MATEO
20, 25 – 28: Jesús los llamó y les dijo:
—Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones oprimen a los súbditos, y
los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así.
Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su
servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así
como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar
su vida en rescate por muchos.
De todo el pasaje que hoy se lee he rescatado los últimos versículos que
reflejan un texto de condición presente de la mano de quienes gobiernan. Religión
y poder (o gobierno) han ido desde tiempos remotos siempre cogidas de la mano,
aunque es cierto que en los primeros siglos el poder era de la religión, del
culto a los dioses, y con el paso del tiempo el poder ha ido invirtiendo su
influencia hasta pasar de las religiones al poder político, al gobierno.
Siempre ha habido un consentimiento del uno y el otro sobre muchos temas, entre
ellos la desigualdad social o económica, las sentencias y su ejecución… Nada
hay gratuito en una relación de poder, ni de místico o espiritual.
Tanto se quiere el poder como se quiere estar con el poderoso, sea un
bloque político, sea una persona física, sea un dios. Estar con la fuerza
dominante es para mucha gente una prioridad en el orden de su felicidad, son el
coro angelical que vemos en numerosos actos, movimientos, celebraciones…
Arropados por el brazo embriagador del poder gritan, se conmueven, cantan e
incluso se contagian de esa sed, son implacables con todo aquello que
represente una amenaza. Así, desde un poder central se reparten en estrategia
puntos de un poder menor que a su vez se subdividen y así sucesivamente hasta
llegar al plano del individuo, que es el último en el escalafón.
El pensamiento de Jesús va desde recuperar a la persona, a aquella que vive
en aquel último lugar, hasta colocarla allí donde siempre ha estado para Dios,
al frente de todo lo creado, importante y amada. Este Dios que es Creador no
debe salir del asombro que produce el que dotando al hombre para crear, éste
impulsor quede sometido por su creatura. El orden natural ha quedado invertido
y la condición del hombre y de mujer yace deshumanizadora. Lo que es viviente
sometido por lo que es inerte, no hay otro camino, otro resultado, que el
fracaso del ser humano que vive condicionado, sin libertad, con una imagen
diluida de lo que en un principio era para la creación. Y viendo Dios así al
ser humano, los hombres y las mujeres no son capaces de mirarse como una
maravilla, como una potencia de originalidad única.
Este pasaje va mucho más allá de lo que se representa desde la humildad
porque toda la reivindicación de Jesús en el pasaje se redirige hacia la
libertad del ser humano, que no tiene otro Señor que Dios. Ser siervos,
servidor, es devolver al ser humano la condición ofrecida por Dios, el Señor.
Ahora viene lo inexplicable, que si nosotros conocemos de base esa voluntad
de no sujetarnos a la injusticia ni a la desigualdad, todavía sigamos
permitiendo que todo ello ocurra. Mantenemos una política obsoleta y que se
enriquece con nuestro voto y las arcas de los avispados que recaudan impuestos,
que niegan becas, que permiten desahucios, que controlan la luz y el agua y que
cauterizan el modo de pensar, formando ideologías de bolsillo con chaquetas de
doble uso. ¿Dónde cabe que mi vida permita todo este abuso? ¿Acaso no tenemos nada
más que decir?
Quizás en algún momento de esta borrachera caiga al suelo, me golpee en la
cabeza y sobresaltado me incorpore a la realidad, y con mis ojos aún
recolocándose vaya atendiendo cómo están las cosas, cómo son en realidad y cuán
bebidos estamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario