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viernes, 30 de noviembre de 2018

MATEO 4, 18. VENID CONMIGO

 MATEO 4, 18 - 23Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron. Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.



Lo más precioso de la vida, aquello que puede darle pleno valor, es sentirse llamado a… Claro, en nuestro caso diremos que es el llamado de Cristo el que nos abre las puertas de la fe, y de la vida cristiana, pero en todos los ámbitos y religiones existe también un llamado, que es universal, porque en definitiva, aunque con distinto nombre, aquello que nos llama viene a ser la misma cosa. Quizás alguien se siente llamado por la vida, otra se siente llamada a ayudar, otro siente el llamado del amor y aún alguna siente un llamado a la maternidad… Que seamos llamados nos indica que alguien (o algo) nos llama, y esta es una prueba innegable de la trascendencia, que existe, que sentimos, que nos acompaña, que nos conoce y que quiere sernos cercana.

Cada cual puede poner un nombre, una creencia, una espiritualidad, un camino… pero todos convergemos en el llamado a… que es como el sentido de nuestra vida, la respuesta a la pregunta ¿Para qué estamos aquí?

Bien, que lindo para nosotros entender que desde siempre somos llamados a la libertad y al amor. Somos llamados como estos discípulos a favor de la humanidad, para liberarla de este mar de problemas por el que muchas veces se tiene que navegar y que es inexcusable, y que nos somete. Ser pescadores de hombres es un llamado a afrontar estas dificultades con nuestros semejantes para, de algún modo, traerlos a la orilla, a tierra firme, darles descanso y comida (que sería libertad) y la oportunidad de que siendo libres puedan elegir qué quieren hacer, cómo quieren vivir… Y ese es el llamado universal que hace Dios, que aquello que Él creo en libertad recupere su estado auténtico.

Pescar hombres no significa necesariamente llevar a las personas a Dios, aunque también. A las personas sólo hay que liberarlas. Si después deciden que se quedan con Dios, con Cristo, con nosotros, será fantástico, pero si deciden que no, que nuestra propuesta no les interesa que también sean libres para decirlo, porque Dios no quiere obligar a nadie a seguirlo, a ser cristiano, sino que desea ver al ser humano viviendo en libertad, feliz, porque en esa felicidad también hay expresión del Padre.

Dejemos que cada cual elija, pero procuremos que todo el mundo tenga esa capacidad de elegir libremente, sin sometimientos, sin presiones, sin lazos, sin prisiones. De la oscuridad a la luz admirable hay un camino muy intenso de transformación, pero jamás de obligatoriedad. Podemos llevar a las personas a descubrir esa luz, pero no podemos sujetarlas para que la acepten como nosotros la entendemos.

Vencer al mal que oprime es la prioridad, y después veremos y aceptaremos, porque nuestro llamado no es a una etiqueta sino a la vida.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

LUCAS 21, 12. LA VIDA DE UNA PERSONA

  LUCAS 12, 15 – 21Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes. Entonces les contó esta parábola: —El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.” Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida.” Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?” »Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios.


El evangelista nos enseña hoy sobre la importancia que tiene compartir las cosas, mas si entre estas cosas están: la vida o la fe, porque ni la vida, ni la fe, tienen un carácter de egoísmo sino que, partiendo del Padre, son entregadas para la humanidad y en beneficio de la humanidad. El aspecto relacional que identifica a toda persona puede ilustrarnos más perfectamente en cómo para que algo pueda llegar a ser “pleno”, o completado, debe no sólo forjarse en nuestro interior sino que, además, luego debe proyectarse hacia afuera. Así, cualquier signo de transformación, de crecimiento, de bondad… sólo se hace visible a través de las obras, que son los signos externos de la obra de Dios en nosotros.

¿Qué ocurriría si hoy reclamaran nuestra alma? La intención del evangelista va ahora mucho más allá de prevenirnos sobre la avaricia o el egoísmo, pues nos llama a atender hacia los fundamentos de nuestra vida. ¿Vivimos según al evangelio?¿Procuramos nuestro amor al prójimo?¿Somos como los que sirven? O quizás por el contrario hemos dejado de atender a las premisas del evangelio que, poco a poco, cayó en el olvido. La historia de hoy nos habla de un hombre como cualquiera de nosotros, que se alegra de su trabajo, del puesto que ha conseguido, de la casa que tiene, de haber pagado la hipoteca… Nos habla de un hombre arraigado a todo lo mundano, y que además sólo le servirá para sus años de vida. Pero… ¿y si enferma?¿y si muere? ¿Qué ocurrirá con su alma?

Podemos confiar nuestra vida a Dios, sabiendo que su misericordia y su gracia nos cubrirán en el día postrero, aunque el evangelista quiere llamarnos a prestar atención a esta vida nuestra de más allá, la que está tocante al cielo, la que nos abre a Dios. Somos mucho más que un simple cuerpo formado de tejidos orgánicos, músculos, huesos… y es que, en algún momento, el Creador infundió sobre nosotros su aliento de vida y fuimos. Y este ser de Dios también tiene que llevarnos a su cuidado, sea por oración, sea por amor, sea por la celebración. Claro que nos preocupan las cosas de la Tierra, del día a día, pero también nos preocupan las cosas del cielo y las cosas de Dios, por ello además de trabajar para ganarnos el sueldo, también trabajamos (aunque de otra manera) por amor a Dios. Por un lado tenemos que ganar dinero, por el otro también tenemos que ganar almas, que liberar almas, que procurar llevar o acercar el Reino. Así como hay un trabajo físico, también hay otro espiritual.

Podríamos acabar diciendo, que también somos responsables (en cierta medida) y ayudadores de Dios para que su voluntad, su Salvación, continúe llegando a cada persona, a cada ser humano. Si rehuimos de nuestra responsabilidad ¿no rehuirá luego Dios de nosotros? Bueno, yo entiendo que no, que tanta misericordia finalmente nos cubrirá, pero según nuestra lógica debería ser, por tanto: ¿Qué ocurriría hoy si reclamaran mi alma?

viernes, 23 de noviembre de 2018

LUCAS 20, 27. MISTERIO

 Lucas 20,27 - 40: En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer». Jesús les dijo: «En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».


Bíblicamente diría que Dios se interesa por los seres humanos para que lo conozcan a Él, por medio de Jesucristo, y conociéndolo tengan vida y vida abundante. Podríamos decir que Dios tiene el deseo de liberar al ser humano y de otorgarle una vida mucho más plena. Como diría Ireneo de Lyon: la voluntad de Dios es que el hombre viva y viva feliz (el hombre que vive es la gloria de Dios).
Es un interés gratuito y amoroso, como podríamos ver en la parábola de la oveja perdida. Es el deseo de una nueva humanidad, solidaria y fraterna. Dios se interesa por las personas porque para ellas es su Reino.

A pesar de que nosotros buscamos a Dios, y eso es innegable, lo cierto es que es Dios no sólo quien nos busca, sino quien nos encuentra. Los seres humanos somos buscadores, los hombres de fe también se dice que lo son, pero sin hallazgo no hay búsqueda que valga, así que es por Dios que podemos buscarlo y por Él que somos hallados.

La Escritura dice que Dios está continuamente dándose a conocer. Ese conocimiento viene a nosotros por medio de la fe, que desarrolla nuestros sentidos para descubrir a Dios en tantas realidades. La fe, esa vida por Cristo, permite el conocimiento y también el reconocimiento, pues será por medio del testimonio de fe de cada uno que puede hacer presente a Dios, acercarlo, mostrarlo ya sea en esperanza, paciencia, solidaridad, amor…
Hay otros medios de conocimiento, como la Escritura, la oración…

Dios es un misterio, es algo inabarcable para nosotros. Es imposible conocerlo en toda su altura, hondura, diámetro o anchura (como diría el apóstol Pablo). Es un misterio porque nos sorprende, porque trasciende y porque encierra todos nuestros interrogantes (el mal, la muerte…).

Hemos visto anteriormente que Dios está en todo y en todos. Hay autores como San Juan de la Cruz que invitan a la experiencia en la ausencia de Dios, otros que también llaman a esa experiencia como H.Bonhoeffer desde los campos de concentración.
Cuando Dios está presente parece que todo funciona, que hay alegría, que estamos a tope, que las cosas vienen rodadas y que nos es fácil la comunión y la comunicación.

En cambio, parece que cuando todo (o algo) falla es porque Dios está ausente: nos cuesta encontrar las palabras, parece que no hay sintonía y hasta podría pensar que es que Dios no quiere hacer su obra en el acompañante (claro, pensaría que en mí sí…error). Pero pienso que Dios en muchas ocasiones va a hacernos experimentar esa ausencia, porque no tenemos un Dios titiritero, que nos dirige, sino que Dios es gentil y respetuoso con nuestra libertad, libertad que necesita esa ausencia de Dios para seguir caminando.

La presencia se desea porque se siente, la ausencia también se siente, pero está más sola, más en un desierto. Si Dios está presente es un escenario estupendo para seguir trabajando y si Dios está ausente es una oportunidad para descubrirlo, o para que nos descubra.

Mi experiencia de fe viene de la ausencia de Dios en mi vida, y cada vez que lo he sentido ausente ha habido crecimiento. Claro, Dios siempre está presente, siempre, porque siempre es. Pero Dios también puede estar ausente, ausente en ti, dejándote espacio, dándote lugar.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

LUCAS 19, 45. SALIR DEL TEMPLO

 LUCAS 19, 45 – 48Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!»  Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.



Siguiendo el itinerario lucano, estamos llegando ya al punto de inflexión que marcará los deseos de la clase sacerdotal de matar a Jesús. Para nosotros se muestra a un Jesús valiente, decidido, que defiende la originalidad de la relación entre el Templo y Dios y que no consiente, de ninguna manera, que el lugar del encuentro se convierta en una excusa para aprovecharse de la fe, de la gente, de la intimidad entre Dios y nosotros. Para aquellos sacerdotes, para la gente del Templo, que vivían precisamente del sabotaje de la experiencia del encuentro entre Dios y los creyentes, alguien tan valiente sólo merece morir, porque agita a las masas y porque ahora se convierte ya en un rival con capacidad de menguar los privilegios que habían adquirido por su clase sacerdotal.

En nuestro tiempo no ocurre algo diferente, aunque cierto es que nuestros medios son más sigilosos. Si Jesús hubiera vivido estas escenas en nuestro tiempo podría haber ocurrido dos cosas: 1) Jesús es un judío y, por tanto, problema entre Israel y Palestina, así que dejémoslos que se maten, o 2) si Jesús hubiera violentado a otras dos grandes potencias probablemente habría sido objeto del ataque de un dron, o de una mala campaña de prensa, o de embargo de sus recursos, y se acabó el problema. Sea como sea, tan fácil era callar a alguien en aquel tiempo como lo es hoy cuando el que habla incomoda.

Llevar la verdad incomoda, denunciar la situación social, económica, política… también incomoda, incomoda que se destapen secretos a través de wikileaks, también que se filtren informaciones a la prensa, radio o televisión. Incomoda la independencia de Catalunya, incomoda Escocia, incomoda el Papa Francisco, incomodan los divorciados a la Iglesia, incomodan las femmes a los obispos… Y vaya! Parece que manifestar la verdad incomoda, y mucho.

Se incomoda sobretodo cuando es posible hacerse oír, escuchar, cuando se puede alzar la palabra y denunciar, cuando se tiene voz, opinión, cuando se es un personaje notorio, o público, o político, o religioso… Pero nosotros también tenemos esa capacidad de incomodar, porque miles y miles de personas exigiendo sus derechos, su dignidad, su derecho a la vivienda, su malestar por los problemas de la sanidad… también lo hace, que se lo digan al PP de Madrid que no quiere manifestaciones. Y es que estas clases de hoy, como las de ayer, viven muy bien del silencio, de la duda, del desconocimiento.

Tengamos hoy el deseo de ser un poco incómodos con el sistema, no con las personas (que esa es otra incomodidad), sino que sintámonos con esta fuerza de Jesús que denuncia y se hace escuchar.

Desde aquí todo el apoyo a cuantos y cuantas salen a la calle, gritan en las plazas o elevan su voz en las manifestaciones. Todos y todas, profetas de este siglo XXI.

martes, 20 de noviembre de 2018

LUCAS 19. ZAQUEO

 LUCAS  19, 1 – 7Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.» Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.»



Si supiéramos el bien que hacemos, o que podemos hacer, a la gente encontraríamos, en adelante, a muchos y muchas que también querrían devolverse a la vida con gratitud, esperanza y amor. Si dejáramos de criticar, si aparcáramos nuestros recelos y si dijésemos: hoy voy a comer a casa de “Zaqueo”, conseguiríamos abrir corazones. ¿Cuántas veces nos perdemos un encuentro por qué aquella persona nos cae mal?¿o vive de un modo que nos gusta?¿o piensa diferente?¿o cree en otra cosa? Dejamos pasar, a la semana, muchas oportunidades para disfrutar de la gratuidad, porque en esta vida no todo el mundo tiene ni que pensar como nosotros, ni vestir como nosotros, ni escuchar la misma música… aunque pueda parecernos extraño, raro, inapropiado…

Miren, de ninguna manera quiero dar la impresión de que yo voy por la vida dispuesto a comer, a cenar, o a compartir un rato con el Zaqueo de turno, porque es algo que nos cuesta a todos. Entonces hoy escribo desde mis miserias, con la esperanza de volverme un poco como este Jesús de la gratuidad que conoce el bien que hace a aquella persona por quien se deja acoger. Qué valentía! Y no es por caridad cristiana, ni por bondad, que debemos movernos sino por gratuidad, porque la experiencia del encuentro nace de la libertad, del deseo de querer ir contigo, o con ella, porque en realidad nada me lo impide, y si mis impedimentos son mis prejuicios, qué locura!

Entiendo la incomodidad que provoca esta experiencia, ya ven que a Jesús lo terminan señalando, aunque eso no le impide hacer lo que debe hacer, que es sentarse a compartir su intimidad con Zaqueo, porque cuando alguien se abre al otro, no puede sino ofrecerle lo que hay en su corazón, y ¡esto es amor! Por qué no hay otra experiencia tan cercana al corazón humano que ese encuentro interpersonal sincero, cercano, familiar y hasta ingenuo de creer en tu bondad y de admirarme de tu belleza, seas lo que seas, te llamen lo que te llamen y me digan lo que me digan, hoy quiero comer contigo.

Y bueno, termino, quizás no terminen todas estas experiencias en algo tan colosal como lo de este Zaqueo, que devuelve el cuádruple de lo que se quedó, pero seguro que tras el encuentro habrá una doble llama, un fuego encendido, “caliu” decimos en Catalunya, y qué mejor para el invierno y el frío.

Salgamos a la calle, miremos en las copas de los árboles y preguntemos: ¿Qué hay de comer?

lunes, 19 de noviembre de 2018

LUCAS 18, 35. TEN COMPASION

 LUCAS 18, 35 – 43Sucedió que, al acercarse él a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazoreo y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» El dijo: «¡Señor, que vea!» Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado.» Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.


Que importante ser hoy como el Jesús de este pasaje. Cuánta gente conocemos que está parada, estática, o que no se mueve junto el camino. Son personas que están esperando una oportunidad para declarar su mal, para desear su bien, para ser rescatados de muchas situaciones, quizás por riesgo de exclusión, quizás por temor, o puede que por enfermedad (y enfermedad espiritual)… entre el día a día lo cierto es que conozco a muchas personas que son como este ciego, que no viven en el camino sino que los veo a los lados, caminando junto a mí.

Los peores gritos del ser humano son aquellos que se hacen callados, que no conoce nadie pero que nos aprietan, son subyugan, nos condenan y terminan por hacer diálogo en nuestras prisiones, en nuestras oscuridades. Llegar al fondo de un alma, o poder sanar a un enfermo, es verdaderamente difícil, porque hasta llegar a sus prisiones hay un camino de celdas interminables, las cuales forman como un laberinto por el que tan fácil es perderse como no encontrar la salida y desistir, pensar que no hay solución.

