JUAN
16, 12 – 16: »Muchas cosas me quedan aún
por decirles, que por ahora no podrían soportar. Pero cuando venga el Espíritu
de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia
cuenta sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir. Él
me glorificará porque tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes. Todo
cuanto tiene el Padre es mío. Por eso les dije que el Espíritu tomará de lo mío
y se lo dará a conocer a ustedes. »Dentro de poco ya no me verán; pero un poco
después volverán a verme.
Podríamos decir que lo que Jesús está pidiendo a
los suyos es que se preparen para hacer un ejercicio de confianza, que además
debe ser más firme en tanto tienen que creer lo que no podrán ver. Quizás la
mejor manera de prepararse para llegar a tal objetivo sea poniendo la confianza
en los demás, primero dentro del grupo con el que se convive y después saliendo
a creer en el mundo. Jesús habla de muchas cosas que aún quedan por explicar,
pero sin que este ejercicio de confianza no sea efectivo en nosotros no
podríamos soportar aquello que aún el Cristo nos tiene que decir. Y al paso de los
siglos nos encontramos casi-casi en la misma situación: que Dios mantiene su
confianza en el ser humano y que al ser humano le cuesta confiar en el otro.
Jesús solicita que confiemos en el Espíritu
porque proviene del Padre y comunica lo que Cristo es, pero también nos dice
que el ser humano en tanto que expresa la imagen de Dios debe tener, también,
confiabilidad. Bien, es nuestro ejercicio más difícil porque lo propio del ser
humano está en desconfiar a medida que vive, o que se hace mayor. Un bebé viene
al mundo para confiar en que sus padres harán con él con amor y cuidado, y así
vivirá su infancia confiando en los padres y en el entorno (podemos recordar
que lo primero que se dice a un niño es que no se fíe de los desconocidos) a
pesar de ser enteramente desconocido. Pero desde esa edad ya nos viene la
desconfianza, a veces por temor, otras por decepción, otras por intuición y
algunas por naturaleza. Pero sea de la forma que sea lo cierto es que el
terreno vital se va segmentando y poniendo límites a la alteridad.
Conforme a pasado los años pedir a alguien que
confíe puede ser un verdadero trauma, incluso puede que no se consiga. Viejas
cicatrices y heridas mal curadas que nos dificultan la confianza, o relaciones
de las que salimos a golpes y que nos encierran en nosotros mismos. ¿Por qué a
mí?¿Qué he hecho yo?... Si nos fijamos en el auge de las sectas y en el
prototipo de persona que se acoge a ellas, vemos que en su mayoría son éstos
heridos de la relación que buscan consuelo, afecto, ser escuchados…
No pierdan la confianza en este mundo, en esta
gente, en este momento de la historia que nos toca vivir; crean en su
compañero, en su esposa, en su amiga, en su padre… háganlo a pesar de las
circunstancias, de los gestos, de los malos entendidos, de las disputas, de los
fracasos y de las decepciones, porque si se dejan vencer por la desconfianza
marcarán su vida con el sello de la insatisfacción, y aunque quieran parecer
alegres, buenos, caritativos, religiosos… su interior se pudre. No proyecten en
nadie su frustración, sus miedos, sus carencias… y quieran justificarse, porque
al final de qué vale vivir!?
Bonhoeffer dijo que es en este tiempo de silencio
y en el que no vemos a Dios que más tenemos que creer en Él, porque ahí es
donde se manifiesta Dios.
Dense una oportunidad y den otra oportunidad. No
digo que tengan que mantenerse en relaciones que les perjudiquen sino que éstas
que les han dolido no condicionen a las demás. Si les dolieron vean al Cristo,
que su amor por el mundo también le causó dolor, y entréguense con Él como Jesús
se mostró en la cruz, y vivan, como en resurrección, porque es la voluntad de
Dios, que vivan plenamente.
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