Marcos 1, 7-11: En aquel tiempo, proclamaba Juan:
«Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para
desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con
Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan
lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al
Espíritu bajar hacia él como una paloma.
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»
Algo nuevo proclama Juan el Bautista que tiene que acontecer en la
relación entre el ser humano y Dios. Juan, diría, ya os he purificado,
limpiado, porque os habéis sumergido en esta agua del Jordán saliendo de ella
con el ánimo cambiado, con otros objetivos, con intenciones más solidarias, más
sociales, más comprometidas. Y todo esto está bien, porque ya de principio
nuestra forma de relacionarnos está cambiando a mejor. Juan nos acerca a la
solidaridad entre personas, a la ayuda mutua y a no desear el mal para nadie,
preparando a esta sociedad judía para una renovación que viene y que pasará
también por esa misma agua, pero que cambiará el orden natural de las cosas
como parecían desde el principio.
Jesús llega, cumple con el bautismo del agua bautizado por Juan, e
inmediatamente tradición y experiencia quedan completamente rotas, sin
sujeción, como en un limbo extraño en el que los cielos se abren, una voz
exclama y algo extraordinario sucede que une ambos reinos.
Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco siempre.
La expresión final de Dios en su Hijo Jesús, la declaración radical del
amor de Dios a su Hijo, el ligamen eterno de esa feliz vocación que tiene una
familia. Dios y Jesús, que estrechan su mismo lazo de Amor, trasladan esta
verdad al ser humano, a todo hombre y mujer que, desde entonces, pueden vivir
debajo de esta afirmación del divino, que se complace en cada uno de nosotros
como entonces hace con Jesús. Y qué necesario es que lo cierto de estas
palabras penetren y se arraiguen en nuestro corazón, porque desde lo que dice
Dios luego yo también te debo esa misma complacencia.
Tú eres mi hermano amado, mi hermana amada. En ti me complazco siempre. O
también tú eres mi Hijo, o mi Hija amada y en vosotros también me complazco
siempre. Siempre, lo que quiere decir no sólo el cómputo de lo temporal sino
que acepto absolutamente quién eres, lo que eres, lo que puedes y no puedes… Mi
expresión más radical de confianza en ti sale de este siempre, que es un en
toda circunstancia, en todo momento, en cualquier situación.
No es fácil llevar el mensaje de hoy adelante, no lo es cuando la
sociedad vive en un luto permanente, cuando se ataca la vida, cuando se mata,
cuando se viola… Cuando nos asola el terror, incluso el temor. Y no podemos
hacer poesía del evangelio y no puedo hacer una hermosa composición de
intuiciones sin dejar de mentar cómo está el mundo, desordenado, hostil,
hambriento, seco… ¿Se complace Dios de estas situaciones? Yo creo que no, Dios
sabe… pero yo lo veo triste, en silencio, aun respetando nuestra libertad… No
creo que esté de acuerdo con este orden mundial, con estas vías del hombre, con
la deforestación, los secuestros, las amenazas, las bombas…
No hay tratados de paz contra la maldad del ser humano. No hay
posibilidades de detener aquello que no quiere morir y el odio, el
resentimiento, son nuestra carnaza.
Escucha por un momento, otra vez, la voz que sale del cielo rasgado: Tú
eres mi Hijo amado, tú eres mi Hija amada. Pienso, creo… que esto es
precisamente lo que tengo que decirte también yo. Tú eres amado, siempre. No tienes que refugiarte en ningún integrismo, ni tienes que ser fundamentalista,
no tienes necesidad de encontrar tus respuestas en la muerte. TU ERES AMADO y
aquí tienes tu completa verdad y tu verdadero sentido, SIEMPRE.
Por favor, tómate 5 minutos, permite que esta sentencia penetre en tu
interior, acógela en tu corazón y vívela. Cierra estos ojos que ven el mundo,
abre los ojos de la fe y déjate empapar de Amor y si logras vibrar, incluso
llorar, con tu meditación personal de este SER AMADO lánzate a esta misión, a
esta visión. No importa quién eres, qué eres, si de una religión o de otra, si
de un brazo político o de otro, de derechas o de izquierdas, rico o pobre…
SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE.
Quiero aprender a Amar, aprender a perdonar, aprender a cubrir, a ayudar,
a escuchar, a conversar. Quiero… decirte que ERES MI AMADO, MI AMADA… SIEMPRE.
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