JUAN
12, 20 – 33: —Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea
glorificado —les contestó Jesús—. Ciertamente les aseguro que si el grano de
trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho
fruto. El que se apega a su vida la pierde; en cambio, el que aborrece su vida
en este mundo, la conserva para la vida eterna. Quien quiera servirme, debe
seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi siervo. A quien me sirva, mi
Padre lo honrará. »Ahora todo mi ser está angustiado, ¿y acaso voy a decir:
“Padre, sálvame de esta hora difícil”? ¡Si precisamente para afrontarla he
venido! ¡Padre, glorifica tu nombre! Se oyó entonces, desde el cielo, una voz
que decía: «Ya lo he glorificado, y volveré a glorificarlo.» La multitud que
estaba allí, y que oyó la voz, decía que había sido un trueno; otros decían que
un ángel le había hablado. —Esa voz no vino por mí sino por ustedes —dijo
Jesús—. El juicio de este mundo ha llegado ya, y el príncipe de este mundo va a
ser expulsado.
El pasaje de Juan recoge la tradición de lo sinópticos entre la entrada
triunfal a Jerusalén y el episodio de Getsemaní, aunque en otro contexto más
intelectual que hace aparecer el elemento griego; de todos los evangelios éste
es sin lugar a dudas el más teológico y
hay una intencionalidad que quiere implicar al lector en esta experiencia del
Jesús Cristo y su relación con Dios, una relación íntima y de absoluta
confianza. En este pasaje de hoy Jesús concluye en que ha de entregar su vida.
Jesús hablará del grano de trigo, que es él, que debe caer en tierra y morir
para producir mucho fruto. Claro, ciertamente esta obra sólo puede recaer en el
Cristo y es en su vida donde el sentido del grano que da fruto cobra plenitud,
aunque también es cierto que en la historia de la humanidad ha habido otras
gentes que han hecho suyo el sentido joánico. Ya sea en relación a la vida o en
relación a las ideas cuando el grano de trigo cae al suelo y muere lleva fruto.
Teresa de Jesús, Francisco de Asís, San Ignacio, Copérnico, Galileo, Descartes
o Marx… son ejemplos de personas que en vida tuvieron un fruto pero que con su
muerte ha habido un fruto mucho mayor, ellos también son grano de trigo.
Pero qué de ese grano en las zonas castigadas por el hambre, por la muerte,
por la falta de agua, por las vejaciones sexuales, por la delincuencia… lugares
que a pesar de la lucha, de la entrega y del esfuerzo todavía son estériles y no
dan fruto. No es sencillo hablar de una Palabra de Dios eficaz mientras
coexistimos con esa realidad que es cercana al mal, tocante y tan terrible. No
sé si ese gran de trigo que da fruto sea en la esperanza que un día veremos
cómo se truncan las desigualdades y la muerte o si ese grano sea nuestra
responsabilidad, como especie.
Cuando leo la Palabra de Dios no puedo olvidarme de esta otra realidad a la
que no puedo dar una respuesta lógica ni espiritual. Pero quiero creer que la
esencia de ese Jesús que se parte alcanzará a quebrantar la deshumanización y
reconducirá la vida. Esta semana que terminará en Domingo de Ramos cuando se
agite el palmón y caiga el agua recordaré la parábola del sembrador y esa
semilla que, a veces cae en tierra seca y otras veces en el corazón como un
verdadero misterio que a veces asola al mundo y otras veces lo enternece.
La vida, como la oración, es un misterio a mis ojos, a veces tan
entusiasmante y otras veces tan complicada.
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