JUAN
6, 4 – 14: Faltaba muy poco tiempo para la fiesta judía de
la Pascua. Cuando Jesús alzó la vista y vio una gran multitud que venía hacia
él, le dijo a Felipe: —¿Dónde vamos a comprar pan para que coma esta gente? Esto
lo dijo sólo para ponerlo a prueba, porque él ya sabía lo que iba a hacer. —Ni
con el salario de ocho meses podríamos
comprar suficiente pan para darle un pedazo a cada uno —respondió Felipe. Otro
de sus discípulos, Andrés, que era hermano de Simón Pedro, le dijo: —Aquí hay
un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto
para tanta gente? —Hagan que se sienten
todos —ordenó Jesús. En ese lugar había mucha hierba. Así que se sentaron, y
los varones adultos eran como cinco mil. Jesús tomó entonces los panes, dio
gracias y distribuyó a los que estaban sentados todo lo que quisieron. Lo mismo
hizo con los pescados. Una vez que quedaron satisfechos, dijo a sus discípulos:
—Recojan los pedazos que sobraron, para que no se desperdicie nada. Así lo
hicieron, y con los pedazos de los cinco panes de cebada que les sobraron a los
que habían comido, llenaron doce canastas. Al ver la señal que Jesús había
realizado, la gente comenzó a decir: «En verdad éste es el profeta, el que ha
de venir al mundo.»
Jesús tiene muchas propuestas para nosotros, pero de entre ellas hoy nos
ocupa esta de dar de comer a los demás (o de beber), porque como nunca, hoy, en
este mundo la gente necesita alimentarse. Y a pesar de que hay mucho alimento,
la gente tiene necesidad de alguno con sentido; porque no sólo consiste en
llevarles algo a la boca, que disimule mi apetito, sino en aportar un alimento
que plenifique, que llene ese vacío que provoca el hambre. Porque cuando se
tiene realmente hambre, uno se alimenta de lo que sea. El caso extremo de Haití
nos deja una estampa de personas comiendo tortitas hechas con tierra, realmente
terrible.
Claro que existe este alimento espiritual capaz de llenar de sentido
nuestra vida, o la vida de las personas., porque llena el vacío que existe en
la vida. Es el ágape, la comida íntima con Jesús, que además puede
multiplicarse hasta llenar a todos los que vienen a comer, y no sólo alimenta
sino que da sentido, y un sentido que transforma. Por tanto, cuando nosotros vamos
a preparar un banquete, Jesús nos interpela, ¿Sólo vas a darles de comer? Porque
el ser humano no sólo vive de pan, necesita que ese ágape le transforme, lo
abrace, lo comprenda, lo asista y le ame. A ti, a quien amo, con quien comparto
la vida, que me has aguantado, calmado, escuchado, y abrazado ¿sólo voy a darte
de comer?
La vida, como la mesa, se vive alrededor de este algo especial que es el
ágape cristiano, y cuando este encuentro se realiza, y se vive con Jesús,
siempre sobra, y siempre sacia, siempre llena. Pero este mundo nuestro está
demasiado hambriento, y como tiene tanta hambre no es capaz de fijarse en lo
que sucede alrededor. No puedo ocuparme de los demás porque sólo quiero comer,
y estoy nervioso, y nada me sacia, y la vida se vuelve tan vacía, tanto tiempo
sin encontrar comida…
Hoy volvía a ver en las noticias el caso de otro matrimonio con dos hijos
que van a la calle porque no pueden pagar la hipoteca, y además los padres de
ellos, ancianos ya (y que han estado trabajando toda la vida) también se quedan
sin su piso, ni con opción a la dación por pago, porque el BBVA no lo acepta.
¿Por qué les niegan la comida? ¿Por qué no les dan de comer? ¿Qué ocurre
con estas entidades que están tan hambrientas? Nunca nada les sació, siempre
con sus números, con sus superhabit, siempre recuperadas. Porque si no recuerdo
mal, cuando tuvieron necesidad sI QUE FUERON RESCATADOS, y ahora no son capaces
de rescatar.
Hambre, cada vez más hambre.
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