JUAN 8, 2 - 11: Al
amanecer se presentó de nuevo en el templo. Toda la gente se le acercó, y él se
sentó a enseñarles. Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a
una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio del grupo le dijeron
a Jesús: —Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de
adulterio. En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices?
Con esta pregunta le estaban tendiendo una trampa, para tener de qué acusarlo.
Pero Jesús se inclinó y con el dedo comenzó a escribir en el suelo. Y como
ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo: —Aquel de ustedes
que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. E inclinándose de nuevo,
siguió escribiendo en el suelo. Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro,
comenzando por los más viejos, hasta dejar a Jesús solo con la mujer, que aún
seguía allí. Entonces él se incorporó y le preguntó: —Mujer, ¿dónde están? ¿Ya
nadie te condena? —Nadie, Señor. —Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no
vuelvas a pecar.
Entre el pasaje de la mujer adúltera y la vida de Jesús hay un paralelismo
evidente porque son dos personas condenadas a morir, la primera debía hacerlo
apedreada y Jesús, acabaría siendo crucificado. Un hombre y una mujer, la
humanidad, condenados por un gentío ciego que ha perdido, además, el valor de
una vida. Cuando eso ocurre, hombre y mujer se deshumanizan y se convierten en homicidas,
capaces de cualquier pretexto para ajusticiar, quemar, apedrear, crucificar… Esta
mujer adúltera llegaba a Jesús para morir y las preguntas que le hacen al
Cristo son puramente anecdóticas porque además de a la adúltera, la respuesta
de Jesús podía dar un pretexto para acompañar a la pobre acusada en la
lapidación.
Podríamos entrever este deseo de aquellos de hallar también culpable al
Jesús, pero como si lo hubieran hecho, en nazareno decide acompañar en su
suerte a la mujer y más que preguntar a los acusadores qué hay de su
conciencia, da un paso al frente por aquella adúltera y sería capaz de correr
su misma suerte porque esta nueva alianza de Dios en Jesús ha venido no sólo a
perdonar sino también a amar y el Amor me hace estar contigo a pesar de lo que
digan o te acusen, porque verdad o mentira no puedo dejarte solo (o sola).
Es tan fácil señalar, acusar, decir, hablar, criticar, suponer, inventar,
calumniar, enfrentar o maquinar, que pronto llegamos con alguien que ha sido
acusado y reacusado, juzgado y condenado justos para gozar de esa victoria. Nadie
escapa a las malas lenguas, nadie se salva del juicio de los demás y siempre
hay algo que decir. Qué frívolos somos cuando después nos pedimos disculpas y a
pesar del perdón se vuelve a la magulla. Quizás hoy ya no te apedree, pero
puedo machacar tu honor, tu nombre o influir en tu pareja o… Lo que allí eran
piedras aquí es teatro.
Mientras todo pasaba Jesús escribiendo en el suelo llama a los corazones de
aquellos acusadores para decirles: - veis, vuestro corazón está tan duro,
encerráis tanto odio, estáis tan vencidos a la maldad, que es más fácil
escribir en este suelo duro que hacerlo en vuestro corazón. Somos una sociedad
de juicios y de prejuicios que hoy recibe aquella pregunta que Jesús les dijo a
aquellos maestros y fariseos, no hay nadie libre.
Quizás pueda empezar o disponerme a acoger a las personas por lo que son, creyendo
en su bondad, aceptando lo que son y no llevemos a nadie más a la cruz, ni por
mentiroso, ni por blasfemo… En este tiempo cuaresmal, tan cercano a la pasión
que meditemos viendo al crucificado hasta dónde puede llegar nuestra
incomprensión y nuestros prejuicios. Que podamos empezar a ver este precioso
mundo y estas increíbles personas que nos
estamos perdiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario