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sábado, 29 de septiembre de 2018

JUAN 1, 47. BAJO LA HIGUERA

  Juan 1, 47 – 51: Aquí tienen a un verdadero israelita,  en quien no hay falsedad. --¿De dónde me conoces?  --le preguntó Natanael.  --Antes que Felipe te llamara,  cuando aún estabas bajo la higuera,  ya te había visto. --Rabí,  ¡tú eres el Hijo de Dios!  ¡Tú eres el Rey de Israel!  --declaró Natanael. --¿Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera?  ¡Vas a ver aun cosas más grandes que éstas!  Y añadió: Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo,  y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.


Si hablamos de creer en cosas grandes qué duda cabe que nos llevamos la palma. Ciertamente hay cosas descabelladas dentro de la fe cristiana. Acontecimientos, dogmas o esperas que parecen más de locos que de cuerdos, sin entrar en mayor detalle. En este caso, escondida queda la espera mesiánica de tiempos de Jesús en que el pueblo esperaba aquel libertador político y social que sacara el yugo de los creyentes al que, desde mucho tiempo atrás, los tenía oprimidos.

En el Evangelio de Juan se mezcla lo mesiánico, lo apocalíptico y lo escatológico entre tradiciones que alcanzamos a vislumbrar en la redacción del cuarto evangelio.
Natanael espera al Mesías, como Felipe, cuando identifica al Rey de Israel. De otro lado, la imagen que nos deja el evangelista en boca de Jesús parece tener otro carácter más apocalíptico, ángeles que suben y bajan, signo de una nueva Teofanía. Pero también, finalmente, el texto encierra una imagen escatológica, que es la instauración del Reino de Dios, la plenificación de los tiempos.

Todo un poco complicado, no? Si a ello le sumamos el influjo helenista con que la interpretación se fue conformando más allá del mundo semita podría pasar, por qué no, que nos estallara la cabeza. Porque… qué y cómo creer? Qué esperar? En qué poner nuestra esperanza?

viernes, 28 de septiembre de 2018

LUCAS 9, 18. EL QUE QUIERA SEGUIRME

 Lucas 9, 18 - 24: Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.»


La pregunta de Jesús podría venir dada a causa del desconocimiento de las gentes que acudían y caminaban con Él. ¿Sería un profeta, un taumaturgo, un sabio, una gran persona? La especulación acerca de la identidad de Jesús es algo que nos acompaña a lo largo de los evangelios, tratando de llegar a demostrar, a la conclusión, de que verdaderamente Cristo es el Hijo de Dios. Para ello se ayudarán de genealogías, de señales y de signos, de seres trascendentes, de teofanías y de conversas intencionales como esta que también quieren servir para esclarecer el misterio de la identidad de Jesús.

Esta situación, también, debió vivirse entre la comunidad lucana, que tiempo después, en la redacción del evangelio, tenía alguna problemática “ad intra” para resolver la cuestión de Jesús. ¿Quién fue?¿Quién es para el creyente?¿Qué percepción dejó entre sus contemporáneos, amigos y enemigos? El Mesías de Dios, el Hijo, el ungido, el unigénito, el Salvador… ya sea para griegos o para judíos los sinópticos pueblan de títulos a Jesús de quien quieren decirnos que es de Dios, que es Dios.

Esta problemática de principios de nuestra era aunque prosigue en la actualidad, no lo hace con la misma fuerza. La historia, la educación y la fe han crecido, se han desarrollado, se han impuesto, han conquistado y hoy no nos es tan difícil hacer un ejercicio de comprensión del Hijo de Dios, como tampoco la hay de regresar a los problemas cristológicos de los primeros siglos para determinar su naturaleza…

Pero, sigue siendo necesario acudir a la segunda parte del texto para encontrar la misma controversia en las gentes de un espacio u otro. Lo verdaderamente difícil ya no es determinar a Jesús sino que lo complicado estriba en perder la vida, en solidarizarnos con el destino de muerte de Jesús, con su sacrificio, con la cruz… esto es lo que verdaderamente nos lleva locos porque de ahí sale nuestro firme compromiso, o no, con el Reino y con la humanidad, la naturaleza, las necesidades…

Hoy perder la vida supone un contexto paradójico respecto de la voluntad de Dios. Por un lado estoy convencido que quienes la pierden, por hambre, por pobreza, por enfermedad, por persecución, por atentado…, la salvan (aunque ya en otra esfera). Por otro estoy seguro que, al final, esa misma situación de muerte que el mismo mundo provoca llamará a la humanidad a la muerte que solicita Cristo, al amor, al compromiso… Quizás lleve tiempo, quizás mucho sudor, lamentablemente también mucha desigualdad, opresión, corrupción, poder… todavía, pero no perdamos de vista que la muerte del mundo está llamada a acabar y la que nos ofrece Jesús lo está a la vida.

jueves, 27 de septiembre de 2018

LUCAS 9, 7. JUAN, ELIAS...

  Lucas 9, 7 – 9: Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle.



Hay relatos que se van repitiendo sistemáticamente en los Evangelios y que nos repiten una misma historia, una intuición similar o un acontecimiento extraordinario para la comunidad creyente, en este caso la lucana. Y de cierto hay algo de paralelo entre el relato de las apariciones de Jesús y este convencimiento del tetrarca que supone a un Juan resucitado tras decapitarlo. No es que haya un paralelismo a este nivel entre Juan y Jesús sino que aquello que es común a los dos no puede, jamás, verse ni decapitado, ni encerrado en un sepulcro. Tal es la sorpresa de Herodes, su asombro, que procuraba verle.

