamos que celebramos el día mundial
del amor a las mujeres. Pienso, que como aquella cruz que no quería Dios y que
truncó en la Resurrección, también nosotros seremos capaces de darle la vuelta
al mal para celebrar el bien.
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