Marcos
2, 23 – 28: Un sábado, al cruzar Jesús los sembrados, sus
discípulos comenzaron a arrancar a su paso unas espigas de trigo. —Mira —le preguntaron los fariseos—, ¿por qué
hacen ellos lo que está prohibido hacer en sábado? Él les contestó: —¿Nunca han
leído lo que hizo David en aquella ocasión, cuando él y sus compañeros tuvieron
hambre y pasaron necesidad?
Entró en la casa de Dios cuando Abiatar
era el sumo sacerdote, y comió los panes consagrados a Dios, que sólo a los
sacerdotes les es permitido comer. Y dio también a sus compañeros. »El sábado
se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado —añadió—. Así que el Hijo
del hombre es Señor incluso del sábado.
El evangelista nos propone en este pasaje un relato a propósito de la
libertad del ser humano. Cómo va a ser el hombre objeto de un sábado, de un
sabbath? Igual para nosotros es fácil hacernos esta pregunta, pero quizás
deberíamos estar un sabbath en Jerusalén para ver lo que a día de hoy todavía
significa el día sábado dentro de la tradición judía. La propuesta de Jesús, la
valentía de hacer mención al Rey David y la confrontación con los
tradicionalistas está servida, pues con suma maestría nos coloca el evangelista
en el inicio de una historia de amor y odio, de pasión y finalmente de rechazo.
El teólogo dominico belga, Edward Shillebeckx,
nos enseña que, respecto de la libertad, David, dada su extraordinaria pasión
como servidor de Dios, podía hacer a favor de los suyos algo materialmente
contrario a la Ley. En este pasaje del evangelio, Jesús, adopta no sólo la
imagen de Dios sino ahora la imagen misma de David, quien tenía un corazón
conforme a Dios. Y quién, sino Jesús, también tiene ese corazón conforme a
Dios. Por eso el pasaje de Marcos 2, 23-28.
Hay una analogía entre David y los suyos, y ahora Jesús y los suyos (y por
extensión, esos suyos de Jesús también somos nosotros, transformados en el
bautismo). Así se introduce el título “Hijo del hombre”. Y esta expresión nos
regresa a Génesis: nuevamente el hombre está por encima de la creación. Jesús
vuelve a hacer del sábado un don de Dios para el hombre.
El doctor Francesc Torralba dice, “toda
imagen genera una expectación”. Por
tanto, al identificar a Jesús como imagen de David, se genera una expectación
en el seno del pueblo judío, una expectación acerca del Mesías y de Jesús como
nuevo Rey. Así vemos como en Marcos 11,
en la entrada triunfal a Jerusalén, las gentes acogen a este nuevo Rey que
viene tal y como anunciaron las profecías.
Podemos ver el tránsito claro que acontece desde Marcos 11, 1 hasta Marcos
11, 27, cuando Jesús propone su
autoridad en el Templo como pasajes agradables dentro del marco tradicionalista
y mesiánico. Pero, capítulos más adelante, en Marcos 13, 1 el Rey que venía montado en el pollino de asna,
triunfante, predice la destrucción del Templo, que es el lugar más sagrado del
judaísmo. Esa expectación generada, desaparece, se desvanece y se torna en
odio, repulsa, oposición, y finalmente muerte, y muerte de cruz. La imagen
creada por aquella expectación, ahora pierde toda su potencia, y se destruye,
desaparece. Jesús ya no es imagen de David, ahora es motivo de denuncia.
¿Podríamos decir entonces, que estos judíos, llevaron a la cruz a Jesús
siendo imagen de David, y siendo David, imagen de Dios? Si bien en un primer
momento, se acepta la imagen de Cristo – David, al “atentar” Jesús contra lo
más sagrado, los judíos no pudieron soportar esa imagen Jesús – Templo.
Crucificaron la imagen de su Rey. Y como una ironía, el letrero de Pilato: “Rey
de los Judíos”, que recoge esta imagen Jesús-David.
Siempre estamos generando imágenes, creando expectación, sufriendo la
decepción… Cada vez que nos hacemos una imagen, ésta finalmente se descompone.
Aprendemos, desde este pasaje, a respetar la libertad de cualquier persona, a
no enjuiciarlo, a no esperar nada de nadie, a no reclamar nada, a no hacernos
imágenes que luego dificultan la convivencia hasta el punto de acabar con una
relación. Pero es tan nuestro hacernos esa imagen, ¿verdad?
Para ejemplo
nuestro este camino de Jesús que acaba crucificado, modelo de las veces que nosotros mismos lo hemos hecho con nuestro
amigo, con nuestra amada, con nuestra hermana, o con el prójimo. Hoy escribo
pensando en las veces que lo he hecho o que aún lo hago, deseando aprender de
Jesús, que quiere devolverme esta libertad de no condicionar a nadie, porque al
final me aqcabo condicionando a mi mismo.
Que aprendamos a
vivir la libertad, la nuestra y la de los demás.
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