El Evangelista nos sitúa en medio de un tiempo en que se juntan la creencia en la resurrección de los muertos, los relatos de apariciones y el mesianismo. Por tanto, de estas tradiciones se aprovecha para ponernos un poco en contexto de un tiempo histórico inusitado. La historia del pueblo es ahora historia de salvación y es un tiempo espiritual, como luego remarcará en los Hechos, para todos los pueblos.

Lucas nos dibuja diferentes escenas que significan la distancia entre Jesús y el Bautista. Una diferencia que se hace abismal con la muerte de Juan. Sólo Cristo resucita y por ello más grande es Jesús que el Bautista. Por tanto es importante tener en cuenta este pasaje porque, de cierto, algo mayor que Juan está aconteciendo a pesar del estupor del tetrarca.

Hay que buscar verle, hay que procurar saber de Él, hay que investigar, indagar, descubrir… y hay que hallar. Pues algo nuevo está aconteciendo.

viernes, 21 de septiembre de 2018

MATEO 9, 9. SIN MEDICO A LA VISTA

  Mateo 9, 9 - 13: En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»


Hoy se sientan, o nos sentamos, en el mostrador personas de diversa índole. Lo que antes podían ser publicanos como Leví ahora lo pueden ser todas aquellas personas que han contraído deuda, sea con bancos, sea con hacienda, sea con la Seguridad social, o con la luz... El poder siempre señala y lo hace porque tiene esta especial posición que nosotros mismos les hemos dado. Siempre señalan, siempre acusan, nos dejan sin casa, sin energía y además de llevarnos a los juzgados nos dejan una estela de deuda acumulada que termina aogándonos. Sin duda que Jesús, hoy, comería con todos nosotros, señalados por estas instancias al servicio de otros dioses, que dan culto al dinero y que siguen haciendo sacrificios humanos.

Me preocupa la indefensión que siente la ciudadanía ante los sacrificios que les solicitan las sentencias, los apremios, los intereses de demora y la preocupación de verse fuera de sus viviendas, por ejemplo. Estrés, nervios, noches en vela, discusiones... nos dirigen hacia una convivencia difícil, nos conducen hacia la pérdida de la razón, nos agotan con trámites y además quieren meternos el miedo en el cuerpo, porque parece que fuera de ellos no hay nada más.

Claro, qué ocurre si no puedo pagar la luz, me quedo a oscuras, se me estropean los alimentos... O si no puedo pagar la hipoteca, me dejan en la calle con lo puesto, echado fuera por agentes judiciales o por la policía... O si contraigo una deuda, me imposibilitan el crédito... Nos señalan, nos abandonan, nos asfixian.

Que Jesús se siente con nosotros me deja una doble estampa. Una de esperanza, porque siempre podemos contar con Él, que nunca nos deja, que permanece a nuestro lado. Otra de desconsuelo, porque mientras la corrupción se aviva asistimos como invitados de piedra al dominio de las elites, a la destrucción de empleo, a los recortes educativos o de sanidad... ¿Y quién se sienta con nosotros a comer?

Gracias a Dios que hoy encontramos a muchos profesionales entregados a causas humanas, que buscan y desean el bien para la persona, que tratan de reactivarla a la vida, que quieren recuperarla. Es una mesa muy grande, sin duda, por ello necesitamos más y más amigos y amigas que también quieran comer con nosotros, para que los que señalan, al final, sólo puedan dirigirse el dedo a ellos mismos.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

LUCAS 7, 40. LIMPIOS Y BESADOS

 LUCAS 7, 40 - 45Entonces Jesús le dijo a manera de respuesta: —Simón, tengo algo que decirte. —Dime, Maestro —respondió. —Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista. Uno le debía quinientas monedas de plata, y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará más? —Supongo que aquel a quien más le perdonó —contestó Simón. —Has juzgado bien —le dijo Jesús. Luego se volvió hacia la mujer y le dijo a Simón: —¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies.



Dos actitudes enfrentadas, que viven también junto a nosotros, y que marcan una forma de hacer, una forma de actuar: aquellos que viven entregados, amando, diligentes y preocupados para que no te falte de nada y aquellos otros que cuando están contigo lo hacen o por compromiso, o porque toca. Quizás toque porque hay que firmar una transacción económica, o porque quizás hay que coincidir en un acto, en un proyecto. Ese quizás toque conlleva frialdad, distancia, despreocupación, frivolidad… ¿Han firmado ustedes una hipoteca? Nuestros prestamistas no están por la labor de perdonar, no perdonan ninguna comisión, ninguna demora, ningún impago… sea cual sea la situación. Y es curioso porque a pesar de tener en su mano la posibilidad de llegar a la paz, se aferran a la condena. Pienso, y es muy personal, que es hora de enseñarles a todos éstos a besar los pies, a lavarlos y a secar las lágrimas de las personas incluso con sus cabellos.

La educación nos ha enseñado a ser tiburones, depredadores en una fauna agresiva. Nos han enseñado lo que es el logro personal, el individualismo, el progreso, las promociones, los incentivos, el estar por encima del otro, el ser alguien importante… Vanidad! Cuando nos enseñan a permanecer impasibles ante el dolor nos están desgajando de la vida, nos deshermanan, tiñen la realidad con aislante y nos conducen a convivir a base de golpes. Eso es inadmisible! Inadmisible como el trato que cualquiera de nosotros puede recibir en el banco, en hacienda, o en juzgados, por ejemplo, porque estando como están al servicio de las personas: ni te lavan, ni te besan, ni son capaces de secarte las lágrimas.

