Translate

viernes, 30 de noviembre de 2018

MATEO 4, 18. VENID CONMIGO

 MATEO 4, 18 - 23Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron. Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.



Lo más precioso de la vida, aquello que puede darle pleno valor, es sentirse llamado a… Claro, en nuestro caso diremos que es el llamado de Cristo el que nos abre las puertas de la fe, y de la vida cristiana, pero en todos los ámbitos y religiones existe también un llamado, que es universal, porque en definitiva, aunque con distinto nombre, aquello que nos llama viene a ser la misma cosa. Quizás alguien se siente llamado por la vida, otra se siente llamada a ayudar, otro siente el llamado del amor y aún alguna siente un llamado a la maternidad… Que seamos llamados nos indica que alguien (o algo) nos llama, y esta es una prueba innegable de la trascendencia, que existe, que sentimos, que nos acompaña, que nos conoce y que quiere sernos cercana.

Cada cual puede poner un nombre, una creencia, una espiritualidad, un camino… pero todos convergemos en el llamado a… que es como el sentido de nuestra vida, la respuesta a la pregunta ¿Para qué estamos aquí?

Bien, que lindo para nosotros entender que desde siempre somos llamados a la libertad y al amor. Somos llamados como estos discípulos a favor de la humanidad, para liberarla de este mar de problemas por el que muchas veces se tiene que navegar y que es inexcusable, y que nos somete. Ser pescadores de hombres es un llamado a afrontar estas dificultades con nuestros semejantes para, de algún modo, traerlos a la orilla, a tierra firme, darles descanso y comida (que sería libertad) y la oportunidad de que siendo libres puedan elegir qué quieren hacer, cómo quieren vivir… Y ese es el llamado universal que hace Dios, que aquello que Él creo en libertad recupere su estado auténtico.

Pescar hombres no significa necesariamente llevar a las personas a Dios, aunque también. A las personas sólo hay que liberarlas. Si después deciden que se quedan con Dios, con Cristo, con nosotros, será fantástico, pero si deciden que no, que nuestra propuesta no les interesa que también sean libres para decirlo, porque Dios no quiere obligar a nadie a seguirlo, a ser cristiano, sino que desea ver al ser humano viviendo en libertad, feliz, porque en esa felicidad también hay expresión del Padre.

Dejemos que cada cual elija, pero procuremos que todo el mundo tenga esa capacidad de elegir libremente, sin sometimientos, sin presiones, sin lazos, sin prisiones. De la oscuridad a la luz admirable hay un camino muy intenso de transformación, pero jamás de obligatoriedad. Podemos llevar a las personas a descubrir esa luz, pero no podemos sujetarlas para que la acepten como nosotros la entendemos.

Vencer al mal que oprime es la prioridad, y después veremos y aceptaremos, porque nuestro llamado no es a una etiqueta sino a la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario