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lunes, 28 de mayo de 2018

MARCOS 10, 36. HIJOS DE ZEBEDEO

 MARCOS 10, 36 – 41Se le acercaron Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo. —Maestro —le dijeron—, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. —¿Qué quieren que haga por ustedes? —Concédenos que en tu glorioso reino uno de nosotros se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda. —No saben lo que están pidiendo —les replicó Jesús—. ¿Pueden acaso beber el trago amargo de la copa que yo bebo, o pasar por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado? —Sí, podemos. —Ustedes beberán de la copa que yo bebo —les respondió Jesús—y pasarán por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí concederlo. Eso ya está decidido.



A Jesús, no me cabe la menor duda, tenemos muchas cosas que pedirle. Me entristece las veces que, como ocurre con los discípulos, esas peticiones nuestras tienen que ver con el ansia de poder, con la búsqueda de lugares de honor, con ser visto, aclamado o tenido en cuenta. ¿Acaso no hay en la vida cosas mucho más importantes?¿Es que quizás no daríamos nuestra vida por un padre, una madre, un hermano o una hermana? O vayamos al plano social, quién se atrevería a anteponer su egoísmo ante el azote del hambre, los desahucios, la inmigración o la pobreza… Si nos paramos a pensar, hace tiempo que se ha tocado nuestro corazón, que nos hemos dejado alcanzar por el sufrimiento, o por la enfermedad, o por África, o por República Dominicana o Haití. Cada día veo más acertado pedirle a Jesús lo siguiente: Que me siga dejando vivir, porque a esta vida que me interpela quiero dedicarle la vida. Quizás un día lo haga mejor, quizás otro peor, incluso puede que me levante perezoso o presto para llegar a los rincones, pero si quiero pedirle algo que sea vivir.

Mi vida, como la tuya, está decidida, es algo que sólo le corresponde a Dios concederlo y, alégrate, porque has sido agraciada, agraciado. Vivir no es sólo la experiencia más maravillosa que puede experimentar, gozar, gastar o explicar un ser humano sino que además, si somos conscientes, es también otro regalo para el prójimo, para la hermana, o para el hermano que, en su experiencia, puede abrirnos, descubrirnos, amarnos… como nosotros a él/ella. ¿Qué puedo pedirle a Jesús? Otra vida: que me ayude, me capacite, me inquiete para descubrir otra vida, tu vida, tu regalo. Y no quiero morir sin descubrirlo, sin ayudarte, sin amarte, sin comprenderte, sin acompañarte, sin escucharte.

Cada uno de nosotros estamos ya a la derecha y a la izquierda del otro y del otro, de nuestra madre y del amigo, de nuestra hermana y el padre… Tenemos el lugar de privilegio garantizado cuando nos descubrimos, cuando caminamos juntos, cuando estamos en comunión, cuando nos consolamos, celebramos, reímos o lloramos. Y cuando eso ocurre, cuando te tengo aquí o allí, es como si estuviera sentado en un trono y no puedo pedir nada más, salvo que sigas conmigo.

sábado, 26 de mayo de 2018

MATEO 28, 16. DE VUELTA A GALILEA

 MATEO 28, 16 – 20Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña que Jesús les había indicado. Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban. Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: —Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.



Algunos preguntarán: ¿La gran comisión es para todos los cristianos? Bien, ciertamente sí, porque de un modo u otro todos los cristianos hemos sido regenerados en el hombre nuevo, que renace con Cristo. Pero también es cierto que a partir de la Edad Media la participación de los cristianos se ha ido perdiendo a causa de la progresiva clericalización. Visto está que las situaciones vitales han variado mucho desde esta época en la que hubo mucha presencia de la Iglesia en cualquier ámbito de la vida, a la nuestra con el declive de las vocaciones y la secularización de la sociedad. Por ello, cuando leo pasajes en los que se comisiona al cristiano, o al creyente no puedo dejar de pensar que en algo nos hemos equivocado separando tanto la realidad de Cristo.

Se ha escuchado al papa Francisco hablar como queriendo conciliar la opción religiosa con el resto de creyentes, pero este acercamiento que se promueve desde  el Vaticano no será nunca efectivo mientras todavía exista un abismo entre la realidad social y el punto de vista del clero. Claro que hay personas que se identifican plenamente con las decisiones, los comentarios, las declaraciones y las opciones más ultraconservadoras, pero están muy lejos de lo que es la realidad de muchos colectivos y realidades que también son pueblo de Dios. La gran comisión que debe venir en nuestros días pasa por hablar de los preservativos, de los abortos, de la homosexualidad en el ámbito social más urgente, y de la gestión del patrimonio, celebraciones y participación de los creyentes dentro de de un ámbito más de actuación.

Está muy bien leer e imaginarse que participamos de la vida del Reino, pero estaría mejor que en lugar de Sínodos hubiera proximidad, y en lugar de audiencias, se dejara de señalar a los separados y divorciados a quienes les cuesta comulgar. Miren, está muy bien hablar las cosas, pero parece que ya hemos hablado demasiado, no? Llevamos siglos y siglos tratando de adecuar y actualizar a la institución y al pueblo. Quieren decir que es tan complicado? Obviamente no, pero esté quien esté en lo más alto, se nos vende el querer acercarse, el arreglar las cosas, el pedir perdón y el buscar culpables, pero tras toda esta cortina de humo finalmente sigue costando, y mucho, ajustarse a la realidad.

No quiero con esto criticar el trabajo de nadie, y me gusta esta tendencia actual de Francisco. Quizás sea un inicio, un testigo, un primer estadio… Puede ser una prolongación en la vida de esta gran comisión de Jesucristo, y que ahora nos corresponde coger a nosotros. Como en una carrera de relevos que durante mucho tiempo no se pudo celebrar, parece que hoy podemos llegar al estadio para participar.

