Marcos 1, 21-28: En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en
Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se
quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino
con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un
espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús
Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte,
salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con
autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera
de Galilea.
Nos situamos en
sábado, en una sinagoga y en Cafarnaum, tres elementos de características
puramente judías que hoy nos acercan no al Cristo, sino al Jesús, judío, en su
época y tiempo determinados. El evangelista nos emplaza a entrever al Jesús
hombre que participa de la actividad religiosa de su tiempo. Desde aquí, hoy,
vamos a ver cómo se sucedían aquellas prácticas de los primeros siglos de
nuestra era d.C.
Estos oficios tenían dos partes:
una oración, otra lectura y exposición de la Escritura: primero de la Ley y
luego de los Profetas. Esta exposición estaba a cargo de un sacerdote, del jefe
de la sinagoga, o a quien invitase éste, entre las personas que juzgase capaces
de hacer una exposición. Esta no consistía sólo en parafrasear la Ley; podía
ser una exposición literal o alegórica, reglas de conducta, parábolas,
exhortaciones, etc. El tema era libre, amplio; pero el método, no. Este
había de ser autorizando la exposición, sea con la Escritura o con la
tradición: sentencias de los rabinos. Hacia el centro de la sinagoga había una
plataforma o tribuna, donde tenía su asiento el jefe y los miembros más
respetables de la misma. Allí estaba también el sitio del lector y del que iba
a hacer la exposición. Desde allí habló Jesús.
De esta exposición, lo que causó
“admiración” en los oyentes, y que recogen Marcos y Lucas, es que “enseñaba
como quien tiene autoridad, y no como los escribas”. No sólo la sorpresa de los
oyentes está en el método que oyen, sino también en la doctrina que
expone; o mejor aún, en la doctrina nueva, expuesta con el método nuevo de
su propia autoridad. Los expositores de la Ley y los Profetas, con
margen de exposición, tenían que fundamentar ésta en la Escritura y en la “tradición,” que eran las sentencias de los
rabinos. Este método no era más que una cadena de dichos: “Dijo rabí
tal., y rabí cuál dijo.,” y así en una serie inacabable de sentencias, sin
resolverse nada.
Jesús se dirige a la Escritura
más que a los rabinos, a las palabras de los Profetas más que a las sentencias
que no conducen a nada. Es directo en su exposición y lo que propone viene, no
de lo que otros dicen, sino de aquello que le interpela de la Sagrada Escritura
directamente. Jesús, de ese modo, interpela también a las gentes en la sinagoga
desde los textos sagrados y esa autoridad no proviene de lo sobrenatural sino
de un cambio en el método empleado que no quiere dilatarse en discusiones como
se acostumbraba sino que pretende acercar el mensaje de la Ley y los Profetas
al pueblo.
Devuelve, en definitiva, la
autoridad del mensaje a las Escrituras.
Aunque el pasaje se adorna luego
con la narración del endemoniado, no tengo hoy pretensiones espirituales
mayores que esta del mensaje del evangelista en boca de Jesús que clama un
regreso a las Escrituras. Escuchen la palabra de Dios desde la propia palabra
de Dios escrita. No hagan a un Cristo de chocolate, ni edulcoren su mensaje,
entiendan también que no siempre se halla una respuesta a nuestras situaciones,
que no es ninguna panacea. Jesús nos invita a leer las Escrituras, a
escudriñarlas, a conocerlas, a disfrutarlas. De ese modo a conocer a Dios, a
este Dios desde la teología judía hasta la teología cristiana que nos propone
una relación personal.
Hoy entramos en plano más físico
de la Palabra, vemos como el Verbo encarnado nos conduce a la fuente verdadera
y como nos aleja de las pasiones de los hombres y de su elocuencia, sabiduría,
interpretaciones… Hoy proponemos un regreso a las fuentes, al mensaje y al
entendimiento del tiempo y la cultura del Nazareno y de los evangelistas. Es
bonito interpretar las palabras de la Escritura pero también es cierto leerlas,
comprenderlas y estudiarlas.
Feliz domingo!!
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