MATEO
28, 16 – 20: Los once discípulos fueron a
Galilea, a la montaña que Jesús les había indicado. Cuando lo vieron, lo
adoraron; pero algunos dudaban. Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: —Se
me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan
discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a
ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.
Algunos preguntarán: ¿La gran comisión es para todos los cristianos? Bien, ciertamente
sí, porque de un modo u otro todos los cristianos hemos sido regenerados en el
hombre nuevo, que renace con Cristo. Pero también es cierto que a partir de la
Edad Media la participación de los cristianos se ha ido perdiendo a causa de la
progresiva clericalización. Visto está que las situaciones vitales han variado
mucho desde esta época en la que hubo mucha presencia de la Iglesia en
cualquier ámbito de la vida, a la nuestra con el declive de las vocaciones y la
secularización de la sociedad. Por ello, cuando leo pasajes en los que se
comisiona al cristiano, o al creyente no puedo dejar de pensar que en algo nos
hemos equivocado separando tanto la realidad de Cristo.
En estos últimos meses se ha escuchado al papa Francisco hablar como
queriendo conciliar la opción religiosa con el resto de creyentes, pero este
acercamiento que se promueve desde el
Vaticano no será nunca efectivo mientras todavía exista un abismo entre la
realidad social y el punto de vista del clero. Claro que hay personas que se
identifican plenamente con las decisiones, los comentarios, las declaraciones y
las opciones más ultraconservadoras, pero están muy lejos de lo que es la
realidad de muchos colectivos y realidades que también son pueblo de Dios. La
gran comisión que debe venir en nuestros días pasa por hablar de los
preservativos, de los abortos, de la homosexualidad en el ámbito social más
urgente, y de la gestión del patrimonio, celebraciones y participación de los
creyentes dentro de de un ámbito más de actuación.
Está muy bien leer e imaginarse que participamos de la vida del Reino, pero
estaría mejor que en lugar de Sínodos hubiera proximidad, y en lugar de
audiencias, se dejara de señalar a los separados y divorciados a quienes les
cuesta comulgar. Miren, está muy bien hablar las cosas, pero parece que ya
hemos hablado demasiado, no? Llevamos siglos y siglos tratando de adecuar y
actualizar a la institución y al pueblo. Quieren decir que es tan complicado?
Obviamente no, pero esté quien esté en lo más alto, se nos vende el querer
acercarse, el arreglar las cosas, el pedir perdón y el buscar culpables, pero
tras toda esta cortina de humo finalmente sigue costando, y mucho, ajustarse a
la realidad.
No quiero con esto criticar el trabajo de nadie, y me gusta esta tendencia
actual de Francisco. Quizás sea un inicio, un testigo, un primer estadio… Puede
ser una prolongación en la vida de esta gran comisión de Jesucristo, y que
ahora nos corresponde coger a nosotros. Como en una carrera de relevos que
durante mucho tiempo no se pudo celebrar, parece que hoy podemos llegar al
estadio para participar.
Que nazca nuestra inquietud de colaborar en las cosas, de proseguir en
carrera, de facilitar el relevo y de seguir corriendo para asistir a nuestros
hermanos y hermanas. Ahora que hace calor, si sienten alguna brisa… corran,
quizás sea el Espíritu.