Que nazca nuestra inquietud de colaborar en las cosas, de proseguir en carrera, de facilitar el relevo y de seguir corriendo para asistir a nuestros hermanos y hermanas. Ahora que hace calor, si sienten alguna brisa… corran, quizás sea el Espíritu.

jueves, 24 de mayo de 2018

MARCOS 10, 13. ENFADADOS

 Marcos 10, 13 - 16: En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.» Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.


Cuántas veces ocurre, y ocurrirá, que cuando se acerca la gente a las iglesias, a los sacerdotes, a los pastores… sigue para que se les recrimine, o se les regañe. Si bien es cierto que hay una gran mitad de personas consagradas que hacen de la acogida una bandera visible del testimonio de su vida, hay otra segunda mitad de ministros que siguen creyendo que su vocación, que su “poder” los sitúa en un renglón superior al del resto de creyentes. Claro, a pesar de que el Vaticano II nos hable de condiciones de igualdad, sabemos que hay un gran abismo, a veces, entre lo que se predica y lo que ocurre. Y mientras esto siga siendo así, veo difícil que la situación generalizada de separación entre Iglesia y humanidad pueda cambiar a mejor.

No obstante, espero y ansío el ser espectador de una humanidad que abrace, que desee bendecir a los demás y que imponga las manos en la realidad, como signo de caridad, de ágape. Todavía espero llegar a tiempo de maravillarme de un cambio de curso en el que se imponga el sentido evangélico del Reino en nuestra sociedad, viendo cómo cada vez más existe una sensibilidad hacia los desfavorecidos, los pobres, los enfermos… Deseo con fervor no acabar mis días de peregrinaje en esta Tierra sin esperanza, sin calor, sin amor.

Entonces, propongo que seamos nosotros mismo, Pueblo de Dios, los que reprendamos a todos aquellos (aquellas) que puedan impedir a un ser humano su llegada al abrazo con Dios, con Cristo. Propongo establecer barricadas, grupos de base, avanzadillas… cualquier tipo de acción para la promoción del acercamiento, para la consecución del abrazo, para la definición del encuentro. Propongo comenzar un tejido desde los puntos cardinales para encontrarnos, todos, en el Cristo-Centro. Propongo abandonar los resquicios de poder y acercar el don, desbancar la política deshumanizadora y conseguir la solidaria, dejar a un lado nuestras confesiones y hablar a una misma voz.

Que se acerquen, que vengan, que tengan la seguridad que se les dejará pasar.

miércoles, 23 de mayo de 2018

MARCOS 9 38. EN TU NOMBRE

 Marcos (9,38-40): En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.» Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.»



No produce mayor gozo que el ver a las personas trabajar y dedicarse, donarse, hacia los demás. Es como un algo pegadizo que hace que otros se terminen moviendo al son de aquellos que se solidarizan, que actúan, que celebran el ágape de la vida con sus iguales. Como cristiano creo que el verdadero impacto está en esta actitud, en la de gozarse con los demás porque participamos de una misma mesa.

Claro, para ello debemos superar las antiguas y primeras luchas en las que contienden aquellos que quieren tener la razón, ostentar un poder, decir a los demás cómo y qué pensar. Pero más allá de estos sujetos creen ustedes que alguien deba molestarse por participar de una humanidad sensible? Por supuesto que no, deberíamos aplaudir y apoyar tantas iniciativas y personas que hacen mucho bien para los demás.

La verdad, la única verdad, no es aquella que podamos llegar a poseer por el influjo de las filosofías, de las armas, de la religión… No viene dada por ningún gurú o por ninguna sede, por más santa que sea. La verdad se distribuye en la realidad del mundo graciosamente, como Dios quiere distribuirla. En diversidad de dones, de pensamientos, de colores, de olores, de formas de hacer. Por ello, no tengo dudas que quien más ama está más cercano a la verdad que quien más estudia, que quien más piedad profesa, que quien más pompa tiene…

Dejemos a las personas hacer, respetemos su libertad, permitamos que cada cual sea aquello que tiene que ser, vivamos con la máxima armonía, con deseo de solidaridad, con ánimo acogedor, con voluntad de amar y la verdad, llámenla como quieran, será suya. Se imaginan esta misma pregunta en otro orden? Maestro, hemos visto a Dios sanando enfermedades, dando de comer al hambriento, transformando corazones… y se lo hemos querido impedir.

martes, 22 de mayo de 2018

MARCOS 9, 30. QUÉ DISCUTIS?

 MARCOS 9, 33 – 37Llegaron a Cafarnaúm. Cuando ya estaba en casa, Jesús les preguntó: —¿Qué venían discutiendo por el camino? Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido entre sí quién era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: —Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Luego tomó a un niño y lo puso en medio de ellos. Abrazándolo, les dijo: —El que recibe en mi nombre a uno de estos niños, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí sino al que me envió.



Algunos dirían que la clave para entender el evangelio de Cristo está entre estas líneas: hay que vaciarse de poder, de egoísmo, de posición, de codicia, de importancia, de presencia, incluso de nuestro reino para hacernos como los más pequeños y, además, como servidores. Al revés del mundo, lo importante no es estar a la cabeza, en el primer lugar, en lo más alto, sino que el lugar de aquellos que desean seguir a Cristo está en las últimas posiciones, para poder recoger a todos aquellos que caen, se cansan, o se hacen daño en el camino, que es la vida. Si cogiéramos el ejemplo del “Castell”, así como tiene importancia coronar la torre humana, tiene mucha más la “piña”, el conjunto de brazos y personas que sostienen la estructura y que, si cae, amortiguan el golpe.

