Marcos 2, 1-12: Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que
estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les
proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían
meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús,
abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.
Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan perdonados.»
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?»
Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan perdonados.»
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?»
Jesús se
dio cuenta de lo que
pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al
paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate,
coge la camilla y echa a andar"? Pues, para que veáis que el Hijo del
hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados ... » Entonces
le dijo al paralítico: «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu
casa.» Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos.
Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual.»
Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual.»
H. Arendt dijo: “Quien
controle los canales del perdón en una sociedad controla toda la sociedad”.
Este pasaje de hoy nos sitúa en el ámbito de la liberación, el mensaje del
evangelista nos conduce, no a fijarnos tanto en la situación del paralítico y
sus amigos, sino a la trascendencia del perdón de los pecados. En los días
meiánicos dice la Escritura que será signo del ungido el perdonar pecados, un
perdón que para el pueblo judío era potestad de Dios. Por tanto, que Jesús
perdone los pecados, para ellos que no lo reconocían como Mesías, era causa de
blasfemia. En cualquier caso el evangelista no muestra una disconformidad con
la sentencia de los escribas porque lo que ellos decían, era verdad. No
obstante, el evangelista propone una ruptura con toda la tradición y
connotación que el pecado tenía en su religión.
Ya vimos en el
pasaje de Juan 9, el ciego de nacimiento, toda la repercusión del pecado en la
historia de Israel, os remito al comentario pues y si queréis a modo de
recordatorio. Este pasaje de Marcos, hoy, presenta una novedad radical respecto
de lo que Jesús hizo, porque no sólo el perdón de pecados evoca a los días
mesiánicos sino que el evangelista propone a Jesús como el primer hombre que
perdona los pecados. Un perdón que supone la liberacion para el ser humano de
todas las cargas heredadas desde los tiempos de Adán y de toda la repercusión
del pecado original, término no acuñado hasta tiempos de San Agustín.
El Jesús que
proponen los evangelios, que viene a perdonar al ser humano, se halla
continuamente en guerra con la religión del pecado. Primero lo hace respecto
del judaísmo, pero después parece que también tenga que hacerlo respecto del
cristianismo. Mientras en las religiones el pecado juega un papel fundamental,
en los evangelios lo que es natural es el perdón de los pecados. Y nosotros
empeñados en proseguir con la expansión del pecado en lugar de reconquistar la
propuesta de liberación de los evangelistas. Cómo debe ser que preferimos las
cadenas a la libertad??
Jesús posibilita al
ser humano a vivir en libertad, pero el Hijo del Hombre hace algo más que sólo
liberarnos, nos da la potestad de hacer lo mismo, perdonar (y liberar). La
novedad está en el ser humano que es capaz de perdón, es capaz de libertad y
contra estas capacidades todo lo referente al pecado, que no tiene que ver con
la maldad, que es un misterio.
El evangelio tiene
un itinerario muy claro en favor del ser humano y de su libertad, perdonar
pecados es exculpar, no culpabilizar y por tanto desligar cualquier tipo de
atadura. Cuando somos perdonados parece que algo se suelta en nosotros, ¿verdad?
Así como no nos sentimos bien cuando hemos “errado”, recuperamos el ánimo con
el perdón y perdonar es algo que todos podemos hacer, don de Dios y fruto de su
gratuidad. Si Dios me amó de tal manera que me dió el don de la vida para
vivirlo en libertad, me debo al perdon.
Hubiera deseado que
nuestra tradición no se hubiera forjado desde el pecado y la caída, hubiera
querido una tradición perdonadora desde la gratuidad. Es como si la propuesta
de Jesús hubiera caído en un espacio de nadie entre el Antiguo Testamento y la
tradición del pecado original, la venta de indultos, el sentimiento del azote
de la semana Santa... Como dijo Lutero, es necesario volver a los evangelios y
es necesario para recuperar la propuesta de la Palabra de Jesús.
Este inicio de
pasaje nos llama a escuchar la Palabra, a asisitir a la clase magistral de
Jesús y nos dice que hay tanta gente que no se cabe en la casa y se agolpan
fuera. Que encontremos nosotros un hueco entre la muchedumbre para escuchar, de
nuevo, a Jesús y su mensaje, el evangelio, el perdón...
Que les voy a decir
a ustedes, que me han perdonado sino Gracias.
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