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domingo, 13 de marzo de 2016

JUAN 8, 1 MUROS, ACUSACIONES Y PEDRADAS

Juan 8, 1 - 11: En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:- «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: - «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: - «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: - «Ninguno, Señor». Jesús dijo: - «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más»


Hablar hoy de la mujer adúltera es hacerlo desde otras realidades que azotan nuestra conciencia y lo que podemos entender que es la vida de aquellos que viven, o que obligamos a vivir, en la eterna pared de la acusación, esperando a que ejecutemos la sentencia y los apedreemos. Evidentemente, hoy hablo de la realidad que vivimos a causa de las guerras que se extienden en Oriente y que han provocado que miles de personas, desde hace años, tenga que dejar sus casas, sus trabajos, sus vidas, para intentar buscar un mundo mejor, una oportunidad, o sólo algo que llevarse a la boca, o a la boca de sus hijos y de sus hijas.

Me pregunto qué ha ocurrido en una Comunidad Europea que, tras declarar en 1948 los derechos universales del ser humano, hoy hace el papel de estos que aún escuchando las palabras de Jesús, cogen la piedra y la lanzan sobre los inmigrantes. ¿Cómo es posible? Incluso en el evangelio todos aquellos acusadores quedaron interpelados por la realidad que vive en nosotros y que nos dice: que todos, todos, todos, tenemos algo de “pecado” para no arrojar la piedra. Y cómo que nuestra comunidad, nuestros dirigentes, esta política que se llama democracia o aquella bandera que habla del estado del bienestar resulta que no sólo cierra las puertas a la libre circulación de personas por la UE, sino que además los confina, los condena y los hace aún más miserables, acercándolos a la barbarie.

¿Qué ocurre con nosotros? ¿Qué ocurre con los derechos humanos?¿con la dignidad de la persona?¿con nuestros hermanos y hermanas que salen de una situación que nosotros ya vivimos hace años, cuando Europa era una gran generadora de inmigración? ¿No fueron sus abuelos a Alemania a buscar trabajo?¿No vinieron del Sud hacia el Norte?¿Y no es verdad que tuvieron su oportunidad?¿su opción?¿su bienvenida?

Qué clase de conciencia debemos tener para tirarles piedras, para ejecutarlos, para negarles aquello que debería ser innegable. Qué lamentable, además, que todo ello se haga desde salas de reuniones, con dirigentes encorbatados, comiendo en restaurantes caros, vistiendo de marca, con pensiones vitalicias, con rendas insultantes, con propiedades desde el Este al Oeste y sin escrúpulos, sin ningún puñetero escrúpulo.


Basta! Basta de esta casta político económica que nos dirige, que nos obliga, que nos somete, que subyuga al ser humano, lo condiciona, lo reprime, lo acaba… ¿Por qué son ustedes, y nosotros, los que en la historia tiramos piedras? ¿Por qué nos esforzamos en seguir procurando adúlteras? Esto no, esto no es la vida, seguro! Esto no es vivir… Suelten sus piedras, déjenlas en el suelo, transformen su corazón y déjense dibujar por Cristo.

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