Tenemos muy mitificado el hecho de quedar en el último lugar, nadie quiere acabar el postrero. Sin embargo, sabemos que la vida no se mueve por posiciones, aunque algunos prosigan en su intención de instaurar términos como mediocridad, barriada, inútil, perdedor… Esta descalificación abundante de la vida, de los últimos, sólo nos conduce al dolor: el dolor de un padre a un hijo, de un profesor a un alumno, de un jefe a su empleado, de una sociedad a la pobreza, o a la marginalidad. En cambio, Jesús, el Señor, el Hijo de Dios, viene solicitando auxilio para estos últimos lugares, pues ese es el lugar en el que tenemos que estar. Sus palabras son contundentes: “no seáis como los gobernantes y los reyes de la tierra”, en otro evangelio, no os mováis según los términos del poder, según las necesidades de la economía, según las clases sociales, según el patrimonio… La kénosis nos conduce a ver a un Cristo que siendo Dios no estimó el ser igual a Dios, sino que antes se despojó de su realeza para hacerse igual a un hombre, frágil y pobre, tomando forma de siervo y terminando finalmente en la cruz.

Al final de todo, al final de la persona sólo encontramos el ser, la desnudez. Jesús nos invita a acoger a este ser humano desnudo que queda al final de todas sus pretensiones, deseos, posiciones (y frustraciones)… porque al final se nos presenta el lado más frágil de la existencia, el más conmovido, el más inseguro y, en definitiva, también el más pobre. En la pobreza reside toda, toda, toda la belleza del ser humano (soy lo que soy). Por tanto hay que regresar hacia la ultimidad como lugar de encuentro con Dios y con la persona para formarnos de nuevo, para que nos acojan como a niños.

Para que un político les escuche, o sepa aglutinar las verdaderas necesidades de un pueblo, tiene que ser el último, porque siendo el menos importante verá, experimentará, lo que le supone: no poder pagar un recibo, vivir al borde de la pobreza, no tener agua caliente, tener que buscar entre la basura… Mientras sean los primeros ya saben que hay últimos, pero no hay implicación, hay distancia. Jesús en cambio nos llama a acortar, a erradicar, esa distancia y a aproximarnos al terreno para compartir la ultimidad. Ya no hay Norte ni Sur, Ricos o Pobres, Reyes y Peones… aunque queda mucho trabajo.

viernes, 18 de mayo de 2018

JUAN 21, 20. TESTIMONIO

 JUAN 21, 20 – 25Al volverse, Pedro vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre Jesús y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?» Al verlo, Pedro preguntó: —Señor, ¿y éste, qué? —Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme no más. Por este motivo corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino solamente: «Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?» Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y las escribió. Y estamos convencidos de que su testimonio es verídico. Jesús hizo también muchas otras cosas, tantas que, si se escribiera cada una de ellas, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo entero.


Jesús hizo muchas cosas, algunas las conocemos más o menos a la luz de los evangelios, que interpretaron pasajes de la vida del Rabí según el mensaje que cada uno de ellos quería dar, ya fuera a los creyentes o a sus comunidades. Como la escritura ha sido un bien escaso en las culturas primitivas, las recopilaciones de textos sobre Jesús que han llegado hasta nosotros sólo presentan a Jesús dentro de un marco teológico determinado, no sabemos de su infancia, ni de su adolescencia, ni de muchos aspectos de su día a día, relaciones personales, gustos... Por tanto, más que biografía, lo que leemos es un mensaje que quiere justificar algo, en el caso del evangelio de Juan, que Jesús es el Hijo de Dios.

Al final, y sucede igual en la vida, nos quedamos cada uno con la historia que queremos contar. Tenemos a mano olvidar hechos, pulir aspectos personales, engrandecer o no un determinado suceso, o establecer un itinerario de sucesos que nos llevan a un punto culminante en nuestra historia. Por eso, hay muchas noticias alrededor de la figura de Jesús que no tienen ninguna relevancia: que si han encontrado sus huesos, que si era rubio, delgado, con barba, que si estaba casado, que si fue rabino…, todo esto carece de importancia para los evangelistas, que quieren transmitir un mensaje.

Fijémonos en nuestra sociedad: en política, lo último que miramos es el mensaje del candidato, y todas las miradas van a sus cuentas, a su aspecto, a si se saluda o no con aquella candidata, si insulta, o si cae bien… Y mientras la campaña sucede entre pasarelas, ¿ustedes conocen sus programas?¿Cómo van a hacer lo que prometen? Es inaudito, parece que no hay debates sobre lo importante sino sobre el aspecto, lo superficial. Lo mismo pasa con el deporte, o con el trabajo y el número de parados, o con las previsiones y la ocupación hotelera, o…

Creo que podemos ver perfectamente la distancia que hay entre los evangelios y nuestra realidad vivida, que nos separa de lo esencial para llevarnos al terreno de la pompa, como si después fuera más fácil distraernos con cualquier animalada. En lo superfluo no hay nada que merezca la pena conocer, como en las relaciones de verdad lo importante es dar a conocer lo más íntimo de cada uno, precisamente para mostrar lo más esencial de nosotros mismos, nuestro cuerpo desnudo.

Un telediario tiene muchas cosas que contar, muchas imágenes, muchos testimonios, mucho impacto, muchos desastres, muchas victorias… Pero lo más esencial que ocurre en el día a día queda vetado, y rara vez logramos acceder a la información de verdad, la que no está pintada según los intereses políticos. Y pasa el noticiero, y a fin de cuenta sólo nos enteramos de lo que ellos quieren.

El mensaje del evangelio es claro: Jesús, verdadero Hijo de Dios, entregando su vida por nosotros nos hace herederos de la salvación de Dios. Y a partir de aquí podemos dar vuelta sobre vuelta.

Y el mensaje del mundo, ¿cuál es?

miércoles, 16 de mayo de 2018

JUAN 17, 11. NO LOS QUITES DEL MUNDO

 JUAN 17, 11 – 19Ya no voy a estar por más tiempo en el mundo, pero ellos están todavía en el mundo, y yo vuelvo a ti. »Padre santo, protégelos con el poder de tu nombre, el nombre que me diste, para que sean uno, lo mismo que nosotros. Mientras estaba con ellos, los protegía y los preservaba mediante el nombre que me diste, y ninguno se perdió sino aquel que nació para perderse, a fin de que se cumpliera la Escritura. »Ahora vuelvo a ti, pero digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo, para que tengan mi alegría en plenitud. Yo les he entregado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco lo soy yo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo los envío también al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.


El tono que utiliza el evangelista para exponer la oración de Jesús denota que nuestro Dios no es “Ex Machina”, a diferencia de concepciones romanas y helenísticas. Podría parecernos que estamos en un tablero y que Jesús pide al Padre que mueva a unos a un lado, a otros al contrario, a Él a las alturas y al maligno a lo profundo del infierno. No hay ninguna estrategia, no debe haber ningún misterio que presuponga una jugada, o la decisión de Dios. El evangelista recoge los deseos de Jesús en esta oración para que el Padre le conceda la petición, pero no ocurre así, o por lo menos no al cien por cien. La historia de la cristiandad hasta nuestra era se mezclará con el mundo y quedará muchas veces expuesta al dilema del mal. Algunos incluso discutirían cual grado de protección.

Cuando el maestro deje de estar con ellos, y después de Pentecostés (que sepamos), comienzan las persecuciones y los discípulos quedan expuestos, amados y odiados, acogidos y repudiados por un entorno que a veces se mostraba abierto y otras, en cambio, hostil. Si Dios fuera una máquina, las palabras del Cristo habrían sido definitivas y no hubiera espacio para la libertad, tal como el programador determina hubieran vivido probablemente en el Olimpo, compartiendo mesa, fruta y música con Zeus y Afrodita.

Aunque ello no quiere decir que la oración del Cristo no fuera eficaz, eso no lo digo. Como tampoco niego que fuera eficaz. Pero sí atendamos nosotros, la comunidad de hoy, a que en la vida estamos completamente expuestos a goza y sufrir, a reír y llorar, a querer y hasta a odiar, y por más oración que se eleve la vida cruza por donde tiene que tirar. Bien, la oración hay que vivirla desde nuestra humanidad, y entenderla en el contexto de la vida de ellos y de la nuestra. El cometido del Cristo orando al Padre momentos antes de llegar al zénit de la crucifixión es el aliento que nos deja a nosotros para avanzar, para perseverar, para proseguir, luchar, intentar, permanecer, consolar, amar. El maligno es la desesperanza ante las muchas pruebas y situaciones que nos viene a diario: cuando una familia se queda sin techo, cuando un niño muere de hambre, cuando la tragedia del holocausto se ceba con la vida, o cuando el ser humano está partido.

La experiencia de esta oración la cumplen y la han cumplido muchos de ustedes cuando delante de lo inminente han decidido entregarse y cuidar de los demás, o de los suyos. No importa si a más o a menos, si fue Casaldaliga o fueron mis padres, cuando hicieron viva esta oración, porque nos enseñaron con su sacrificio a cambiar las cosas. 

martes, 15 de mayo de 2018

JUAN 17. TU, ELLOS Y YO

 Juan 17, 1 - 11a: En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»


Es deseo de la Iglesia visible que el testimonio cristiano en el mundo se realice por medio de la comunión. De hecho, leemos que tanto la voluntad del Padre como la voluntad del Hijo es la de lograr que esa misma comunión trinitaria se viva, en cada persona, como reflejo entre la humanidad. Es un deseo, por tanto, metafísico que los seres humanos alcancen en su convivencia un grado de implicación tal que valores como la solidaridad o el amor ya no sean de promoción sino que se realicen normalmente, como algo natural, necesario y distintivo para la raza humana.

Claro, a pesar de la belleza implícita de esta oración sacerdotal que nos lleva al encuentro de lo santísimo, no podemos quedarnos en una teoría meramente abstracta, espiritual, de la voluntad del Padre y del Hijo. Pues esta vida de comunión que se nos ofrece desde las moradas celestiales se concreta, luego, en la vida de cada persona que decide adherirse a Cristo, o a su persona, o a su misión.

No obstante, es un camino abierto para cualquier religión, para cualquier confesión, buscar lazos de comunión de los unos con los otros, pues en definitiva todos podemos llegar al encuentro de lo divino desde la experiencia de la unión. Quizás sólo haga falta el deseo de querer integrarse en la realidad del otro, saliendo cada uno de nuestros límites, de nuestras ideas, de nuestros credos y así, como haciendo sonreír a Dios, alcanzar a la hermana o al hermano, al cercano y al lejano, al que ora de rodillas y al que lo hace a través de un manthra.

No necesitamos buscar voluntades más hondas, más profundas, verdades con más base de misterio, ciencia, sabiduría, contacto extrasensorial… sólo necesitamos vivir la experiencia de la comunión, haciéndonos subsidiarios de los demás, siendo casas de acogida, abriendo las puertas, celebrando alrededor de una mesa, encontrándonos.

Que tengamos hoy esa naciente voluntad de crear solidaridad, de tejer puentes y de vivir hacia el otro (no hacia nosotros mismos).

lunes, 14 de mayo de 2018

MARCOS 16, 15. ASCENSION

 Marcos 16, 15 – 20Les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado. Estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán en nuevas lenguas; tomarán en sus manos serpientes; y cuando beban algo venenoso, no les hará daño alguno; pondrán las manos sobre los enfermos, y éstos recobrarán la salud.» Después de hablar con ellos, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Los discípulos salieron y predicaron por todas partes, y el Señor los ayudaba en la obra y confirmaba su palabra con las señales que la acompañaban.


