LUCAS
24, 35 – 48: Los dos, por su parte,
contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a
Jesús cuando partió el pan. Todavía estaban ellos hablando acerca
de esto, cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo: —Paz a
ustedes. Aterrorizados, creyeron que veían a un espíritu. —¿Por qué se asustan
tanto? —les preguntó—. ¿Por qué les vienen dudas? Miren mis manos y mis pies.
¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven
que los tengo yo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no
acababan de creerlo a causa de la alegría y del asombro, les preguntó: —¿Tienen
aquí algo de comer? Le dieron un pedazo de pescado asado, así que lo tomó y se
lo comió delante de ellos. Luego les dijo: —Cuando todavía estaba yo con
ustedes, les decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de
mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el
entendimiento para que comprendieran las Escrituras.
Lucas nos presenta, casi siempre, un evangelio en el que la fe se explica
en movimiento. Su evangelio es como una gran catequesis de iniciación
explicada, como sucede con los dos de Emaús, en clave de itinerario, de
peregrinación. Para los no judíos el sentido fue muy claro, irse alejando de
sus tradiciones y modo de vivir para acercándose a Cristo, fueran adquiriendo
sus intereses y valores. Para nosotros también queda todo el simbolismo que
utiliza el evangelista para acercarnos a la mesa, o para el encuentro con
Jesús, o para el sentido bautismal… Las lecturas de este domingo son todas para
hacer incapié que todo aquello que prometían las Escrituras y los profetas se
cumple en Jesucristo.
El tiempo en que vivió este primer grupo de cristianos no se parece en nada
al nuestro. Sólo reseñar que entonces no había demasiado acceso a la lectura
sino que la mayoría de la población utilizaba su memoria y el recitar, como
modo de transmisión. Hoy en día tenemos bibliotecas, cultura digital, acceso a
una educación… Pero con la cultura a nuestro alcance es verdad que,
paulatinamente, ha decrecido el interés por trabajar aquella capacidad de
memorización. Sólo hace falta remontarse a ver desde 40 años atrás la situación
respecto de la actualidad.
Aunque esta verdad ocupe muchas dimensiones de la vida, respecto de la vida
cristiana sí tendría que ser una llamada de atención el que no memoricemos
algunos pasajes de la Biblia, porque esto significa que no la leemos. Quizás la
escuchemos algún domingo, o por alguna fecha especial, quizás en la catequesis,
o quizás… (todos sabemos). Claro, estoy de acuerdo en que a Dios se le puede
encontrar en muchas situaciones de la vida, o que podemos entrever su presencia
en la oración. También en que se puede pasar una vida sin leer las Escrituras y
ser feliz, y salvo. Pero si no leemos la Biblia ocurre dos cosas: 1) que
terminaremos con ellas y 2) que obviamos conocer todo aquello que conforma
nuestra fe.
En aquella remota época las escuelas enseñaban la Torah, y se conocía
perfectamente el antiguo Testamento. La vida de los patriarcas, de Moisés, el
libro del éxodo… en ésta reciente no tenemos ese hábito (no en la vida laical).
Y cuando esto sucede podemos ver que no hay transmisión, que si nosotros no
tenemos ese hábito de preocuparnos por lo fundamental, tampoco lo tendrán
nuestros hijos.
Hoy en día andamos preocupados por el decaimiento de las vocaciones, de la
asistencia a las parroquias, de la falta de respuesta de los cristianos ante la
realidad, sus problemas y sus deseos… Es como la pregunta que les hace Jesús a
los suyos: ¿Por qué les vienen dudas? Si nuestro fundamento
no es sólido, toda la estructura se tambalea, peligra. Y este fundamento
nuestro está en las Escrituras, junto al mandato del amor, junto a la vida con
Cristo. El mismo Lucas escribe el evangelio para testimonio de todas las cosas,
como luego nos explica en los Hechos de los apóstoles. Allí tenemos nosotros el
testimonio sobre Jesús, su filiación divina, su pasión, su ascensión, su amor…
Si no conocemos la historia, basamos todo el conjunto de nuestra fe en algo
fabuloso, dudoso, vacío y que finalmente se ahoga ante las exigencias de la
sociedad, del mundo, del ocio… incluso en último término de la esperanza.
Les animo a leer, a conocer, a descubrir y a
enamorarse del testimonio de Jesús.
Que tengan una feliz semana!
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