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jueves, 26 de noviembre de 2015

LUCAS 21, 29 EL DIA ESCATOLOGICO

LUCAS 21, 29 – 33: Les añadió una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.



Estamos delante de la serie de discursos escatológicos de Jesús y ante una invitación a permanecer vigilantes, atentos, porque si bien conocemos los signos de nuestro tiempo, de nuestra época, de nuestro espacio, no conocemos en absoluto cómo será, o cuándo será, que regresa el Señor. Señales de antes del final siempre tenemos, parece que se van repitiendo en cada generación: guerras, rumores de guerras, hambres, falsos profetas… y sabemos que por ese motivo las palabras de Jesús no pasarán, y no pasarán porque en Él existe la plenitud, que todavía ha de cumplirse, nuestra esperanza.

Pero el tiempo escatológico para nosotros es algo que queda como muy lejano, y que no nos pase como aquellos antiguos que perdieron el fervor, el primer amor, viendo que su esperanza no llegaba, porque no sabemos cuándo, ni cómo. Pero, en cambio, sabemos algunas cosas: que en nuestro tiempo, en nuestra vida, en el capítulo que escribimos, tenemos la oportunidad de acercar esa esperanza a nuestra línea espacio-tiempo y, de algún modo, anticipar esa plenitud de los tiempos bajo el primado del amor, bajo la imagen de la fraternidad, entre días de paz y con un espíritu de acercamiento, de comprensión, de entendimiento.

Conocemos los rumores de antes del final de los tiempos porque se van repitiendo sistemáticamente a lo largo de la historia, pero qué pena que llegue a través de ellos nuestro conocimiento, esto significa que, todavía, somos un poco obtusos. Qué lindo sería que estos signos cambiaran, que no hubiera hambre, ni envidias, ni nación contra nación, ni traiciones sino que viviéramos promovidos por el espíritu de Amor, en colaboración, en celebración, colaborando con Cristo incluso antes de su regreso, con Dios, con nuestros hermanos y hermanas en lugar de pelear, de acosarnos, de robarnos o de rechazarnos… a la basura con esos signos! Terminen con esa historia!

Busquemos signos de unión, trabajemos por unificar los corazones, por secar las lágrimas, por traer alegría, paz, esperanza, tranquilidad, calor. Olvidemos que somos de oriente u occidente, de Norte o Sud, sabios o pobres, necios o ricos… qué importa si todos compartimos esta experiencia de la vida, que además es única, que jamás será como lo está siendo, que no volveremos a repetir. ¿Para qué dejar de encontrarnos?¿Por qué pelear? ¿No vale más el amor?¿No es mejor sonreír?¿acoger?¿perdonar?...


El otro día celebrábamos el día internacional contra la violencia a las mujeres, deseo de corazón que algún día podamos cambiar esta forma de llamar a una fiesta. Quizás llegue el día en que digamos que celebramos el día mundial del amor a las mujeres. Pienso, que como aquella cruz que no quería Dios y que truncó en la Resurrección, también nosotros seremos capaces de darle la vuelta al mal para celebrar el bien.

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