El culmen del itinerario de Jesucristo, encarnado y resucitado, lo tenemos en la ascensión. Jesús regresa a su origen, desde donde descendió para irrumpir en la historia de la humanidad acercando la salvación que Dios ha querido para los hombres y mujeres que lo aceptan. Jesús asciende al Padre y comisiona a los discípulos en quienes el Espíritu Santo soplará el día de Pentecostés. 

Esta comisión podría, también, llamarse voluntariado (aunque un voluntariado cristiano) porque en este pasaje se asume la capacidad de transmitir y actuar a favor del mundo sin pedir nada a cambio. Cuando esto no sucede hemos comprobado cómo se empobrece la sociedad, en cambio cuando habita esta dimensión más solidaria, más dedicada, allí repercute esta acción del amor, de quienes lo dan y a quienes les es dado. Esta comisión se empieza viviendo en la amistad, en la que tenían los unos con los otros como vivieron siendo el grupo de Jesús. Será desde el estilo de vida comunitaria y gratuita establecido a lo largo de los tres (creemos) años de convivencia con el Cristo que arranca esta forma de entender al mundo, y a quienes viven en él.

La comisión vive cuando ésta comunidad de amigos se empieza a extender, y conforme se va dando cabida a nuevos miembros, a nuevas formas de vida, a otras maneras de entenderlo todo, incluso con la evangelización a los paganos (desde la que empezarán a convivir con diferentes valores). Pero esta es la máxima del comisionado, que siendo testigos del amor de Jesucristo, aprendan a convivir con los demás, y fruto de esa convivencia el deseo de los otros de formar parte. Y esto implica para aquel grupo íntimo despertar los sentidos, abrirlos, pues hasta entonces vivieron impregnándose de Jesús. Nadie ha hecho nada para existir y sin esta base no hubiera sido posible avanzar. Jesús nos enseña algo importante, que si soy, soy gracias a los demás. Y sin los otros nada soy. Porque el amor, cuando se queda para mí, termina por desaparecer como esencia de amor y se convierte en narcisismo. Así como la relación entre Dios y Cristo se extiende hacia la creación, nuestro amor se extiende hacia los demás, aún cuando nos han hecho daño. Esta comisión discipular es para entregarse a los demás, no a ellos mismos.

¿Qué pasaría si no hubiera necesidad? Pues que terminaríamos siendo una sociedad muerta, y perderíamos ese ser frágil que nos constituye. Por eso esta comisión viene por la necesidad y la fragilidad del ser humano por quienes Jesús había dado su vida. Y como los cristianos hemos recibido tanto, y tantas veces, de Dios nuestra respuesta natural debe seguir siendo el amor, el darlo y el recibirlo. El veneno de las serpientes es la frivolidad, el desamor, la fatiga humana, por eso nos dice el evangelista que no nos pasará nada, si damos por generosidad, por pura gratuidad. La comisión no es por nosotros sino por quienes no nos conocen, y por los que nos tienen que conocer.

sábado, 12 de mayo de 2018

JUAN 16, 23b. ACERCA DEL PADRE

 JUAN 16, 24 – 27Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado. Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre. Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios.



Qué especial el modo como el evangelista llega a hablar de las relaciones entre el mundo que vemos y el mundo celeste, entre Dios y los seres humanos, y todo ello a través del nexo en Cristo, quien comunica el amor del Padre y quién se encargará de interceder por nosotros, porque a fin de cuentas, cuando hablamos de amor también hablamos de Cristo.

Jesús hace referencia a su ministerio aquí en la tierra en el que ha jugado el papel de un maestro que enseñaba a sus discípulos con parábolas. Aunque ahora, cercana la pasión, el tono de sus palabras cambia y se tornan más profundas, también más directas y también más difíciles, parece que Jesús está dispuesto para descubrir aquello que el velo impedía que viéramos con claridad. Ahora no podréis comprender lo que os hablo, pero más tarde sí podréis entenderlas, y en este camino estamos más de dos mil años después, creyendo conocer con mayor claridad el camino del Padre.

San Agustín hablará de este conocimiento profundo cuando se refiera a Dios como lo más íntimo de lo íntimo de mí mismo, que se va descubriendo conforme al amor, que supera cualquier abismo, porque a través del amor humano es como entendemos, en alguna medida, el amor de Dios. Es como el punto de partida más cercano a nosotros mismo, quitamos todo aquello que en nuestra vida mostramos como parábolas y entramos a descubrir lo que realmente somos.

Cuánto nos cuesta, a veces, mostrarnos al otro lo que realmente somos, sin vestidos, sin maquillaje, sin máscaras. Normalmente, con nuestros más íntimos, nos vamos desnudando progresivamente, sin hacerlo de golpe, porque no sabemos si lo que somos va o no va a gustar, y en el fondo no queremos ser rechazados. Pero el evangelista nos muestra que llega ese momento en el que Jesús va a mostrar todo lo de Dios sin parábolas, desnudo, y lo hace como gesto de la plena confianza hacia nosotros como ofreciéndonos su íntimo más íntimo sin vacilar, sin dudas, con total gratuidad y haciéndolo además cercano, próximo. 

Igual con nuestras relaciones, Jesús nos invita hoy a desnudarnos, a dar lo que somos, a ofrecernos naturalmente y sin tapujo a amar. Podemos aprender de él que no nos oculta nada.

viernes, 11 de mayo de 2018

JUAN 16, 20. TRISTEZA ALEGRE

 Juan 16, 20 - 23a: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.»


Es para pararse a pensar en todo lo que el ser humano puede llegar a soportar, aguantar, sufrir… Hay veces que cuando parece que la cosa no puede ser peor asistimos a una especie de renacer de la persona que, como un Ave Fénix, resurge a la vida. Es como aquello que nos decían en educación física cuando corríamos quince minutos y decíamos que no podíamos más, pero el profesor nos decía que sí, que siguiéramos. Está claro que es muy difícil establecer el límite de la mujer o del hombre porque cuando parece que todo está perdido, no! Aún podemos con más.

