MARCOS
10, 36 – 42: Se le acercaron Jacobo y
Juan, hijos de Zebedeo. —Maestro —le dijeron—, queremos que nos concedas lo que
te vamos a pedir. —¿Qué quieren que haga por ustedes? —Concédenos que en tu
glorioso reino uno de nosotros se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda.
—No saben lo que están pidiendo —les replicó Jesús—. ¿Pueden acaso beber el
trago amargo de la copa que yo bebo, o pasar por la prueba del bautismo con el
que voy a ser probado? —Sí, podemos. —Ustedes beberán de la copa que yo bebo
—les respondió Jesús—y pasarán por la prueba del bautismo con el que voy a ser
probado, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí
concederlo. Eso ya está decidido. Los otros diez, al oír la conversación, se
indignaron contra Jacobo y Juan.
Pongamos nuestra atención, hoy, a la petición de los hermanos Zebedeo y
veamos más que la petición de los dos discípulos, la respuesta de Jesús: “eso
ya está decidido”. Claro, desde nuestro tiempo y con el conocimiento teológico
que tenemos es posible entender mejor la respuesta que el evangelista pone en
boca de Jesús, y es que ni Cristo necesita sentarse en el reino celestial, ni
para Dios hay derecha o izquierda. Dios es Omnipresente, esto significa que
está en todas partes y por tanto sin nuestra limitación espacial, ni arriba, ni
abajo, ni a izquierda, ni a derecha, sino en todos lados. Igualmente Jesús
resucitado y glorioso ocupa respecto al Padre la misma esencia y por ende el
mismo lugar. En cambio, para la mente humana, la necesidad de colocarse en un
lado o en otro tiene una connotación de poder. Si Cristo se sienta a la derecha
de Dios es porque como heredero tendrá todos los derechos del Rey. Por tanto, sentarse
a derecha y a izquierda del Hijo supondrá el acceso a algún título de nobleza.
Ya está decidió porque desde el principio de todo convive la Trinidad, y
cohabitan cada uno compartiendo una misma esencia, aunque siendo personas
distintas (es lo que llamamos hipóstasis: la forma de diferenciar las tres
personas de la Trinidad). Aunque esta concepción no existía en la fecha de
redacción de los evangelios ni en tiempo de Jesús, obviamente. El destino
escatológico de estos discípulos no será compartiendo la misma esencia de Dios,
sino que será como hijos en el Hijo, como coherederos de la salvación que es en
Cristo por participación en el bautismo. Por tanto, este pasaje tiene algo de
catequesis bautismal, de mensaje escatológico y de apunte trinitario.
Jesús nos asegura con su respuesta el destino escatológico de la humanidad,
que es la salvación, pero desatiende todo intento de posición de poder porque
si recordamos, en otros pasajes Jesús dirá que para entrar en el Reino de Dios
hay que ser como niños: y los niños, en tiempo de Cristo, eran los criados de
los hermanos mayores y de la familia, por eso es necesario ser como un niño,
porque la vida en Dios no debe entenderse como una posibilidad de mando sino
como una propuesta de entrega y servicio.
Concluyo, además, lo que en el principio ya estaba dispuesto era la
relación amorosa entre las personas de la Trinidad, que ya convivían antes de
todos los tiempos. El mundo, nuestro mundo, todo lo creado proviene de esta
relación de amor primera y divina que siente la necesidad de comunicarlo. Si
esta relación de amor se hubiera quedado en la Trinidad, no hablaríamos ni de
entrega, ni de salvación, ni de redención… porque su amor sería egoísta. Pero como
Dios ha querido amar y comunicar su amor, ha penetrado en la humanidad por
medio de la encarnación para comunicar desde el plano celeste el Plan de
salvación. Y en este misterio no hay nadie diferente, porque ya sea libre o
esclavo, rico o pobre, mujer u hombre, en Cristo todos somos iguales.
Si alguno quiere gobernar, tendrá que gobernar desde el servicio,
entregándose a los de su izquierda y a los de su derecha, como un niño.
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