JUAN
21, 20 – 25: Al volverse, Pedro vio que
los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había
reclinado sobre Jesús y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que va a
traicionarte?» Al verlo, Pedro preguntó: —Señor, ¿y éste, qué? —Si quiero que
él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme no más. Por este
motivo corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría.
Pero Jesús no dijo que no moriría, sino solamente: «Si quiero que él permanezca
vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?» Éste es el discípulo que da testimonio de
estas cosas, y las escribió. Y estamos convencidos de que su testimonio es
verídico. Jesús hizo también muchas otras cosas, tantas que, si se escribiera
cada una de ellas, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo
entero.
Jesús hizo muchas cosas, algunas las conocemos más o menos a la luz de los
evangelios, que interpretaron pasajes de la vida del Rabí según el mensaje que
cada uno de ellos quería dar, ya fuera a los creyentes o a sus comunidades.
Como la escritura ha sido un bien escaso en las culturas primitivas, las
recopilaciones de textos sobre Jesús que han llegado hasta nosotros sólo
presentan a Jesús dentro de un marco teológico determinado, no sabemos de su infancia,
ni de su adolescencia, ni de muchos aspectos de su día a día, relaciones
personales, gustos... Por tanto, más que biografía, lo que leemos es un mensaje
que quiere justificar algo, en el caso del evangelio de Juan, que Jesús es el
Hijo de Dios.
Al final, y sucede igual en la vida, nos quedamos cada uno con la historia
que queremos contar. Tenemos a mano olvidar hechos, pulir aspectos personales,
engrandecer o no un determinado suceso, o establecer un itinerario de sucesos
que nos llevan a un punto culminante en nuestra historia. Por eso, hay muchas
noticias alrededor de la figura de Jesús que no tienen ninguna relevancia: que
si han encontrado sus huesos, que si era rubio, delgado, con barba, que si
estaba casado, que si fue rabino…, todo esto carece de importancia para los
evangelistas, que quieren transmitir un mensaje.
Fijémonos en nuestra sociedad: en política, lo último que miramos es el
mensaje del candidato, y todas las miradas van a sus cuentas, a su aspecto, a
si se saluda o no con aquella candidata, si insulta, o si cae bien… Y mientras
la campaña sucede entre pasarelas, ¿ustedes conocen sus programas?¿Cómo van a
hacer lo que prometen? Es inaudito, parece que no hay debates sobre lo
importante sino sobre el aspecto, lo superficial. Lo mismo pasa con el deporte,
o con el trabajo y el número de parados, o con las previsiones y la ocupación
hotelera, o…
Creo que podemos ver perfectamente la distancia que hay entre los
evangelios y nuestra realidad vivida, que nos separa de lo esencial para
llevarnos al terreno de la pompa, como si después fuera más fácil distraernos
con cualquier animalada. En lo superfluo no hay nada que merezca la pena
conocer, como en las relaciones de verdad lo importante es dar a conocer lo más
íntimo de cada uno, precisamente para mostrar lo más esencial de nosotros
mismos, nuestro cuerpo desnudo.
Un telediario tiene muchas cosas que contar, muchas imágenes, muchos
testimonios, mucho impacto, muchos desastres, muchas victorias… Pero lo más
esencial que ocurre en el día a día queda vetado, y rara vez logramos acceder a
la información de verdad, la que no está pintada según los intereses políticos.
Y pasa el noticiero, y a fin de cuenta sólo nos enteramos de lo que ellos
quieren.
El mensaje del evangelio es claro: Jesús, verdadero Hijo de Dios,
entregando su vida por nosotros nos hace herederos de la salvación de Dios. Y a
partir de aquí podemos dar vuelta sobre vuelta.
Y el mensaje del mundo, ¿cuál es?
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