El ejemplo de la mujer que da a luz es el paradigma perfecto de lo que suponen estas situaciones, que parece que quieran acabar con nosotros pero que finalmente sirven de experiencia para una vida que se reencuentra, que resurge, que vuelve a brillar. Aunque la llama parece que se va apagando, no podemos olvidar que mientras haya brasa el fuego siempre tiene opción a volver. Qué bello pues que de la experiencia del dolor podamos dar paso a la satisfacción más plena, a la alegría, a la felicidad. Lo que deberían ser dos principios contrarios vemos que no están tan separados como la razón, o la psique, parece indicar.

Es un camino difícil, la psicología de cada uno juega un papel a veces desmoralizador, opresivo, pero conforme asumimos esa invasión de nuestro espacio de bienestar es posible ver luz, y cuando uno es capaz de ver como se abre el día aquello que era oscuridad, tristeza, quebranto, puede convertirse en un espacio de luz radiante.

Algo así quiso decirnos el evangelista cuando con la perspectiva de la resurrección miraba cómo vivieron los discípulos los momentos posteriores a la muerte de Jesús. Qué dolor, todos ellos disipados, cada uno de regreso a sus antiguas vidas, pero tampoco… algo ocurre, todos corren al encuentro de todos, hay apariciones que recuperan el corazón de algunos, paseos que reavivan la fe de otros, una brasa con pan y con peces que provoca el gozo entre los discípulos…

jueves, 10 de mayo de 2018

JUAN 16, 16. IRSE AL PADRE

 Juan 16, 16 - 20: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver.» Comentaron entonces algunos discípulos: «¿Qué significa eso de "dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver", y eso de "me voy con el Padre"?» Y se preguntaban: «¿Qué significa ese "poco"? No entendemos lo que dice.» Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: «¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver"? Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.»


Ciertamente es enigmático el pensamiento de Jesús: no me veréis pero me volveréis a ver. Está claro que la intención del evangelista es la de mostrar la ignorancia de los discípulos, aunque sea por medio de una afirmación complicada como esta. ¿Lo hubiéramos entendido nosotros? Obviamente no, por más que la teología trate de explicar de un modo u otro el sentido de la aseveración del Cristo. Y aunque para el evangelista los diálogos de Jesús lleven implícita esa condición de no comprensión de los discípulos, para nosotros siguen guardando esa categoría de misterio, como algo que todavía se nos tiene que revelar.

A la luz de la resurrección, enclavado en el ambiente de su comunidad, el autor del evangelio nos explica el sentido de la disertación profética. A esa misma luz nosotros tenemos la seguridad de un hecho histórico e irrepetible que se mantiene vivo en nuestros corazones, siglo tras siglo. De ese modo, aunque sobrevengan las tristezas, podemos decir que vivimos en alegría, o que caminamos en esperanza. Somos un pueblo privilegiado que mantiene encendida una llama de Vida que, de algún modo, nos llama a participar del Misterio de Dios en Cristo.

Es indudable que, como la Magdalena, pasaremos por etapas de llanto. Que como aquellos primeros discípulos podremos ser dispersados, atravesando desiertos, encontrándonos con una sociedad sorda y muda… Pero también es certero asegurar que si, finalmente, fijamos nuestros ojos en el Resucitado seremos contagiados de la Verdad y de la Vida que nos aúpa a la comunión con Dios y a la alegría interior, que evoca aquel río de agua viva y que nos recuerda que, a pesar de todo, seguimos caminando en esperanza.

Pues, hagamos cuando convenga de tripas corazón porque si bien en la historia está inscrita la tristeza, también sabemos que como algo inherente a la Vida en Cristo nos sobreviene la alegría. 
Alégrense! 

martes, 8 de mayo de 2018

JUAN 16. SI ME VOY

 JUAN 16, 5 – 11Ahora vuelvo al que me envió, pero ninguno de ustedes me pregunta: “¿A dónde vas?” Al contrario, como les he dicho estas cosas, se han entristecido mucho. Pero les digo la verdad: Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes. Y cuando él venga, convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio; en cuanto al pecado, porque no creen en mí; en cuanto a la justicia, porque voy al Padre y ustedes ya no podrán verme; y en cuanto al juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.




Podemos decir a la luz de este Misterio, que hay todo un proceso para intentar comprender al Dios que da la vida, al Hijo que la acoge encarnándose y al Espíritu que nos ayuda a compartir esa vida. Y en la transición de la acogida del Hijo, necesariamente encontramos la entrega eficaz en la Cruz, que es el signo primero que nos enseña a compartir la vida. Y se sucede una especie de dirección de consolación desde el cielo hasta la tierra que regresa al reino celeste con la resurrección dejando así abierta la comunicación entre los dos reinos con la acción del Espíritu de amor.

La imagen del Espíritu más plausible es por la respiración, mientras inspiramos y expiramos sabemos que tenemos vida. De ahí que al Espíritu de Dios se le llame aliento de vida. Para nosotros lo evidente es que naturalmente respiramos y por esa respiración se manifiesta el Espíritu. Si nos acercamos mucho a una persona para hablar con ella, para comunicarnos, somos capaces de percibir ese hálito del otro. Podríamos decir que es un momento en el que conscientemente podemos ver que comunicamos vida. Puestos delante de un espeja, o de una ventana en un día frío también nos hacemos conscientes de esa representación.

