JUAN
10, 31 – 39: Una vez más los judíos
tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús les dijo: —Yo les he mostrado
muchas obras irreprochables que proceden del Padre. ¿Por cuál de ellas me
quieren apedrear? —No te apedreamos por ninguna de ellas sino por blasfemia;
porque tú, siendo hombre, te haces pasar por Dios. — ¿Y acaso —respondió
Jesús—no está escrito en su ley: “Yo he dicho que ustedes son dioses”? Si Dios
llamó “dioses” a aquellos para quienes vino la palabra (y la Escritura no puede
ser quebrantada), ¿por qué acusan de blasfemia a quien el Padre apartó para sí
y envió al mundo? ¿Tan sólo porque dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”? Si no hago
las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las hago, aunque no me crean a mí,
crean a mis obras, para que sepan y entiendan que el Padre está en mí, y que yo
estoy en el Padre. Nuevamente intentaron arrestarlo, pero él se les escapó de
las manos.
A lo largo de los siglos ha ocurrido que muchas personas genuinas o
especiales han sufrido persecución y muerte en manos de aquellos que se
sirvieron de una justicia ciega para tratar de justificar todo lo que no
entendían. Lo que en el tiempo de Jesús arreglaban tirando piedras en nuestro
tiempo lo resolvemos señalando, acusando o apartando. Pero al caso cualquiera
de las dos formas expresa crueldad hacia otro. Jesús, de forma elocuente se
sirve de un salmo (Salmos 82,6) para hablar de aquellos jueces que también
tenían una relación de intimidad con Dios de quien recibían poder y que
participaban de él. De una manera que fuera entendible, Cristo expone un
argumento para tratar de decirles que lo que entonces hacían los jueces ahora
lo hace él y que ello no debería ser extraño.
Tamayo, Rahner, Schillebeeckx, Leonardo Boff, Hans Küng, Lutero, Gustavo
Gutierrez, Miguel D’Escoto, Xabier Pikaza… por citar algunos autores más
cercanos al cristianismo y cuya historia ha tenido más o menos capítulos
cercanos al apedreamiento a causa de la incomprensión de algunos a quienes
corresponde el poder o la decisión. Podríamos también hablar de movimientos
sociales de toda índole y defensa y volveríamos a ver cómo los siglos son
testigos del capricho intelectual o comprensivo. A veces por miedo, por
incomprensión o por necesidad y política lo cierto es que a todos estos grandes
hombres y mujeres al final se les ha tenido que rectificar o devolver lo que
una vez alguien logró quitarles.
El ejemplo de Cristo es para que nadie más termine clavado en la cruz,
aunque parece que el mensaje no ha calado en nosotros. Si comprender a Jesús es
ver toda su novedad, en base a la obra del Cristo no tendríamos que
molestarnos, ni dudar, ni tan siquiera negar esa obra que aporta frescura y
oportunidad. Y esto de las negaciones y las excomuniones sigue a la orden del
día, pues seguimos siendo tradicionalistas a pesar de vivir en el siglo XXI.
Necesitamos una nueva revolución que quiera pelear contra la condena y el rigor
y permitir la entrada de esos nuevos colores que espera esta generación.
Para qué seguir negando aquello que en unos años se acabará por aceptar?
Por qué necesitamos de lucha tras lucha para terminar dando paso a las
propuestas, a los cambios, a nuevas alternativas?
Viven en cada siglo aquellos que están dispuestos a coger las piedras del
suelo para lanzárselas a Jesús, porque en Jesús se recogen todas estas nuevas
maneras que incomodan al igual que en él están aquellas que ya se han logrado.
Porque del Dios del Antiguo Testamento llegó el Cristo, y del Cristo el
Espíritu, y ese Padre que es Madre, y el primado del amor, y toda la
reivindicación del ser humano en todas sus dimensiones porque en él vive la
gloria de Dios (Ireneo) y la importancia de la mujer, y la teología de la
liberación, y salto tras salto, pelea tras pelea, argumento tras argumento, se
evitaron las piedras y los linchamientos. Aunque para llegar a la victoria muchos
de aquellos murieron.
Coger una piedra es agarrarse a lo más duro del ser humano que vive de
incomprensión pero abrazar el amor es compartir las diferencias y aceptar todas
las posibilidades de la persona, las que nos gustan y las que no… pero eso es
amor.
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