MARCOS
7, 24 – 30: Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no
quería que nadie lo supiera, pero no pudo pasar inadvertido. De hecho, muy
pronto se enteró de su llegada una mujer que tenía una niña poseída por un espíritu
maligno, así que fue y se arrojó a sus pies. Esta mujer era extranjera,
sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara al demonio que tenía su
hija. —Deja que primero se sacien los hijos —replicó Jesús—, porque no está bien
quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros. —Sí, Señor —respondió la
mujer—, pero hasta los perros comen debajo de la mesa las migajas que dejan los
hijos. Jesús le dijo: —Por haberme respondido así, puedes irte tranquila; el
demonio ha salido de tu hija. Cuando ella llegó a su casa, encontró a la niña
acostada en la cama. El demonio ya había salido de ella.
Es curioso que en los sinópticos, a pesar de la gran profesión de Pedro, la profesión de fe de los pueblos paganos
venga a través de una mujer y que la profesión de los poderosos lo haga a
través de aquel centurión. En el evangelio de Juan, en cambio, la profesión de
fe correrá a cargo de Marta y María… dos mujeres. El papel de la mujer en el
corpus del evangelio tiene un papel fundamental para la comunidad joánica, pero
también se deja a entrever en este pasaje que narran los sinópticos y aunque
hoy en día el “olor a macho” se va diluyendo en el evangelio, queda mucho
perfume aún por derramar sobre la importancia del papel de la mujer en la obra
de Dios y en el evangelio de Jesús.
Un dato importante, las mujeres que siguen a Jesús no sólo se encargan de mantener
al grupo alimentado sino que además aportan parte del sustento económico que
necesitarían, sin duda, para proseguir estos largos viajes alrededor del Mar de
Galilea. De entre ellas, otro dato curioso es que eran mujeres con cierto poder
adquisitivo y, por tanto, con acceso a la cultura y con una determinada
posición social. Que ellas quieran seguir a Jesús nos habla de la autonomía que
estas mujeres tenían con sus maridos a diferencia de la corriente de sumisión a
la que casi siempre se suele referir respecto del papel de la mujer.
Mujeres cultas, que aportan, que sirven y que también son discípulas. Llamadas
y amadas que con firmeza han estado no sólo siguiendo al maestro, sino a sus
pies cuando lo crucificaron, motivo por el que podemos ver la gran cercanía
entre Jesús y ellas que incluso en aquellas horas estuvieron sirviéndolo. Y
este es el ejemplo, que incluso en todo este tiempo de silencio forzado, ellas
(mujeres) han seguido comiendo de las migajas que caían de la mesa de una
historia que ha tardado en reconocerlas.
De unos cuantos años hacía ahora la situación ha dado un vuelco casi total
que ha permitido ir cediéndoles el protagonismo, aquella parte que les fue
quitada a causa de la cultura, el dominio… Y hoy en día tenemos muchas teólogas
que han aperturado el mundo hacia una nueva sensibilidad en la percepción de
ese Dios que es Padre y Madre, dándole al sentido del Amor una plenitud
desconocida.
Si yo me quedo dentro de esta interpretación que narra sobre la primacía
del pueblo judío sobre los gentiles (o los paganos) y no soy consciente de esta
mujer y no alcanzo a traerla al frente, estoy leyendo el pasaje de un evangelio
que no es mío.
En la historia de la vida se nos narra que hubo un hombre y una mujer, y
que la mujer fue en todo igual al hombre, y que entonces vio Dios que era bueno
y dio por terminada la creación. De esta historia del Génesis extraigo la
necesidad del uno para el otro, y viceversa. En la historia de la cruz se narra
el destino de un hombre que antes de expirar une a un hijo con su madre y a una
madre con su hijo.
En la historia de mi realidad, que sepa agradecer a mi madre y a mis
hermanas lo mismo que a mi padre y a mis hermanos.
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