Para mí, como creyente, hacer presente esta respiración es hacer presente la presencia de Dios en mi vida por medio de su Espíritu. Esto implica el reconocimiento de que no estoy solo y que la presencia de Dios actúa en mi vida, acompañándome desde lo más hondo de mi ser, en ese espacio interior que nosotros llamamos alma. Y desde esa habitación profunda la evidencia de su proximidad la encuentro en la respiración y en la comunicación, mía y con los demás. Me hago consciente por medio del vivir de la existencia del viviente.

Y quién es el que le pregunta “¿a dónde vas?” Hoy el evangelio nos enseña a tomar conciencia de la unión habitable de nuestra humanidad con lo trascendente y nos propone sondearlo y descubrirlo, a este Amor que se hace cercano y vívido en lo más evidente de nuestro existir.   

lunes, 7 de mayo de 2018

JUAN 15, 26. ESPIRITU QUE TESTIFICA

 JUAN 15, 26 – 27»Cuando venga el Defensor, que yo les enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él testificará acerca de mí. Y también ustedes darán testimonio porque han estado conmigo desde el principio.



Tenemos el privilegio de coexistir con toda la vida de este planeta especial que nos sirve de escenario a lo largo de todo nuestro itinerario vital. Y digo esto un poco porque si bien podemos agradecer la vida, lo cierto es que aprovechamos muy poco, y mal, lo que Dios nos ha dado o como diría el Génesis, nos ha puesto en mayordomía. Ayer hablábamos de todos estos descubrimientos que aparecen en las universidades a favor de una energía sostenible y no logran ver la luz a causa de los grandes intereses económicos.

Con el Espíritu Santo pasa algo parecido. Cuando Jesús expira en la Cruz, regresa el Espíritu al mundo para que actúe en favor nuestro y como fuerza que se expande del amor trinitario (según pensaba San Agustín). En lenguaje más nuestro diríamos que al ser humano se le ha gratificado con innumerables posibilidades que no sabe aprovechar, o que no sabe gestionar, o que no quiere hacerlo. Pablo dirá en la carta a los Romanos que el ser humano es inexcusable ante la gloria de Dios que se manifiesta en el mundo, y desde una óptica un poco panteísta, nadie puede negar a Dios a partir de la creación. Pero Cristo nos deja un testigo aún más próximo a la gloria divina que viene a disposición nuestra, el Espíritu, que además viene como Ayudador, Defensor, Consolador, Abogado, es un gran don.

Pocas veces hablamos del Espíritu Santo, pero deberíamos tener en cuenta que es un maestro interior que nos conduce a la verdad de Cristo (testifica) y nos ayuda a comprender lo que Jesús decía, es lo que llamamos inspiración, y nos instala en lo que somos. Nos permite ser y ser amor, y nos proyecta hacia el mundo como testigos de aquel que proponía el amor a los enemigos, al hermano y a Dios. Por tanto, vivo para los demás. Este Espíritu, que se mueve en la comunidad, es lo que nos ayuda a compartir la vida, gozar de la amistad, integrarnos en las personas o celebrar el ágape, o estar en paz. Quizás es que damos muy poco espacio al Espíritu cuando las cosas son tan distintas a esa celebración. Si decimos que es amor, necesariamente debe existir una acción entrañable sobre nuestro prójimo, y si esa acción no vive no hay amor.

Esta vida en el Espíritu, además, es voluntaria y se da libremente, porque si es acción para los demás (entrega), no puede existir coacción alguna. Lo esencial del Espíritu nace de la actitud disponible y generosa del Cristo que decide entregarse, por ello el testimonio venidero necesariamente también pasa por ser don. Por tanto, el Espíritu es en algún modo una forma de perfeccionar amor, o de plenificarlo.

Hablamos muchas veces de ser testigos de Dios, o testigos de Cristo y nos olvidamos que aquel que posibilita testificar que es este Espíritu Santo. La vida en el Espíritu dicen que es efusión, y lo contrario a la efusión es el apagamiento. No podemos vivir la vida con la luz apagada, a tientas, golpeándonos con la vida porque no vemos, porque está oscuro, porque estoy ciego, necesito encender la luz.

domingo, 6 de mayo de 2018

JUAN 15, 9. PERMANECER EN AMOR

 Juan 15, 9 - 11: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.»



El autor habla del amor que Dios nos ha tenido como una iniciativa que siempre sale de Él, que tiene su origen en las moradas celestiales. Así, presenta a Dios como el origen del amor y la vida cristiana, por tanto, como reflejo de ese amor de Dios. Esta iniciativa amorosa es para llamarnos hijos, para acercarnos a la existencia misma del Padre. Sería lo que se conoce por derecho de filiación, por el que una persona era llamado hijo o hija y se convertía en heredera de los bienes de la otra persona. Dios es el Padre de Cristo y nosotros hemos sido llamados hijos (o adoptados dirá Pablo) por puro amor, por puro don.

El conocimiento nos hace hijos de Dios. Conocimiento entendido como un acto relacional, como un verbo experiencial que hace referencia a la vida de comunión con Dios. Pablo dirá que el Hijo nos ha abierto al conocimiento de Dios, mostrándonos la vida de comunión con el Padre.

 La fidelidad de Jesús a la voluntad de Dios lo lleva a tener varios encontronazos, y finalmente y tras muchas controversias a la cruz. Pero Jesús permanece firme y será esa coherencia suya lo que también terminará, como otro factor decisivo, por llevarlo a la cruz. Así, por su muerte, por su fidelidad, tiene capacidad para perdonar el pecado. Y se abre un nuevo dinamismo de relación con Dios, la Fe como sinónimo de conocimiento, de adhesión personal.