La reivindicación primera de nuestro tiempo pasa por el derecho a la vivienda, irrespetado y negado a favor de nada, porque cuántos pisos, apartamentos o casas hay a día de hoy en la cartera de los bancos, sin inquilino, sin venderse, sin ofrecerse como alternativa o como alquiler social. Éstos son como el fariseo del pasaje, como este Simón, que viven cobrándole a la gente un peaje por existir.

El tiempo marca una urgencia hacia el perdón, hacia el perdonar las deudas (y en un sentido elementalmente económico). Quizás no estemos de acuerdo, quizás nos perjudique, quizás podamos quejarnos porque hemos estado pagando toda la vida religiosamente impuestos, comisiones, préstamos… a nosotros también se nos solicita ese perdón, y debemos darlo.

Este pasaje de hoy, por otro lado, nos enseña sobre la importancia de la acogida, de la acogida del ser humano. Nadie lo sabía, pero esta mujer fue capaz de intuir que al Cristo había que limpiarle y besarle los pies, seguramente lo más sucio que traería un Jesús que recorría camino casi sin cesar. Qué importante es saber aliviar el dolor que pueden traer nuestros amigos en los pies, que a veces será dolor, otras cansancio, otras problemas…

martes, 18 de septiembre de 2018

LUCAS 7, 11 LEVANTATE

 Lucas 7, 11 – 17: En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.


Todos conocemos muchos casos de personas que como este muchacho viven más en una especie de muerte que en plenitud de vida. Son personas que por diversos motivos como: enfermedad, precariedad económica, problemática familiar o social, dependencias… viven la vida como un sin sentido, como de un modo apático, defraudado y que termina por llevarlas a yacer en un ataúd, muertas. También, pero, hay otra serie de personas a las que la sociedad, la familia o las circunstancias colocan en esa misma tesitura a pesar de que en esas personas hay vida. Es decir, que ante el ataúd podemos encontrar a personas  que viven la vida desde el “bajón” y a otras que, aún viviendo, son subyugadas allí por la presión social, la incomprensión o la falta de posibilidades.

Sin duda que es un sector enorme de la humanidad la que se encuentra en cualquiera de estas opciones. Tras seis años ya visitando la unidad del dolor en el hospital es evidente que también existe una parte que de ningún modo quiere salir de esta situación inducida por los medicamentos y que, aunque no los cura, les proporciona un cierto bienestar.

Todos estamos llamados en Cristo a realizar este mismo milagro vivificador, sea en personas, sea a nivel social, sea incluso en el plano espiritual y religioso. Estamos llamados a comunicar vida, como Hijos de Dios, y a expresar el don gracioso de la vida eterna en Cristo, motivo de nuestra esperanza y fuente de nuestra alegría, comunión, solidaridad y amor.

Es un llamado a acudir a los cementerios de cemento, a las funerarias creadas por el capitalismo y esta sociedad de consumo, a realidades tocantes a esta crisis que atravesamos, incluso a mentalidades que han quedado enfrascadas en el conservadurismo, el miedo, el victimismo…

Por tanto, no escondan este carisma regalado por Dios, que abre los ojos de la fe, que genera vida interior, que proclama esperanza, que ayuda y crea vínculos, que es capaz de revivir y que además nos adhiere a la mejor forma de entender la vida, la creación y al ser humano, que es el amor.

lunes, 17 de septiembre de 2018

LUCAS 7. CENTURION

 Lucas 7, 1 – 10  Cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: «Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga.» Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.» Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.» Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.


Me sorprende del pasaje de hoy leer esta distancia que existe entre Jesús y el centurión. Hay como una imposibilidad de comunicación entre los dos que me asombra. Primero el centurión envía a los ancianos para que clamen a Jesús y cuando Jesús se acerca envía a unos amigos para decirle que no es digno de salir a su encuentro. El centurión no parece dudar del poder sanador del Nazareno pero, desde luego, no es capaz de tener una relación personal con Él. Es más, parece confundirlo con una especie de gurú. Diría, entonces, que este centurión confía sólo en la salvación práctica de Dios a través de Jesús y, por tanto, me sorprende la forma en que se ensalza la fe del oficial, que parece más bien de un ámbito taumatúrgico.

Pienso, desde esta reflexión, que si bien el estímulo escatológico de la comunidad lucana iba desapareciendo, pudiera ser esta exaltación de fe una necesidad de la propia comunidad que, perdiendo la tensión en la espera de la venida del Cristo, tenga que aguantar su fe desde aspectos meramente prácticos o tangibles. La fe, que habría ido resituándose a lo largo del primer siglo, no es ya cuestión de lo por venir o de los increíble sino de lo cercano y cierto. Una fe identificada en las obras más que una fe mesiánica. Una fe más de profetas que del Hijo de Dios.

Sorprende esta posibilidad en un Evangelio que identifica a este Jesús con el Salvador, con el Mesías. Un Lucas que lleva su genealogía hasta Adán y hasta Dios pareciera tener otra concepción del Cristo que no encaja con el pasaje de hoy. Misterios del evangelista, sin duda!

viernes, 14 de septiembre de 2018

JUAN 3, 13. EN PIE

 JUAN 3, 14 – 21Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto. En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios.