Miren, en el Reino de Dios también hay una verdad para los que están en los márgenes y es que Jesús también los llama a la propia responsabilidad. Los milagros vienen cuando se suscita la fe, cuando me veo siendo consumido por el fuego de la esperanza, del deseo de salir de mi realidad, cuando traspaso mi condición oprimida para volverme un buscador de tesoros. Entonces, hay que promoverle al ser humano su responsabilidad, su necesidad y la posibilidad a la esperanza para que de los márgenes decidan pasar al camino, porque si alguno clama, o pide, o busca al Señor… sea cual sea la situación, o el ruido de la gente de alrededor, que sepa que va a ser escuchado:

                - ¿Qué quieres que te haga?

Que seamos capaces de vislumbrar a quienes habitan junto al camino para alentarlos a caminar con nosotros, a compartir el suelo de la vida, a descubrir otro horizonte, un día nuevo, una oportunidad. Que seamos también personas que animen a cada cual a usar su responsabilidad, sin exigirles nada sino como entregándoles esa libertad, la libertad de aceptar o rechazar (sin opresiones). Y que no seamos como la multitud que no deja acercarse al ciego a Jesús sino que tengamos oídos prestos para la necesidad, para la hermana o el hermano, para la amiga o el amigo. Que seamos acceso a Cristo.

sábado, 17 de noviembre de 2018

MARCOS 13, 24. CUANDO STO SUCEDA

 MARCOS 13, 24 – 30«Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. «De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que El está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.


Los discursos de carácter escatológico siempre me han supuesto una dificultad. Pero quizás la providencia nos coloca este pasaje a la luz de los atentados de París y sobre los que, salvo mi pesar, no voy a comentar pero que nos sirven de pretexto para entender el pasaje de hoy en clave de presente, porque de algún modo nuestro sol se ha oscurecido y las estrellas no cesan de caer del cielo. Y aunque cada cual puede interpretar la imagen como quiera, el juicio de nuestros días tiene mucho que ver con la política, la diplomacia, la venta de armamento y lo lejos que quedan algunas situaciones, que en cambio nos sobrecogen a 1000 kilómetros de distancia y en suelo europeo. Aunque no nos coge desprevenidos, ¿verdad? Esta situación la llevamos viendo por televisión día tras día.

Pero, ¿aprendemos de la higuera? ¿En clave de qué puedo interpretar el verano? Quizás en clave de lo que estamos recogiendo a causa de la necesidad del mundo, de la preeminencia de la religión, del terrorismo por doquier, de los intereses económicos. Y si vivimos así es porque realmente interesa, y si atravesamos esta crisis también es por interés, y si sube o baja la vida, el petróleo o la bolsa, las acciones, los réditos, el IBEX… por interés, porque es el fruto que nos está dando la higuera.

Hoy sólo quisiera dejar esta reflexión, para que cada cual pueda extraer sus conclusiones, expresar su sentir, decidir qué hacer… porque cuando caigan estos frutos ¿Qué le quedará a la humanidad?
                               Cristo…?

                                               Dios.

viernes, 16 de noviembre de 2018

LUCAS 18. JUEZ INJUSTO

 Lucas 18,1 - 8: En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le im los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."» Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»


Si el evangelista nos remarca la importancia de no desfallecer en la oración, no lo hace a modo de mantener una rigurosa ascesis sino con el ánimo de hacer de nuestra vida un intensa y constante vida de oración. Y no de oración mecánica sino al modo de vida que nos enseñan los evangelios: a través de nuestro compromiso de amor respecto a la vida y respecto de Dios, con quien no nos comunicamos a través de la piedad sino por los cauces del amor.

EH ahí nuestra insistencia, que si nos hacemos como esta viuda, pesados, sea por nuestra actitud de compromiso con el ser humano, con el mundo y con el evangelio de Cristo. Porque siendo realmente insistentes es como conseguiremos cambiar estas estructuras empecatadas que viven en la economía, la justicia, el gobierno... O no hacen esto mismos los grupos de presión? Acaso el amor cristiano va a presionar menos que los lobys económicos? Puede haber un interés mayor que la justicia, la solidaridad o Cristo?

Leí un articulo publicado en La Vanguardia hace ya un buen tiempo en el que un ateo declarado hablaba de cómo la sociedad estaba llena de referencias religiosas y de cómo él entendía que se vivía una presión histórica y social respecto del cristianismo en el mundo occidental. Bien, no saben cómo me gustaría seguir leyendo artículos en este sentido porque ello significaría debate y diálogo con el mundo. No como ocurre hoy que estamos en un constante lamentarnos sobre cómo están las cosas, nuestras cosas mas bien.

Sin entrar en más detalles hoy les invito a dejar atrás el llanto y la auto compasión para entrar en la tesitura de esta viuda insistente. Hoy que nosotros tambien podemos sentirnos viudos respecto al mundo en el que vivimos. Hagámonos tan pesados que nuestra insistencia consiga quebrantar las estructuras de dominio para reconvertirlas en estructuras de caridad

jueves, 15 de noviembre de 2018

LUCAS 17, 20. AQUI O ALLA

  LUCAS  17, 20 – 25Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: “Vedlo aquí o allá”, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros.» Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: “Vedlo aquí, vedlo allá.” No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación.



Es algo realmente importante. Cada vez pienso más en que cada día podemos hacer presente el Reino de Dios aquí, en nuestra rutina, en nuestro día a día, en nuestro corazón o con nuestras relaciones, amistades, familia… ¿Cuántas oportunidades tenemos de hacer presente el Reino?¿Cuántas de ellas somos conscientes?¿Cuántas se nos escapan? Que importante hacernos con este texto de hoy que nos dice que no esperemos grandes señales, grandes prodigios porque el Reino ya se ha acercado y, en cierta parte, depende de lo que yo hago para instaurarlo en mi vida, en mi realidad, en mi presente. Si cada día es otra oportunidad para reencontrarme con la vida, ¿cómo no va a serlo para descubrir este Reino?

Claro, yo por lo menos no quiero pasarme el día malgastando momentos, encuentros y ocasiones para poder ponerme de rodillas y exclamar: verdaderamente aquí está Dios. Será que tengo la suerte de convivir con muchas personas que irradian algo del Padre, o algo del Reino, aunque estoy seguro de que todos y todas tenemos las mismas oportunidades para ver cómo la obra de Dios prosigue en nuestro mundo a pesar de la crisis, de los problemas, de la enfermedad… Y que al final del día puedo terminar por dar otro gracias, como el primero, porque hoy volviste a acercarte.

Soy optimista? Bien, la verdad es que no más que cualquiera de ustedes, o de vosotros, porque siempre hay cosas que nos sujetan al dolor, a la soledad… y uno no puede obviarlas. Pero sí me considero un privilegiado que es capaz de descubrir muchos momentos que, realmente valen la pena y que me hacen feliz. 

Seré breve, que no les pase la vida por delante y se queden sin descubrir el Reino, y a este Dios que pasa entre nosotros con tantas situaciones, de tantas maneras. Abran sus ojos, los ojos de la fe y los ojos del corazón, miren y remiren, busquen y lleven a sus vidas, cada día, un poco del Reino.

martes, 13 de noviembre de 2018

LUCAS 17, 11. ALABANDO A DIOS

 Lucas 17, 11 - 19: Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.» Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.» Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?» Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»


Desde el contexto cristiano podríamos decir que dar la gloria a Dios, mostrarnos agradecidos al Trascendente o cantarle un himno, sería síntoma de un reconocimiento en el que nosotros creemos porque, gracias a Él, nos sentimos gozosos de esta existencia a la que hemos venido de un modo inaudito. Fuera del ámbito puramente cristiano diré que ojalá hubiera más personas como este último leproso que es capaz de dos cosas: primero de reconocer que estaba enfermo y que ha sido sanado y, segundo, volver a dar gracias reconociendo la implicación de otro en ese proceso de sanación.

Darse cuenta de la enfermedad no es sencillo. Hoy en día son muchos los que buscan un reconocimiento de un estado de enfermedad que los posibilite a una paga. Conozco casos de personas que incluso tratan de simular cualquier tipo de afección ante un psicólogo o psiquiatra para conseguir desde una baja a una remuneración. Es una forma de pillaje básico pero degradante porque este vil intento de vivir la vida no dignifica a la persona; probablemente terminará por sumirla en una vida gris, triste, abatida… Igualmente hay casos de personas que han sido, directamente, apartadas del circuito sanitario porque los médicos de hoy ven más fácil la salida de la unidad del dolor, que no el tratamiento del dolor. Allí, de mórfico en mórfico, la persona pierde también, no sólo dignidad, sino sus capacidades. Cuántas personas hay hoy en día sujetas al diazepam, al válium, al tramadol, al lorazepam… A estas personas la medicina no quiere dejarlas reconocer su enfermedad y, quizás, podríamos usar estas imágenes para hacer referencia a los 9 leprosos que van en busca de los sacerdotes.

Darse cuenta de la enfermedad es asumirla, es tratarla, es aceptar el sufrimiento y salir del auto-compadecerse para agradecer cada avance, cada nuevo paso o cada intento, porque el camino no está exento de caídas, llanto y decepciones. Pero hay que asumir la enfermedad tanto física como psicológicamente para poder cambiar la dinámica de la dolencia, porque si no lo hacemos terminaremos de sucumbir al dolor, a la fiebre del no puedo, no lo consigo… viendo el mundo y la vida como algo injusto, que no merece la pena.

Por tanto, termino, que bueno es darse cuenta de la importancia de una actitud de agradecimiento, que cambia el plano psicosomático y psicológico de la persona, y que nos permite dar el salto de la escala de grises a la gama de colores.

Claro que necesitaremos el alta médica, los resultados de las resonancias, radiografías…, la ayuda de una determinada medicación, pero lo que más necesitamos es asumir nuestra debilidad y hacerlo de un modo agradecido, feliz, dispuesto, correcto. Algún salmo rezaba aquello de: que bueno es dar gracias al Señor. Y sí, qué bueno es… a pesar de las circunstancias.

domingo, 11 de noviembre de 2018

MARCOS 12, 38. LARGAS ORACIONES

 MARCOS 12, 38 – 40:  Decía también en su instrucción: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa.


Hoy quería lanzar al aire una pregunta: Queda espacio para la acción, o la actuación de Dios? 



