MATEO
26, 14 – 20: Uno de los doce, el que se
llamaba Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los sacerdotes. — ¿Cuánto me
dan, y yo les entrego a Jesús? —les propuso. Decidieron pagarle treinta monedas
de plata. Y desde entonces Judas buscaba una oportunidad para entregarlo. El
primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, se acercaron los discípulos
a Jesús y le preguntaron: —¿Dónde quieres que hagamos los preparativos para que
comas la Pascua? Él les respondió que fueran a la ciudad, a la casa de cierto
hombre, y le dijeran: «El Maestro dice: “Mi tiempo está cerca. Voy a celebrar
la Pascua en tu casa con mis discípulos.”» Los discípulos hicieron entonces
como Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. Al anochecer, Jesús
estaba sentado a la mesa con los doce.
El evangelio tiene esa curiosa capacidad de interpelarnos con nuestra
realidad, en este caso el evangelista nos propone una pregunta: ¿Dónde quieres
que hagamos los preparativos para que comas la Pascua?, y esta pregunta que hoy
se nos hace no será para esta pascua que ya estamos viviendo sino que nos
dejará un tiempo de margen para que cada
cual vaya interiorizando la pregunta y dejando que sea su corazón el que dicte
el lugar al que llevar la pascua. Quizás uno tenga que llevar la pascua a su
familia, a su casa, pues el entorno cercano es el que necesita beneficiarse de
tener al Señor sentado en su mesa. Puede ser que otro lleve su pascua a las
calles, y siente a Jesús con los necesitados o con los pobres, o puede que en
esa mesa pascual se sienten personas de diferentes creencias, maneras,
culturas, razas o sexos. Pero más cerca o más lejos, esta pregunta quiere
hacernos conscientes de que nuestra misión sigue siendo la de buscarle al Señor
un lugar idóneo para celebrar su pascua.
Cada año la pascua se abre y se celebra entre nosotros, aunque de hecho
para muchos cada día es motivo de pascua. El hecho de hacer presente a Cristo
en nuestro día a día es el motivo más sólido de nuestra fe, que se vive
compartiendo la mesa. Pero mañana, especialmente, la cena se acoge en el
recuerdo de estos días previos a la pasión que empieza poco después. Nosotros
acompañamos durante estos cuatro días el itinerario de Cristo, recordando
además que durante aquel tiempo Jesús recorrió en soledad lo que hoy recordamos
en compañía. Por ello es importante el permanecer unidos para que nadie, jamás,
se vuelva a encontrar solo ante un momento definitivo. Nos queda el ejemplo de
lo que pasó para que en nuestra mano quede no dejar a nadie abandonado, por más
peligroso que sea.
Por último que sea también hoy un día de ilusión para preparar la mesa,
porque alrededor suyo vamos a celebrar la vida. No quiero decir que pongamos lo
más caro, o lo más bonito, sino que queramos entregarnos a lo mejor de cada uno
por la alegría de compartirla con los demás. Me siento a comer contigo porque
te amo, porque te quiero y qué bien que podamos celebrar esta pascua y
volvernos a ver, y mañana, y pasado, y al otro… porque esta es mi gran
comunidad en la que encontrarnos con Cristo nos da felicidad.
Feliz vigilia, manden, manden a buscar mesa.
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