Levantar la cabeza prefigura la valentía para afrontar la vida, la realidad de cada uno. Da amplitud de recorrido y permite abarcar un radio de extensión mejor que cuando uno lo hace mirando al suelo. No hay que tener vergüenza, porque si en esta vida hemos fallado o tanto si las cosas no nos han salido bien nuestra opción sigue siendo levantarnos.

Lo esencial del ser humano y lo más maravilloso que tiene es precisamente esa capacidad de levantarse una y otra vez ante los sucesos de su vida, ante las adversidades y los problemas, ante la muerte y la enfermedad... Es admirable ver en la persona el deseo de vivir, de rectificar, de continuar... 

Jesús, por ejemplo, se dispone a enfrentar en Jerusalén su crucifixión y aún después del episodio de Getsemaní en el que su alma se abate, Dios refuerza su espíritu para que levantándose afronte la muerte. Podría decirnos como a Nicodemo que hay que morir para vivir, pero que entre el tránsito de un estado a otro, es necesario haberse levantado.

Hoy no hay mucho más que decir, vamos a saborear este momento en que erguidos vuelve a existir una oportunidad para todos.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

LUCAS 6, 20. SOLIDARIOS

 LUCAS 6, 20 – 24Él entonces dirigió la mirada a sus discípulos y dijo: «Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece. Dichosos ustedes que ahora pasan hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes que ahora lloran, porque luego habrán de reír. Dichosos ustedes cuando los odien, cuando los discriminen, los insulten y los desprestigien por causa del Hijo del hombre. »Alégrense en aquel día y salten de gozo, pues miren que les espera una gran recompensa en el cielo. Dense cuenta de que los antepasados de esta gente trataron así a los profetas. »Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo!


Sea por Mateo, o sea por Lucas, encontramos este espacio que es un llamado a la dicha, a la felicidad, a darla (claro) y también a recibirla. Pero mientras escuchaba el comentario esta mañana, sentado, pensé que las bienaventuranzas deben tener diferentes lecturas sea en Oriente, Occidente, norte o Sur… no pueden tener la misma lectura en España que en Nigeria, o Monrovia, o en los campitos de República Dominicana, o en Siria, por ejemplo. Y es algo que me lleva acompañando desde hace un tiempo, que para nosotros es relativamente fácil afrontar estas bienaventuranzas mientras que para muchos, muchísimos cristianos (y no sólo cristianos) no. Quién es capaz de interpretar “felices los hambrientos”??

Todos tenemos gravado aquello de que: al final, todo acabará bien. Lo hemos leído, hablado, compartido e incluso experimentado, pero no es una certeza afirmar que todo tiene que acabar bien. Las bienaventuranzas pueden ser una verdadera utopía en aquellos países donde la miseria y la violencia forjan el diario de una civilización. Nadie debería pasar hambre, nadie debería tener que llorar y a nadie se le tendría que insultar, no desprestigiar por ninguna causa. El evangelista nos reclama gozo, nos pide alegría… es el argumento de un creyente, y de un creyente de los primeros siglos (no se olviden).

Hoy podríamos decir que las bienaventuranzas deberían ser un paso hacia la solidaridad: felices los que ayudan y felices los ayudados porque se aman. En nuestra actualidad no podemos decir: felices los exiliados porque encontraran refugio cuando tenemos a todo ese groso de población transitando por Europa, o hacia Europa; hay mucha hambruna que no será saciada, por lo menos en nuestro tiempo, y hay mucha infelicidad, provocada por la crisis económica y el apetito de bancos, gobiernos y lobys.

Las bienaventuranzas son la meta que todos deseamos alcanzar, o entregar, o satisfacer, o ayudar a llegar, pero las bienaventuranzas son a día de hoy un punto de reflexión para la Iglesia y para cualquier creyente, en general: hay que asegurarlas, hay que garantizarlas. No podemos predicarlas nunca más sino está en nuestra labor el luchar por su cumplimiento, el ayudar a su cumplimiento. Jamás relativicen ese “felices los que…” por respeto y por amor, no sean insensibles al momento que vivimos porque es tiempo de dolor y en tiempos de guerra sólo cabe luchar y luchar por la felicidad en este caso.

lunes, 10 de septiembre de 2018

LUCAS 6, 6. BUSCANDO MOTIVOS

 LUCAS 6, 6 – 11Otro sábado entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada; así que los maestros de la ley y los fariseos, buscando un motivo para acusar a Jesús, no le quitaban la vista de encima para ver si sanaría en sábado. Pero Jesús, que sabía lo que estaban pensando, le dijo al hombre de la mano paralizada: —Levántate y ponte frente a todos. Así que el hombre se puso de pie. Entonces Jesús dijo a los otros: —Voy a hacerles una pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado: hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla? Jesús se quedó mirando a todos los que lo rodeaban, y le dijo al hombre: —Extiende la mano. Así lo hizo, y la mano le quedó restablecida. Pero ellos se enfurecieron y comenzaron a discutir qué podrían hacer contra Jesús.



El sábado representa en este pasaje un momento determinado de cumplimiento en la vida del judío piadoso. Un momento que no puede romperse, que debe cumplirse, que hay que acatar incluso más allá de la posibilidad de hacer bien en ese instante. Este sábado sujeta al ser humano, lo paraliza, lo retiene… pero la vida no puede guardarse, el tiempo no puede atascarse y sea el día que sea ocurren cosas: buenas o malas. Sábado puede ser cualquier situación en la que no se quiere la acción del ser humano: Hungría es a día de hoy un sábado; el bloqueo de EEUU sobre Cuba, por ejemplo, también ha sido otro sábado; la huella del narcotráfico en cualquier rincón del planeta es, nuevamente, un sábado; la guerra en Ucrania, viendo la mano paralizada de la Unión Europea… En todos estos ejemplos se pone, además, en entredicho la posibilidad de hacer el bien.

¿Qué está permitido hacer en sábado? No me atrevería a contestar rápidamente. De momento quizás tendríamos que preguntar: ¿A quién le está permitido hacer algo en sábado? Sí, sabemos que en sábado se permite iniciar conflictos si hay petróleo por el medio; si hay gas, también podemos pisar el sábado; lo pueden hacer China, EEUU, Rusia, Alemania o Inglaterra; en sábado se permite bombardear si eres de un grupo islámico, o si estás entre Israel y Palestina; los sábados llegan las drogas, las armas, la prostitución infantil y los abusos; también las grandes empresas pueden seguir explotando en sábado… Diríamos que el sábado abarca muchas cosas, pero lo que no pueden, lo que no deben y lo que no se permite hacer en sábado es el bien. Claro, recuerden, también está permitido acusarles.

El evangelista nos insta a ser como Jesús, porque lo verdaderamente valiente en este momento es hacer el bien: hacerlo y rehacerlo, sin cesar. Se imaginan que harían en África si diéramos movimiento a su mano paralizada? O qué ocurriría restableciendo el comercio justo, la banca solidaria y las energías alternativas? O y si restableciéramos al ser humano, devolviéndole identidad, dignidad y libertad?

Recuerden al doctor Galán en Colombia, a Martin Luther en EEUU, a Ghandi, a Casaldaliga en Brasil, por ejemplo. A todos les llegó la acusación por hacer bien en sábado, por molestar al poder en sábado, por restablecer al ser humano en sábado. El camino es ese, molestar, incordiar, pelear y ganar a quienes nos establecieron el sábado para que no hiciéramos nada. Todos tenemos la experiencia de encontrarnos con todo cerrado, sin un alma en la calle, con las persianas bajadas, sin actividad… No se dejen llevar por esa pauta, sería como detener el corazón y si dejara de palpitar moriríamos, aunque quizás ya hemos muerto un poco.

domingo, 9 de septiembre de 2018

MARCOS 7, 31. EFFATA

 MARCOS 7, 31 – 37Luego regresó Jesús de la región de Tiro y se dirigió por Sidón al mar de Galilea, internándose en la región de Decápolis. Allí le llevaron un sordo tartamudo, y le suplicaban que pusiera la mano sobre él. Jesús lo apartó de la multitud para estar a solas con él, le puso los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Luego, mirando al cielo, suspiró profundamente y le dijo: «¡Efatá!» (que significa: ¡Ábrete!). Con esto, se le abrieron los oídos al hombre, se le destrabó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más se lo prohibía, tanto más lo seguían propagando. La gente estaba sumamente asombrada, y decía: «Todo lo hace bien. Hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»



Bien, estamos ante el propósito de abrirnos. Abrirnos, primero, a la realidad, a nuestro diario, a las cosas que nos son cotidianas, a las necesidades que existen en nuestra casa, en nuestro barrio, en nuestra ciudad. Nos abrimos a lo que es más nuestro: la familia, pues es momento de iniciar un camino en el que va a ser necesario conocernos, amarnos, apoyarnos y sincerarnos, dando a conocer nuestros anhelos, nuestros temores, y lo que amamos (que siempre hay que decirlo, no se da por supuesto); en segundo lugar nos abrimos a la historia, al momento actual y preciso que nos toca vivir y a todo lo que sucede desde Pekin a Canadá, nos abrimos a esta crisis de la economía, de la religión y de la persona que atraviesa nuestra propia vida y a las necesidades que debemos cubrir: erradicar el hambre, detener la venta de armamento, desnuclearización de los países, aprovechamiento de las energías limpias, el problema económico… Y por último, y en tercer lugar, nos abrimos al cosmos, y esto es abrirnos a nuestra pequeñez, a ver lo diminutos que somos en el vasto universo, oscuro y frío. Somos unos arrogantes que dicen salir a la conquista del espacio, pero no somos capaces de conquistar, primero, el corazón. La cosmovisión nos permite ver con humildad qué papel juega la humanidad, cuántas cosas se nos escapan, o cuántas son realmente inaccesibles. El ser humano es pequeño, pequeño, pequeño.

Ya saben, abrirse también equivale a cualquier faceta, función, o terreno de la vida. Es aplicable a la política, pues ante los casos de corrupción, cada vez más comunes, no cabe sino levantarse en contra, limpiar la cúpula, renovar las cámaras; existe también en materia bancaria, pues a los bancos hay que exigirles ya otro tipo de interacción con el mundo y con los seres humanos, se acabaron las economías invasivas, la usura, los intereses de demora, dejar recibos como el de luz o agua impagados, o cobrar porque el usuario no tiene un duro y aunque no le pasemos la luz le pasaremos el mantenimiento de la libreta. Obviamente hay que aplicarlo a los agentes sociales: abrirse significa dejar de enriquecerse a costa de las subvenciones y de las listas del paro, de los cursos fantasma… y significa comenzar a decirle a los poderosos que ya no se mueve a nadie de su hogar.

Abrirse, hay que hacerlo ante las riadas imparables que huyen de los lugares de guerra, aunque esto  no viene de hoy sino que viene de cuando les habilitamos esa especie de campamentos, de zonas de guerra, de campos de concentración en los que estaban confinados, desde los saharauis a los palestinos, los indios o los sirianos…

Abrirse a la experiencia de Dios, que pacifica, que comunica amor, que nos hace escuchar, que nos allega a la realidad, que nos permite decidir…. Jesús quiere abrirte hoy la oída, para que escuches de qué se habla en el mundo, de qué habla el ser humano, y qué quiere decirte el Padre ante esta actualidad convulsa. Nuestro cuarto estadio abre el corazón, los oídos, la mente y las manos: para sentir, para escuchar, para pensar y para actuar.

sábado, 8 de septiembre de 2018

MATEO 1. MARIA Y JOSE

 Mateo 1,18-24: El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.


De este pasaje del evangelio de Mateo quisiera empezar por destacar algo que es fundamental, el diálogo entre el ángel y José. Y lo hago porque el evangelista, con muy inteligentemente, nos propone una verdad radical: el Hijo de Dios viene al mundo, pero viene al mundo también porque el ser humano quiere que venga.

El la época del relato, José podría haber denunciado perfectamente a Maria por la extraña forma en la que había quedado embarazada. Y aunque muchos son los que hablan de la nobleza y amor de José por María, el mensaje del evangelio trasciende aquí lo puramente sentimental y se alza hacia lo necesariamente trascendental. Que el Hijo de Dios venga es un deseo del ser humano. Ergo, hasta para este mismo caso, hasta para la encarnación, Dios cuenta con la voluntad del ser humano.

Qué importante poder entender este respeto con que el Señor trata a los seres humanos. Quizás recuerdo de los primeros días en el Edén, quizás porque somos creación suya, puede ser por tanto Amor que nos tiene, ¿Quién sabe? Este texto, que aveces pasa escondido en las cualidades, supuestas, de José abre el consentimiento a la propuesta de salvación de Dios para el hombre.

Por tanto, hoy en día, este pasaje viene a decirnos que aceptar a Jesús siempre va a ser, en parte, decisión nuestra. Dios nos propone el camino, nos muestra su salvación, indica... pero no obliga. Aunque tampoco cierra nunca esa puerta hacia Cristo, y así hombre o mujer pueden en cualquier momento dar un paso positivo para que el regalo de Jesús nazca en sus corazones.

María nos mostró la fe ciega y la felicidad de ser portadora de Aquel que viene a salvar. Ahora José posibilita la transición hacia el ser humano, y Jesús pasa a llamarse Enmanuel, Dios con nosotros, porque José también es parte de la puerta de entrada de Jesús a la humanidad y Jesús viene para estar con nosotros, para vivir con nosotros, para sufrir por nosotros y para mostrarnos, enseñarnos, posibilitarnos... No habría Enmanuel sin el silencio de José, y no habría Jesús sin su fe.

¿Quién sabe si Dios, que todo lo puede, habría podido hacerlo de otra manera? Seguramente. Pero Mateo nos dice que Dios, cuando hace algo, quiere contar con el ser humano.

Por tanto, siéntete privilegiado, o privilegiada. Dios quiere contar contigo, con tu opinión, quiere escucharte, desea que entables conversación con Él, que intimes. Él va a ayudarte a descubrir el mundo, te enseñará a amar, a caminar, a vivir... pero los pasos con los que un Padre coge primero a su bebé para sostenerlo, pasan luego a una mano, y finalmente el pequeño camina ya por su propio pié.

Pero el pequeño, siempre puede pedirle al Padre, o a la Madre, que le de la mano, porque dar la mano nos aporta seguridad, y jamás, JAMÁS! Dios negará esa mano al ser humano. Porque Jesús, que viene de Dios, ahora nace con el consentimiento del hombre.

viernes, 7 de septiembre de 2018

LUCAS 5, 33 MUNDO VIEJO/NUEVO

 LUCAS 5, 36 – 39Les contó esta parábola: —Nadie quita un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De hacerlo así, habrá rasgado el vestido nuevo, y el retazo nuevo no hará juego con el vestido viejo. Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará reventar los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos. Y nadie que haya bebido vino añejo quiere el nuevo, porque dice: “El añejo es mejor.”


El evangelista nos sitúa hoy ante un buen ejemplo que utiliza para referirse a la doctrina de Jesús en contraposición con la doctrina de los fariseos, con los que viene discutiendo, e incluso con la de los discípulos de Juan el Bautista: el vino del Padre no es el vino de los hombres, la Palabra de Dios no son nuestras leyes. Pero si bien una cosa son las doctrinas, otra cosa muy distinta sucede en el global de nuestra vida y es que vino nuevo y vino viejo terminan por mezclarse, ya sea por tradición, por herencia, por educación o por el motivo que sea. Lo hemos visto en cualquier transición, en el paso de los setenta a los noventa, de la religiosidad a la secularización, del Holocausto a la acogida de refugiados… El mundo es el ejemplo perfecto de un odre viejo que contiene vino nuevo, y de un vestido nuevo, rasgado, que a veces se remienda.

Nosotros somos odres viejos, en nuestro interior conviven muchos tipos de vino, desde el más joven al añejo, desde el que está agriado al mejor, un único cubículo, una sola barrica capaz de contener diferentes líquidos e incluso capacitada para terminar con unos y renovarse con otros. La clave, diríamos, está en saber vaciarse o aprender a vaciarse porque es necesario desprenderse de todo mal, de toda avaricia, de toda ira, de todo ego para llenarnos de Dios, de amor a los demás, o de generosidad, por ejemplo. Esa es la fórmula ideal para todo hombre o mujer que quiera vivir en libertad, vaciarse de toda regla, de todo prejuicio, de toda doctrina, de toda opresión. Vaciarse, sabemos, también es como el preámbulo para llegar a lo espiritual, desprenderme de lo físico, de las riquezas, de mis seguridades. Hay que aprender a vaciarse.

