MATEO 5, 43 – 48: Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a
tu enemigo.” Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los
persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Él hace que
salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos. Si
ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no
hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus hermanos
solamente, ¿qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? Por
tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto.
A lo largo de estos días estamos leyendo pasajes que nos dicen que hay que
comportarse así o que hay que comportarse asá, estamos dentro de una especie de
decálogo que empieza en el sermón de la montaña y que terminará cuando el
evangelista proponga el capítulo de las dos bases. Yo empezaría con ese pasaje
de las bases, porque si nuestra roca fundamental es Cristo entenderemos que no
necesitamos vestirnos de tanta normativa. Se dice que es necesario hacer esto o
que un cristiano debe hacer lo otro, pero ¿dónde queda la libertad del
individuo cuando estamos reglamentando su vida y su forma de ser? Hoy se nos
solicita de un algo para que nuestro amor sea más que el mostrado por
publicanos o gentiles pero en el fondo no hacemos sino dar vuelta sobre vuelta
a las reglas de comportamiento.
Ser de Cristo no se logra por el simple hecho de someterse al amor a los
enemigos, eso puede hacerlo cualquiera y no por ello vivir a Jesús. Así ocurre
que bajo el nombre de cristianos viven una multiplicidad de personas que a
pesar de esforzarse en el cumplimiento de todas las reglas que vierten los evangelios
no logran la esencia de la persona de Jesús, la comunión con el Espíritu o la
presencia de Dios. Y no será porque no sean buenas personas, eso yo no lo pongo
en duda. Pero en el cumplimiento de la norma, sea cual sea, no hay
necesariamente vida. Quizás haya un modo, un estilo, una forma, un grupo… pero
no hay identidad, ni originalidad y todo queda sometido a la regla. Lamentablemente
eso se vive en cualquier rama del cristianismo: católicos, evangélicos,
protestantes, ortodoxos…
Ser perfecto como el Padre es perfecto es complicado, ser santo como el
Padre es santo es muy complicado… Todo esto es propio del judaísmo de aquella
época, de la religión de aquel momento y responde a la situación del entorno de
Jesús. Malos y buenos, justos e injustos también sólo responden a la
configuración jurídico-religiosa de la antigua Israel. Buenas reglas, buenas intenciones,
pero todo se queda en un ámbito no vivencial. Yo no me atrevo a decir quién es
quién o qué es quién, no me gustan estos pasajes en los que parece que unos, o
la forma de hacer de unos, tenga más valor que la vida o el comportamiento de
otros. Quisiera saber lo que diría Jesús.
No se sometan a ninguna regla, vivan en plenitud su cristiandad o lo que
sean, tengan plena potestad para elegir su camino libremente y para poder hacer
o dejar de hacer en esta vida que Dios les ha dado. Sean bondadosos,
respetuosos, ayuden cuando puedan ayudar, gocen de la amistad, del amor, de la
belleza y singularidad del mundo, las personas, los animales… Huyan de la
imposición, de la etiqueta y de la recompensa y vivan, por favor, gasten esta
vida que tienen. Amen, quieran y no hay nada más, sean felices!