JUAN 16, 24 – 27: Hasta
ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro
gozo sea colmado. Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que
ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del
Padre. Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por
vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que
salí de Dios.
Qué especial el modo como el
evangelista llega a hablar de las relaciones entre el mundo que vemos y el
mundo celeste, entre Dios y los seres humanos, y todo ello a través del nexo en
Cristo, quien comunica el amor del Padre y quién se encargará de interceder por
nosotros, porque a fin de cuentas, cuando hablamos de amor también hablamos de
Cristo.
Jesús hace referencia a su ministerio
aquí en la tierra en el que ha jugado el papel de un maestro que enseñaba a sus
discípulos con parábolas. Aunque ahora, cercana la pasión, el tono de sus
palabras cambia y se tornan más profundas, también más directas y también más
difíciles, parece que Jesús está dispuesto para descubrir aquello que el velo
impedía que viéramos con claridad. Ahora no podréis comprender lo que os hablo,
pero más tarde sí podréis entenderlas, y en este camino estamos más de dos mil
años después, creyendo conocer con mayor claridad el camino del Padre.
San Agustín hablará de este
conocimiento profundo cuando se refiera a Dios como lo más íntimo de lo íntimo
de mí mismo, que se va descubriendo conforme al amor, que supera cualquier
abismo, porque a través del amor humano es como entendemos, en alguna medida,
el amor de Dios. Es como el punto de partida más cercano a nosotros mismo,
quitamos todo aquello que en nuestra vida mostramos como parábolas y entramos a
descubrir lo que realmente somos.
Cuánto nos cuesta, a veces, mostrarnos
al otro lo que realmente somos, sin vestidos, sin maquillaje, sin máscaras.
Normalmente, con nuestros más íntimos, nos vamos desnudando progresivamente,
sin hacerlo de golpe, porque no sabemos si lo que somos va o no va a gustar, y
en el fondo no queremos ser rechazados. Pero el evangelista nos muestra que
llega ese momento en el que Jesús va a mostrar todo lo de Dios sin parábolas,
desnudo, y lo hace como gesto de la plena confianza hacia nosotros como
ofreciéndonos su íntimo más íntimo sin vacilar, sin dudas, con total gratuidad
y haciéndolo además cercano, próximo.
A fin de cuentas, y ahora que estamos
en pre campaña, lo que nosotros como votantes queremos, es que los candidatos y
los partidos muestren enteramente lo que son, y desnuden su programa electoral,
aunque no lo hacen, y pretenden que en lo que quieren ocultar nosotros les
demos total confianza. Si? Bueno, nos sirve para ver qué diferente relación
propone Dios para la humanidad comparada con las propuestas que cada cierto
tiempo pretende tener la política con nosotros.
Igual con nuestras relaciones, Jesús nos
invita hoy a desnudarnos, a dar lo que somos, a ofrecernos naturalmente y sin
tapujo a amar. Podemos aprender de él que no nos oculta nada, o podemos
aprender del poder que quiere ocultarlo todo.
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