MARCOS
4, 11 – 13: «A ustedes se les ha revelado el secreto del
reino de Dios —les contestó—; pero a los de afuera todo les llega por medio de
parábolas, para que »“por mucho que vean, no perciban; y por mucho que oigan,
no entiendan; no sea que se conviertan y sean perdonados. »¿No entienden esta
parábola? — continuó Jesús—. ¿Cómo podrán, entonces, entender las demás?
El apóstol Pablo escribió en su carta a los romanos sobre la evidencia de
la presencia y la obra de Dios en la creación. Miren la naturaleza, la salida y
puesta del sol, las abejas, los campos florecidos con miles de almendros en
primavera… en todo se percibe a Dios, se huele podríamos decir, se contempla.
Observando la maravilla de la creación, sus colores, sus sabores, sus olores, somos
testigos de cómo se dibuja ante nuestros ojos la vida, cómo se desarrolla,
incluso cómo algo muere para que surja otro. Espectadores de lujo de un
escenario enorme que es impulsado por Dios; bien, no todos piensan así y
algunos suponen una energía o procesos determinados en este impulso. Sea como
fuere coincidimos todos en que hay algo que mueve la naturaleza porque no
podemos permanecer pasivos a este devenir de transformaciones.
No todos, aun así, nos damos cuenta. Hay personas que caminan sin ver lo
que hay a su alrededor, nada les interpela y viven centrados en su autogestión,
ensimismados, cerrados a los estímulos. Hay otras personas que viven desde la
enfermedad, capados por la medicación, adormecidos y sin poder gozar de la
maravilla que sucede ante sus cansados ojos. También hay personas cuyo rencor y
resentimiento les hace ver lo contrario, no pueden contemplar la creación
porque ante ella se muestran violentos, todo les molesta, todo les enfada, nada
está a su gusto. Las hay mezquinas, malintencionadas, para ellas el mundo no es
un lugar extraordinario sino un escenario del que aprovechan elementos para
hacer el mal, incluso las hay que la destruyen y así tenemos, por ejemplo, la
deforestación… extirpando el pulmón de la Tierra. Podría seguir y seguir y
seguir…
Todos estos son aquellos que por mucho que ven no perciben. ¿Podríamos
llamarlos insensibles? Quizás sí, quizás errados, quizás sólo desorientados… El
hecho es que existen, que viven y la vida no les aporta absolutamente nada que
merezca un cambio de orientación. Mi experiencia personal es que de esta
situación de enemistad con la vida se desprende una necesidad interior, como si
pidieras auxilio en una voz tan baja que nadie te escucha, pero estás diciendo:
socorro!! Deseas salir de donde estás pero no eres capaz de romper ese círculo
vicioso que se llama comportamiento y que te lleva una y otra vez, te conduce,
te inhabilita, pero tú deseas pararlo. Es este el gran misterio que el apóstol Pablo
también en romanos dijo: queriendo hacer el bien no lo hago, hago el mal. Es el
gran misterio y una enorme paradoja frente a la creación que quiere destruirla.
Es punible todo aquello que constituye delito, sí. Es motivo de ofensa todo
aquello que supone un atentado contra la persona, también. Pero todo es
susceptible de perdón y de amor. Aquellos a los que se les ha revelado el Reino
pueden ofrecer una actitud de cariño, generosidad, entrega y atención a
aquellos cuyos ojos no logran ver maravillas. Es una propuesta, pero intenten
adoptar estas actitudes en su entorno más cercano, más íntimo. Abrir los ojos
de los míos porque hoy quiero compartir esta puesta de sol junto a ti, y
también mañana y al otro y al otro…
Ayuden a contemplar la belleza que nos rodea, la belleza natural y también
la belleza del ser humano. No lo hagan pretendiendo que se crea en Dios, simplemente
háganlo como gesto de Amor porque en el amor, en la sonrisa, en el afecto, en
la ayuda, en la contemplación… se halla Dios. Liberar no es sujetar a una
creencia, liberar es devolver la dignidad al ser humano.
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