Por puntos, pues Algo que tenían tremendamente claro los redactores de la Biblia era la acción del Señor. Primero sobre los justos e injustos, segundo sobre la última intervención al final de los tiempos, tercero… podríamos ir desgranando cada intención del redactor, pero demos el salto al Nuevo Testamento que recoge también parte de esa expectativa. El evangelista se sitúa en el ámbito de la propia historia, la del pueblo escogido, pero dejando reminiscencias a la acción escatológica del Señor, en este caso. Ello, lo hemos heredado los crisitanos, que también esperamos esa intervención de Dios en forma de juicio. Pero, cómo leer el pasaje, o entender la acción de Dios, en nuestro tiempo? Sigue vigente? Podemos esperarla?

A tenor de lo que sucede bajo el azote de los radicales que atentan en el mundo, de los intereses del poder que nos subyuga, de la creciente sensación de parálisis… ante la injusticia social, ante la explotación infantil, según los casos de violencia de género… o siendo también tanta la intransigencia de unos y otros, o de unos sobre otros. ¿Quién no es, en parte, viñador malvado hoy en día?¿Quién no es acusador, inquisidor, o amo?

La transmodernidad que toca vivir nos ha dejado ante el espectro de la rutina, del contentamiento, de la mediocridad… Hoy nos corresponde si queremos vivir la experiencia del don de la vida desde posiciones estandarizadas o desde la radicalidad de la opción de Dios. Una radicalidad que escandaliza y que provoca, algo de lo que carecemos en el siglo presente. ¿Dónde pues queda la acción de Dios en este mundo nuestro? Acaso Dios no puede escandalizar? Ciertamente, y sigue escandalizando. Aunque quizás no llegamos a ver lo que propone, lo que nos muestra, lo que nos habla…

sábado, 10 de noviembre de 2018

LUCAS 16, 9. FIELES CON LO AJENO

 LUCAS 16, 10 – 13El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro? «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.»


Todos somos administradores, en una u otra forma. Todos tenemos alguna responsabilidad que recae sobre nosotros y cuando pareciera que no, tenemos la propia vida que administrar, y bien administrar porque constituye el bien más preciado (que es existir) y algo que nos viene dado, que no es por nosotros. Respecto de la existencia Jesús nos insta a permanecerle fieles, es decir a ser fieles a nuestra autenticidad, a lo que somos, a este ser propio y que nos identifica y que nos da identidad. Podríamos decir que en nosotros mora la vida y que, por tanto, tenemos el cometido de saber llevarla, de cuidarla, de amarla, de desarrollarla y de proyectarla, de entregarla y de compartirla. Esta es la primera fidelidad del ser humano como administrador de algo, la más primitiva.

La tentativa entre Dios y el dinero respecto de la vida la podemos también entrever en otras muchas realidades, aunque nos servirá a nosotros de polo respecto a la buena administración. Para el evangelista el buen administrador opta por la vida, por el amor al prójimo, por ser desprendido, por ayudar… en cambio, el pesetero hace todo lo contario, vive de la soberbia, depende de su monedero, su felicidad es efímera, es egoísta y vive bajo la opresión de ese otro dios. Dios, dirá el exégeta, nos lleva a amar, mientras que el Dinero nos conduce a robar. Sin duda estamos en el extremo de las dos administraciones pero no le falta verdad.

Ahora, respecto del administrador que cubre lo poco tengo otra opinión, porque si bien puedo estar de acuerdo con el evangelista, en la poca administración no llega a descubrirse lo que vive en el corazón de las personas. Porque mientras se es pobre, por ejemplo, o mientras no se ejerce autoridad hay tentaciones que no llegan a nuestra vida, que no se hacen presente. Sí, quizás logremos ver al mal administrador pero… demos un paso.

Si quieres descubrir un mal administrador tienes que darle a la persona la posibilidad de guardar lo mayor. Quizás por una posición de poder respecto de otros, quizás gestionando un capital mayor, quizás con una amplia cartera de clientes, quizás como párroco de una parroquia, quizás como obispo, o quizás como padre o madre en una familia… ahí descubrimos, a veces quedamos estupefactos y sorprendidos de lo que había en el corazón de aquel, o de aquella. Pero es necesario, porque en definitiva estamos buscando al buen administrador y en ese camino los habrá de todos los colores, y es necesaria la posibilidad para todo ser humano.

¿Eso nos lleva a la desconfianza? No, por supuesto, ello nos permite llegar a prestarle a la persona la ayuda que necesita, o descubrir quienes son verdaderos administradores. Si hay malos administradores habrá que enseñarles, que procurarles un aprendizaje, que seguirlos en su proceso y prepararlos para la mayordomía porque aquí no se desecha a nadie, quizás se busquen otras maneras de ayudar.

viernes, 9 de noviembre de 2018

JUAN 2, 13. INSTALADOS EN LAS MESAS

 JUAN 2, 13 – 21Cuando se aproximaba la Pascua de los judíos, subió Jesús a Jerusalén. Y en el templo halló a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, e instalados en sus mesas a los que cambiaban dinero. Entonces, haciendo un látigo de cuerdas, echó a todos del templo, juntamente con sus ovejas y sus bueyes; regó por el suelo las monedas de los que cambiaban dinero y derribó sus mesas. A los que vendían las palomas les dijo: —¡Saquen esto de aquí! ¿Cómo se atreven a convertir la casa de mi Padre en un mercado? Sus discípulos se acordaron de que está escrito: El celo por tu casa me consumirá. Entonces los judíos reaccionaron, preguntándole: —¿Qué señal puedes mostrarnos para actuar de esta manera? —Destruyan este templo —respondió Jesús—, y lo levantaré de nuevo en tres días. —Tardaron cuarenta y seis años en construir este templo, ¿y tú vas a levantarlo en tres días? 


Más allá de que este pasaje sea un poco extraño, todos participamos de la destrucción del Templo cuando somos conscientes que nuestro fundamento vital pasa por el cuidado espiritual (la oración, la meditación, la respiración, la relajación…). Está en nosotros buscar enfrentar el mundo desde el sosiego del alma, desde la tranquilidad y la armonía. Buscamos los elementos más propicios para encontrar estabilidad emocional a las diferentes actividades con las que convivimos. Medimos, en alguna manera, la compatibilidad que existe cuando encontramos pareja. Hacemos yoga, acupuntura, trabajamos los chakras, encendemos incienso, escuchamos un cd de música relajante… Bien, tenemos sin duda una cara espiritual y otra más animal, visceral.

Alrededor del templo espiritual acampan los vendedores y cambistas, que  son esas actitudes que se alejan de darnos la paz y existen momentos ( a veces muchos) en que la visceralidad irrumpe con fuerza en la actividad de mi precioso templo amado. Cuando eso ocurre me entran las prisas, me arranca la cólera, estoy nervioso y no hay en mí nada de armonía. Han tomado el templo! Y a veces estoy días y días sumido en la vorágine del comercio del alma.

No obstante, encuentro en esos días el recuerdo de una doble promesa de paz a la que puedo acudir para reconciliarme: - destruye este templo: debo pararme a interiorizar esa actividad de destrucción de todo lo visceral, detenerme en mitad de mi propio desajuste emocional y alzar el elemento de aniquilación de ese templo tomado, que ha perdido su dirección, su motivo. Aun tengo la certeza de que en la reconquista de mi entidad la toma del templo no será tardía, tampoco su reconstrucción: en 3 días lo levantaré.

El templo espiritual, el templo interior, guarda una estrecha relación con Jesús, con Dios. Cuando mi vida se forja desde la actitud interna, orante, puedo descubrir la armonía del Espíritu en todos los acontecimientos que suceden en el día. Cuando olvido relacionarme, se encadenan un cúmulo de acontecimientos que caen uno tras otro, sin remedio. Toda nuestra vida será un continuo destruir y levantar y debo entender a no tener miedo de afrontar las veces que ocurra una cosa u otra, aquí el látigo sólo es la valentía. No importa las veces que nos equivoquemos, pero los errores no pueden paralizarnos, lo importante es que al caer pueda aprender a levantarme. Destruir y construir o caer y levantar. Todo este pasaje de hoy no tiene que ver con el enfado de Cristo sino con la necesidad de ser valientes para afrontar la vida y levantarnos cuando caemos.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

LUCAS 14, 25. LLEVAR LA CRUZ

 LUCAS  14, 25 – 30Caminaba con él mucha gente, y volviéndose les dijo: «Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. «Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: “Este comenzó a edificar y no pudo terminar.”


Este pasaje ha venido a mi vida en más de una ocasión porque en mi hay una rutina que me espanta, que me persigue porque realmente me provoca temor de Dios y es el fallarle, el empezar a edificar y no poder terminar, o el abandonar, el decir hasta aquí. Esto me angustia, y mucho, porque creo en el valor de mi SI a Dios pero soy consciente de mi ser humano que tantas veces quiere empujarme, someterme, o apartarme. La primera vez que fui invitado a una convención de estudios bíblicos al finalizar el acto los ponentes, todos pastores, llamaron a quienes quisieran a ir delante de ellos para hacer oración. Íbamos avanzando en cola de uno, que al llegar delante del escenario se ponía delante del pastor que le tocaba y pedía por algo en concreto, cuando me tocó a mí sólo tenía por decirle una oración: que Dios me diera fuerza para no dejarlo jamás, pues conociéndome… hay peligro.

Claro, de un modo pienso que todos tendríamos que empezar aquello que es bueno, que es un bien, que genera amor, que supone ayuda… y que para ello tenemos que poner todo de nuestra parte, fuerzas, mente y corazón, y me atrevería a decir que aunque todo falle, y aunque nos quedemos sin fuerzas, y aunque parezca que fracasamos y que no podemos terminar… en el amor y por amor, nunca hay derrotas. Jamás. Si tienen que correr algún riesgo, si tienen que atreverse a, o si tienen que dejarlo todo… que sea por amor. Eso querrá decir que estoy edificando una casa más grande, aunque quizás haya caído una pared.

Mi compromiso es con la vida, y aunque temo de flojera quiero renovar cada día esa decisión, qué viva! Porque el compromiso que adoptamos está muy por encima de las obligaciones terrenales, y trabajamos en una obra que no es de nosotros acabar sino que le corresponde a Dios, quien la terminará en el día que quiera, o sea. Supongo que de Jesús pensarían algo parecido sus contemporáneos: miren éste, crucificado… comenzó a edificar y no pudo terminar! Pero… wow! Qué grande construcción tenía que venir.

Quiero decir, que cuando se pongan a calcular los gastos, lo que cuesta, las dificultades, los presupuestos… que el dinero no sea un impedimento, que tampoco lo sean los años de construcción, ni los problemas con el ayuntamiento o la Ley de costas… Que nada en este mundo les detenga cuando quieran contar qué cuesta seguir a Cristo, o qué cuesta amar, o cuánto vale la vida, PORQUE LO VALE TODO.

