Marcos 1, 14-20: Cuando arrestaron
a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se
ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el
Evangelio.» Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano
Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les
dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente
dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de
Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los
llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon
con él.
Esta tarde estuve hablando con mi rehabilitador un poco
acerca de Dios y de esto del creer. Me dijo que hoy día es raro esto de tener
fe porque: ¿en qué vas a creer? Tal y como están las cosas, dijo, este Dios que
dicen haber no tiene mucha credibilidad. ¿En qué creer?
Antes de empezar la rehabilitación, justo después de
salir del vestuario y cuando estamos esperando a que nos llamen para pasar a
los ejercicios, solemos estar 6 o 7 personas sentados alrededor escuchando la
lista de nombres que se suceden para empezar las sesiones. Entre estas personas
hay un chiquillo de, no se, unos 15 o 16 años. Delgado, tímido, casi ni saluda...
llega, sale del vestuario sin cambiarse, se sienta en la silla con una pelota y
la empieza a presionar con el pie. Será que tiene algún problemilla ahí. Ciertamente no se. No es que
lo estuviera mirando fijamente, pero hoy se le ha acercado la monitora a
preguntarle como estaba y el chaval sacó una emergente, torcida y rara sonrisa.
La mirada y el bien fueron la respuesta a la pregunta de la monitora, la
extraña sonrisa llevaba más de pícara que de respuesta y los ojos, que son
delatores, lo han puesto al descubierto, hay “chispa”, le gusta.
Cómo irrumpe Dios en la vida de las personas, qué
bello! Dios está en esa chispa, en ese encanto, en la llamarada. Aunque también
lo está en la preocupación y en la atención. Dios está en cada ápice de vida de
este planeta, esta vida y estos seres humanos. ¿En qué creer? En el Amor amigo,
en la sensación que esa muchacha crea en el chiquillo, en la sonrisa que me ha
sacado a mi en la silla sentado. Cómo no voy a creer en este Amor cuando todo
mi ser se revuelve diariamente cuando sucede esto o cuando acontece aquello,
cuando veo a alguien, cuando abrazo, cuando saludo, cuando camino, cuando no
puedo dejar de mi mirar y... mi corazón queda cautivo, ¿Cómo no creer?
Si
todo habla de Dios...
En lo tocante a la sensibilidad, a los sentidos, a la
belleza...Ahí está Dios si me estremezco, o si algo me provoca estupor, también
si soy sobrecogido, si me conmuevo. Oh, alma mía! ¿Cómo no creer en todo esto
que pasa en mi interior? Lo bueno y lo malo, lo que amo y lo que detesto, lo
dulce y lo amargo... Todo pasa por Dios.
Jesús dirá: cree en este evangelio, que es la vida, que
es el Amor. Cree porque puedes creer, porque estás vivo y porque puedes sentir,
eres sensible al mensaje del reino que vive en tu corazón, puedes acceder al
interior del viviente y vibrar... como vibra el cosmos. Como vibra esta música
de Dios. El olor de la partitura, del instrumento, de las cuerdas... un
escenario empapado de vida, sonoro, afinado, mimado.
Hoy ví actuar a Dios ¿Cómo no voy a creer?
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