La validación de la fe en el contexto joánico viene siempre desde la praxis: amar al hermano y obrar según la voluntad de Dios. Amarnos es vivir con las mismas actitudes con que Dios existe. La entrega de la vida de Jesús es la expresión del amor.  Si obramos como Cristo vivió, lo que me iguala a Dios es vivir entregado a los otros. Por tanto para nosotros existe esta necesidad de vincularnos a la obra del amor, que es Cristo mismo, porque de ese modo posibilitamos hacer visible aquello que es invisible y proseguimos con el dinamismo de la salvación tan grande que Dios tiene preparada para todos los que creen y confiesan, viviendo en el compromiso y la entrega mutua,

Que sepamos traspasar nuestro egoísmo, lo que nos sujeta a lo terrenal, a lo material y tengamos capacidad para vivirla misma vida de dios, que es desde el amor.

viernes, 4 de mayo de 2018

JUAN 15, 12. METAL VACIO

  JUAN 15, 12 – 17Y éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes. No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros.


El pasaje de hoy nos sitúa muy a la altura de la teología paulina, en ella el apóstol nos dice que el cumplimiento de la Torah es insuficiente, porque sólo la Ley modifica la conducta, el comportamiento, por lo tanto es extrínseca. En cambio, como también indica el evangelista, si la verdadera Torah es para nosotros Cristo, su Ley sí cambia el corazón. Esto es, cumplir la ley  del cristiano es vivir como Cristo, bajo el primado del amor. Pero esto sólo es posible porque en lugar de la Torah hemos puesto a Cristo, y por ese motivo la Ley se puede resumir en el amor a Dios y al prójimo y al enemigo.

Tener un mandamiento implica que tenemos una Ley, y aunque esa Ley sea vivir como Cristo, tenemos algunos cometidos que algunos llaman propuestas y otros deberes, aunque si estos deberes son para libertad podríamos también llamarlos ayudas. Así, podríamos decir que la vida del cristiano se aboga en propuestas y ayudas, y en que ambas son recíprocamente válidas para todo el mundo, todos ayudamos y todos somos ayudados. Esto implica que los efectos del mandamiento de Cristo son para actuar en libertad, y a esa libertad amorosa y responsable hemos sido llamados.

Se invierte el orden de la Ley, ahora lo primero es vida y lo segundo letra. No tengo que supeditarme a la letra para que cumpliendo la norma pueda vivir, sino que en función de cómo (o para qué) vivó se está cumpliendo la Ley. Como Jesús dirá que no está sometido a tribunales humanos, nosotros tenemos también el estatuto jurídico del cielo, que es el Amor. Todo lo que nosotros, como personas, podamos pensar, elaborar, escribir o proponer a modo de Ley para en alguna manera condicionar a la humanidad para el bien se extingue en el tiempo. Nosotros tenemos en la vida un itinerario de principio y regreso, de vida y de muerte, es decir, que venimos del amor del Dios bajo el amor de  los papás y regresamos al amor de Dios desde el amor de los demás. Es decir, que nunca perdura la Ley y que el amor es eterno en tanto es Dios.

Hay en nuestro tiempo muchas personas que quieren sentirse bien, que quieren ser más espirituales, que buscan un encuentro místico, que meditan, que por medio de regresiones tratan de superar problemas del pasado, que hacen reiki... bien, la mejor medicina, la mejor espiritualidad, la mejor manera de afrontar la vida, y hacer un mundo mejor todo ello depende del amor. Y el amor puede ser un trayecto espiritual, pero también es un viaje a la realidad, a la forma de vivir la vida, de entender el mundo, de comportarse y de relacionarse... porque si no tengo amor soy como el metal que no suena, estoy hueco, vacío.

jueves, 3 de mayo de 2018

JUAN 14, 6. CON ESO NOS BASTA

  JUAN 14, 7 – 14: Si ustedes realmente me conocieran, conocerían también a mi Padre. Y ya desde este momento lo conocen y lo han visto. —Señor —dijo Felipe—, muéstranos al Padre y con eso nos basta. —¡Pero, Felipe! ¿Tanto tiempo llevo ya entre ustedes, y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: “Muéstranos al Padre”? ¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les comunico, no las hablo como cosa mía, sino que es el Padre, que está en mí, el que realiza sus obras. Créanme cuando les digo que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí; o al menos créanme por las obras mismas. Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre. Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré.


Los discursos, como el que tenemos en esta ocasión, son característicos del evangelio. Tanto los signos como los discursos quieren revelar quién es Jesús, su filiación divina, y son signos cristológicos, como también los discursos. En el transcurso del Evangelio, e anuncio del Reino de Dios ha quedado olvidado en Juan, su preocupación es resolver la identidad de Jesús y qué significa Jesús para el creyente. Así que si en los sinópticos estabamos ante el Reino que se instaura en Jesús, en Juan, en cambio, hablamos de una concentración cristológica. Temas importantes de los sinópticos, como las purificaciones, el sábado… desaparecen en la pluma del evangelista.

En los discursos de Juan hay una intención teológica clarísima, aquí sólo habla Jesús. Las preguntas que le hacen, como en este caso Felipe, están orientadas a demostrar la incomprensión del interlocutor. Hasta el punto que pudiera ser un recurso literario del autor, que hace progresar su pensamiento a través de las preguntas de incomprensión de los diferentes personajes a lo largo del evangelio.

Todo ello en aras a que podamos sentirnos interpelados, en nuestra fe, a lo que es trascendental y básico, la identidad de Jesús. Porque sólo desde esta identidad humana y celeste nosotros somos aptos en la historia de salvación como hijos e hijas en el Hijo, como diría Pablo. El fundamento básico de nuestra fe cristiana habla de un Dios encarnado en su humanidad y de un Jesús, histórico, elevado, resucitado y sentado a la diestra del Padre, como Hijo suyo, amado.

El evangelista seguirá dando pistas, signos, exponiendo señales y obras para que, si no es por fe, por lo menos sea por aquello que vemos, oímos, tocamos o vivimos. Atendiendo a que todos estos ítems deben conducirnos, irremediablemente, al Cristo, Hijo de Dios, Señor nuestro.