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sábado, 1 de septiembre de 2018

MARCOS 7, 14. DESINFORMADOS

 MARCOS 7, 14 – 23: De nuevo Jesús llamó a la multitud. —Escúchenme todos —dijo—y entiendan esto: Nada de lo que viene de afuera puede contaminar a una persona. Más bien, lo que sale de la persona es lo que la contamina. -- Después de que dejó a la gente y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron sobre la comparación que había hecho. —¿Tampoco ustedes pueden entenderlo? —les dijo—. ¿No se dan cuenta de que nada de lo que entra en una persona puede contaminarla? Porque no entra en su corazón sino en su estómago, y después va a dar a la letrina. Con esto Jesús declaraba limpios todos los alimentos. Luego añadió: —Lo que sale de la persona es lo que la contamina. Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona. 


Bien podríamos adaptar el símil que utiliza el evangelista en nuestro tiempo moderno, aunque al revés. En este sentido tendríamos que preguntarnos cuánto hay de inputs externos que afectan o influyen en la persona. Publicidad, prensa, opinión, campañas… son herramientas en las que hoy se dispone la erótica del poder porque inciden directamente en el corazón de las personas. Lo hacen sin tregua, implacables! Desatendiendo los criterios fundamentales de objetividad y veracidad en la información, por ejemplo, sólo movidos por alentar las ideologías que hoy, lamentablemente, se hacen tan evidentes. Hoy, definitivamente, tenemos una contaminación externa que nos somete y nos mueve, nos dirige y domina.

Por otro lado, ciertamente el mensaje del evangelista puede ser válido para esta situación. En la novedad de la vida irrumpe de un modo maravilloso la novedad del Evangelio, siempre aplicable. Somos nosotros, las personas, quienes debemos recuperar el señorío de nuestras vidas ante lo que ocurre en nuestro mundo. De ese modo dejar de ser vehículos de confrontación para devenir, por lo menos, en piezas de coherencia, pacificación y criterio propio (cada uno desde sus propias convicciones).

Es difícil no dejarse llevar por el fanatismo, por la desdibujada injusticia, por las opiniones de expertos que nos resitúan en un mapa geo-político intencionado. Aquí es trabajo de todos tratar de potenciar una información cierta, bajo un criterio de verdad, que permita objetivizar estas informaciones, públicas o privadas, hoy manipuladas que terminan en la bolsa de lo “fake”. Es trabajo de todos!

Las instituciones no van a hacer nada. Ni aquel gobierno al que han votado, ni aquella oposición que discute en el Parlamento, ni esta Iglesia que anda preocupada en batallas de poder (y en que no salga demasiado perjudicada su imagen)… Es, pues, ya no tiempo de juzgar males sino de procurar bienes y para ello hay que luchar.

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