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miércoles, 9 de diciembre de 2015

MATEO 11, 28 UN YUGO FACIL

MATEO 11, 28 – 30: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»



Vengo pensando en este tiempo sobre esta parte del pasaje que dice Jesús: mi yugo es suave, mi carga ligera. Y lo pienso porque podría parecer contraponer aquella otra que tiene que ver con coger la cruz, con afrontar los problemas del día a día, con más el sufrimiento, el desgaste, el esfuerzo… Claro, uno sin el otro no tendrían sentido. Cómo imaginar a un Jesús que nos coloca en una tesitura de “trabajos forzados”, a pan y agua, sin descanso… increíble! Uno sólo puede tomar la cruz de cada día si antes, o si en algún momento, ha podido descansar, o dejar sus cargas a los pies de Cristo. De Él lo aprendemos cada vez que en Jerusalén, se escapaba a casa de Betania, a ver a Lázaro, a Marta o a María, quienes como Él, también hacían su yugo más fácil, su carga más ligera. ¿Y si Jesús necesitó de estos momentos cuánto menos nosotros, que nos ensuciamos, que nos molestamos, que enfermamos…?

Por tanto, es muy necesario que nos convirtamos no en las mejores personas, sino en personas que tengan esa capacidad de aligerar cargas, de reconciliar realidades, de establecer puentes en la convivencia, o de ser como un bastón del que otro puede sostenerse. Un cristiano puede vivir sin elocuencia, pero no puede vivir sin agua viva porque las fuentes de la vida no logran saciar esta sed de amor. Entonces, como bebedores de Dios aprendamos también a ofrecer agua al sediento, comida al que pasa hambre y paz, estímulos de solidaridad, momentos de calor e instantes preciosos en los que sólo una mirada es capaz de traer serenidad.

Piensen que cada día tenemos este llamado a ser como Jesús, ligeros, porque cada día estalla ante nosotros con un sinfín de situaciones que nos golpean incesantemente y de las que no podemos escapar. Por tanto, sea en su comunidad, sea en su casa, sea tomando una cerveza, más que hablar escuchen, más que objetar sonrían, más saludarse abrácense y más que encontrarse, celebren, porque de todas estas circunstancias todos comemos y bebemos deseando reponer fuerzas tras otro día más, luchando, peleando, discutiendo…


Y termino: es un llamado y también un trabajo, porque en muchos momentos no es fácil ser ligeros, ni nuestra carga es suave. Que podamos aprender a restituir el dolor, el daño que podamos hacer, que sepamos pedir perdón y aproximarnos al “enemigo”, que tengamos esa capacidad de reacción y transformemos, si nuestra carga era pesada, que se haga liviana. 

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