Que sea por gastar que muramos, que sea por haber derrochado todas nuestras fuerzas, toda nuestra salud y todo lo que tenemos. Que sea por la vida, por la humanidad, por la luz y que si entonces se rompe mi corazón, que sea porque encontró a Dios.

martes, 6 de noviembre de 2018

LUCAS 14, 15. TODO PREPARADO

  Lucas 14, 15 – 24: Habiendo oído esto, uno de los comensales le dijo: ¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios! Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: “Venid, que ya está todo preparado.” Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: “He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses.” Y otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses.” Otro dijo: “Me he casado, y por eso no puedo ir.” Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: “Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos.” Dijo el siervo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio.” Dijo el señor al siervo: “Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa.” Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena.


Lucas es el teólogo de la historia de la salvación que divide la historia en tres momentos: 1) la historia de Israel o el tiempo de la preparación, 2) Jesús como el centro del tiempo, y 3) el tiempo de la misión o de la Iglesia, que se inicia con la ascensión y Pentecostés. Para el evangelista, el momento cualitativamente más importante será la vida de Jesús. Por ello marca el tempo de su evangelio entre el ministerio de Galilea, el viaje a Jerusalén y, finalmente, la estancia en la ciudad santa.

En el pasaje de hoy el autor nos muestra una imagen de connotaciones escatológicas para explicar cómo va a ser el Reino por venir. Y aunque donde más claramente se ve esta visión nueva de la escatología lucana es en su relectura de la apocalipsis sinóptica, es el Espíritu el que da continuidad y el que nos ofrece la dinámica a la comprensión de la historia de la salvación lucana. No obstante, parece que el pasaje de hoy vaya dirigido a una comunidad, la del autor, que está perdiendo la tensión en la espera escatológica y que necesita ser interpelada por medio de esta enseñanza.

Qué encontrará Cristo cuando instaure su Reino definitivamente? Lucas nos dirá que a personas ocupadas en lo suyo, unos en la tierra, otros en negocios… lo cual supone la llamada a la atención a la comunidad que, olvidando lo importante, pueda llegar a verse fuera del banquete, en el juicio final. Por ello, el autor vuelve a hacer reseña de aquel discurso programático del Cristo en la sinagoga citando al profeta Isaías. El Reino es de los pobres, de los enfermos, de los necesitados y no de una comunidad que, incluso, pueda sentirse tan sana que ya no necesite médico.

Hoy Lucas recuerda nuestra necesidad de abandonar autosuficiencias y de sentirnos siempre interpelados por la esperanza en Cristo como una espera que no desespera, como una espera que ya tiene su repercusión en nuestro tiempo. Como una espera que, en definitiva, ya está aconteciendo.

jueves, 1 de noviembre de 2018

MATEO 5, 1. PRIMERO LOS QUE...

 Mateo 5, 1 – 8Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados = los mansos =, porque = ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.


Son los pobres bienaventurados? Los que lloran? Los que tienen hambre y sed? Los perseguidos? Qué es bienaventurado?

A lo largo del pasaje del evangelio de las bienaventuranzas, cada exclamación de Cristo tiene, por así decirlo, como dos direcciones: una que señala a todos aquellos que se habían reunido y otra que se dirige a los discípulos. Si nosotros nos fijamos, tanto la una como la otra también van dirigidas a nosotros en este doble sentido: una hacia el Pueblo de Dios y la otra hacia el individuo, o la comunidad, que dice querer seguir a Jesús.

Así, cuando el evangelista comienza: bienaventurados los pobres porque hallarán consuelo, dice que si los pobres son felices, es porque ese consuelo lo van a hallar en cada uno de ustedes, los cristianos (o las cristianas) que los consolaremos, que haremos un paso en firme para compartir su suelo, su realidad y esto es, que nos implicaremos en sus necesidades a fin que la pobreza no se convierta en un instrumento de opresión para el ser humano. Y esa felicidad no vendrá sólo por compartir la vida sino porque este acto de consolar es difícil, costoso y reclama un gran esfuerzo. Así que si somos prestos a vencer el miedo, la felicidad de los pobres también se extiende hacia las nubes, hacia la presencia de Dios. Felices, entonces, vosotros que lleváis a Dios delante de los pobres porque de ellos es también la vida.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque aquí la encontrarán. No decimos que se espabilen. Aquellos que desean justicia serán aquí saciados. Los que desean misericordia aquí la hallaran, pero nunca dejaremos que el ser humano se espabile, se apañe, se las arregle, porque ya conocemos qué sucede con las situaciones de desamparo, con los pueblos que son dejados de la mano del opresor y el peso de la historia nos habla ya mucho de muerte. ¿Cómo podríamos llevar este mensaje a Kiev, a África, a Dominicana…?¿Cuántos bienaventurados que no son felices tienen hambre y sed? ¿Qué respuesta les damos?¿Cuál es nuestra implicación?

Para el mundo el bienaventurado es uno, para Dios es otro. Ayudemos a estos bienaventurados de Dios para que encuentren felicidad en cada bienaventuranza, en cada necesidad, y forjemos a nuevas mujeres y a nuevos hombres que sean portadores de la simiente de Cristo, de la promesa, de la vida.