Pero no siempre es posible, y no tiene que quitarnos el sueño cuando vino viejo y vino nuevo deben convivir. Nos pasa en la vida conyugal, en la vida de pareja, en las relaciones unos y otros. Hay discusiones, disputas, diferencias, posiciones, normas, tradiciones… lo de siempre no sabe acoger a lo nuevo, y lo nuevo quiere imponerse a lo de siempre. Y cuando eso ocurre en toda comunidad se vive un tiempo de agitación, y se derrama vino viejo y se derraman vino nuevo, y marcha gente (nueva y vieja). Lo podemos ver en el ámbito civil, en el ámbito político, en el ámbito económico y mucho más en el ámbito tecnológico, que aunque se renueve el vino y los odres siempre resta alguno antiguo, viejo, tradicionalista, obsoleto… Hay un viejo reclamo que dice: renovarse o morir.

Cristo diría: hay que morir a lo que somos cada día, en cierta manera hay que saber vaciarse para que cada día entre, en nuestro interior, nuevamente ese aire, ese vino, ese Espíritu del Señor. Lo mismo diría a las instituciones, en especial a la Iglesia, con sus odres rotos y sus vestidos viejos repletos de remiendos: vacíense! No queremos una iglesia repleta de egos, de autoridades, de intransigentes, de inmovilistas… No queremos odres por los que no pasa el vino de la vida, el vino de la historia, el vino de la humanidad.

Hoy resulta paradójico que aunque vamos a iglesias vacías, uno siempre las encuentra llenas, pero hay que saber leer el tiempo que vivimos, ver lo evidente, que ese vino está picado, agria, disgusta, que hay que vaciarlo, lavarlo y volverlo a llenar.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

LUCAS 4, 38. FIEBRE ALTA

 LUCAS 4, 38 – 43Cuando Jesús salió de la sinagoga, se fue a casa de Simón, cuya suegra estaba enferma con una fiebre muy alta. Le pidieron a Jesús que la ayudara, así que se inclinó sobre ella y reprendió a la fiebre, la cual se le quitó. Ella se levantó en seguida y se puso a servirles. Al ponerse el sol, la gente le llevó a Jesús todos los que padecían de diversas enfermedades; él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó. Además, de muchas personas salían demonios que gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero él los reprendía y no los dejaba hablar porque sabían que él era el Cristo. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar solitario. La gente andaba buscándolo, y cuando llegaron a donde él estaba, procuraban detenerlo para que no se fuera. Pero él les dijo: «Es preciso que anuncie también a los demás pueblos las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado.»


Hoy la propuesta de este pasaje tiene algo de medicinal: curen, curen al ser humano, háganlo tanto física como espiritualmente y si en el mundo hay médicos que ya se ocupan de sanar el cuerpo, a ustedes les corresponde sanar el alma. Además es un mensaje universal que debe ser anunciado a los demás pueblos, o a las otras religiones, o culturas, o profesiones si ustedes quieren porque ya sea un musulmán, o un empresario, o un africano también tiene en su interior esa vocación medicinal cristiana.

El evangelista además nos apunta lo siguiente, que todos quienes han sido sanados se incorporan y se ponen a servir. ¿A nosotros?¿Al cristianismo? Yo diría que a la vida, todo aquel que se ha beneficiado de nuestro servicio medicinal se incorpora a la vida, primero, y esto es a recuperar su libertad y su dignidad; todo aquel que ha sido liberado del mal, que es la enfermedad, toma una opción por la vida y nosotros lo veremos en más dedicación, más entrega, más ilusión y más amor. La medicina es gratuita, recuerden, y nadie tiene por qué ponerse a nuestro servicio, mi mayor contentamiento está en ver cómo aquella que estaba enferma retoma su vida y se apasiona con ella.

Por tanto este sanen podría bien ser un: recuperen al ser humano, arranquen a la humanidad de la enfermedad, de su oscuridad, de tanta lamentación, de la crisis y devuélvanle a la vida. No los condicionen, porque el camino de Dios es gratuidad y si aquel que viene no es feliz ¿no lo estaremos volviendo a enfermar? Así pues, pongan su campaña en la plaza, repartan medicina, cuidados, cariño, vendas, gasas… somos un hospital de campaña diría el Papa Francisco, un hospital de guerra, uno de urgencias porque cuando uno ingresa por urgencias nunca es rechazado, y no importan las pólizas, o si tiene o no la ciudadanía… todo el mundo tiene derecho a la atención.

La salud es un derecho universal, muchas veces habrán oído que no se valora lo suficiente hasta que se pierde (la salud) y es verdad, pero recuerden que todos enfermamos un día u otro, algunos de más gravedad, otros no, pero la enfermedad está ligada al ser humano y la salud en situación de vulnerabilidad. Jesús dijo que venía a traer sanidad, a traer descanso, a aliviar nuestras almas, a cargar con la cruz… pues un poco, por lo menos, tenemos que sentirnos parte de este Jesús colaborador con el ser humano, que es este Dios preocupado por su creación, atento.

domingo, 2 de septiembre de 2018

LUCAS 4, 16. INSTITUCIONES

 Lucas 4, 16-19: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.”


Podría empezar diciendo que igual que aquella Sinagoga es la Iglesia. Es decir, que ambas se convierten en un lugar de reunión en el que se guarda silencio y en donde suena extraño e inaceptable todo aquello que suena a cambio, innovación, frescura… En la Sinagoga, como en la Iglesia, los asistentes se reúnen para leer la Ley y los Profetas o para celebrar la Eucaristía, según el caso. En ambos lugares hay un ritual, una ceremonia religiosa al amparo del servicio dedicado a Dios. En ambos casos se cita, se canta, se reza… Y como en el pasaje de hoy, si Cristo estuviera también haciendo lo mismo en la Iglesia saldría apedreado, porque Jesús da respuesta a una necesidad humana como es la libertad, el año agradable del Señor.

Jesús elige un lugar público como las sinagogas, lugares de encuentro de toda la comunidad. No hace un inicio de su ministerio en privado. Sería la idea de Lucas de proponer el pasaje en el lugar de encuentro de su comunidad, de su pueblo, donde Jesús, al lado de sus hermanos, diría: - esto que añoramos, pedimos… es aquí y ahora.

Podríamos decir que Jesús aparece transgresor en medio del pueblo. No al margen de la gente, de la realidad, de las cegueras o sufrimientos reales. Aquello está aconteciendo  en un lugar abierto. Esta primera irrupción del actuar del Espíritu de Dios por medio de su Hijo es allí, en un espacio público, Nazaret. La dinámica del actuar de Dios es irrumpir en la marginalidad. Aquí irrumpe en medio de la gente, no en el desierto, hay presente el elemento de la encarnación. Jesús recoge todo el deseo de un pueblo religioso en su relación con Dios porque lo que espera con Dios es esta libertad, este año de gracia, porque se sienten al margen. Israel hace tiempo que tiene esta plegaria en sus labios y Jesús lo único que hace es decirles: señores, esta plegaria ya ha sido escuchada por Dios, ya se cumple.

No obstante, y como nos ocurriría en la actualidad, la Sinagoga formaba parte de una realidad institucional y de una religión que limita, que pasa de padres a hijos de una forma brutal, sin alternativa. En este contexto es cuando se alimenta el temor de la institución a dejarse conmover o trastocar por el carisma, que tiene otra forma de resonar en los corazones de la gente. Hay una forma conocida que estaba bien pactada, un ritmo escenográfico y ritual… Pero cuando el carisma irrumpe, todo queda en volver a escuchar la voz de Dios. La vida de Jesús, siempre, es un cuestionar.

Las instituciones sacan palos, persiguen a los herejes, vierten toda su potencia en rituales vacíos y, encima, se quejan de que en sus celebraciones hay poca gente. Tan preocupados como están por la ortodoxia y la liturgia han dejado de lado al amor y al servicio, a la novedad y la libertad, a entender que los movimientos de Dios les son ahora desconocidos.

sábado, 1 de septiembre de 2018

MARCOS 7, 14. DESINFORMADOS

 MARCOS 7, 14 – 23: De nuevo Jesús llamó a la multitud. —Escúchenme todos —dijo—y entiendan esto: Nada de lo que viene de afuera puede contaminar a una persona. Más bien, lo que sale de la persona es lo que la contamina. -- Después de que dejó a la gente y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron sobre la comparación que había hecho. —¿Tampoco ustedes pueden entenderlo? —les dijo—. ¿No se dan cuenta de que nada de lo que entra en una persona puede contaminarla? Porque no entra en su corazón sino en su estómago, y después va a dar a la letrina. Con esto Jesús declaraba limpios todos los alimentos. Luego añadió: —Lo que sale de la persona es lo que la contamina. Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona. 


Bien podríamos adaptar el símil que utiliza el evangelista en nuestro tiempo moderno, aunque al revés. En este sentido tendríamos que preguntarnos cuánto hay de inputs externos que afectan o influyen en la persona. Publicidad, prensa, opinión, campañas… son herramientas en las que hoy se dispone la erótica del poder porque inciden directamente en el corazón de las personas. Lo hacen sin tregua, implacables! Desatendiendo los criterios fundamentales de objetividad y veracidad en la información, por ejemplo, sólo movidos por alentar las ideologías que hoy, lamentablemente, se hacen tan evidentes. Hoy, definitivamente, tenemos una contaminación externa que nos somete y nos mueve, nos dirige y domina.

Por otro lado, ciertamente el mensaje del evangelista puede ser válido para esta situación. En la novedad de la vida irrumpe de un modo maravilloso la novedad del Evangelio, siempre aplicable. Somos nosotros, las personas, quienes debemos recuperar el señorío de nuestras vidas ante lo que ocurre en nuestro mundo. De ese modo dejar de ser vehículos de confrontación para devenir, por lo menos, en piezas de coherencia, pacificación y criterio propio (cada uno desde sus propias convicciones).

Es difícil no dejarse llevar por el fanatismo, por la desdibujada injusticia, por las opiniones de expertos que nos resitúan en un mapa geo-político intencionado. Aquí es trabajo de todos tratar de potenciar una información cierta, bajo un criterio de verdad, que permita objetivizar estas informaciones, públicas o privadas, hoy manipuladas que terminan en la bolsa de lo “fake”. Es trabajo de todos!

Las instituciones no van a hacer nada. Ni aquel gobierno al que han votado, ni aquella oposición que discute en el Parlamento, ni esta Iglesia que anda preocupada en batallas de poder (y en que no salga demasiado perjudicada su imagen)… Es, pues, ya no tiempo de juzgar males sino de procurar bienes y para ello hay que luchar.