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sábado, 28 de abril de 2018

JUAN 15. SARMIENTOS Y VIDES

 JUAN 15, 1 – 5Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda  para que dé más fruto todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado. Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.


Cogemos este pedazo del pasaje de hoy. Es un relato que los creyentes tenemos ya integrado en el corazón, Jesús es la única fuente, el Señor, la vid, el camino, la vida… Pero, ¿cómo transmitir al no creyente esta relación que existe entre nosotros y Cristo en unión? Todos hemos escuchado todo tipo de interpretaciones al respecto, pero en nosotros vive la posibilidad de transmitir el gozo de permanecer en Cristo. Algunos objetarán que para estar con el Señor hay que renunciar a muchas cosas, y con más que palabras podemos ofrecer nuestra vida a modo de réplica. ¿Es qué no hay personas no creyentes que den fruto? Sí, pero nosotros creemos que, sea creyente o no, todo acto, todo impulso, toda acción y todo fruto proviene de Cristo. Dicen que los creyentes tenemos ese plus que nos permite acudir a Él cuando hay necesidad, o cuando hay enfermedad, o cuando lo pasamos mal, o cuando estamos bien.

Cuidado, porque tantos argumentos existen a favor de unos como de los otros, con lo cual en el mundo debe existir siempre una disposición de diálogo y experiencia mutua para no provocar rupturas, separaciones, obstáculos, diferencias, o peleas. ¿Qué quiero decir? Que nosotros no tenemos que discutir y discutir como se hacía en la escolástica, ni tampoco debemos buscar vencer a nadie porque ante el mal estamos todos vencidos. Más bien escuchemos, recibamos, caminemos… Nosotros creemos en un único origen, que es Dios, Omnipotente, todo acto y que siempre es (entre otras). Un científico, un evolucionista, un bioquímico, un historiador o un creyente no creemos en cosas tan dispares, todos buscamos ese origen, aunque con diferente nombre.

Uno puede llamar a su origen Dios, átomo, molécula, Big-Bang… Los que decimos Dios, tenemos ya alcanzado ese primer y último referente que está más allá de todo, y que nos acerca a la creación, que es por amor, desde cualquier teoría, sea en células, sea con una gran explosión… Los que llaman otra cosa, siguen buscando, y cuando parece que lo han hallado todavía aparece otro misterio más, y con ese misterio más vacío, más dudas, más preguntas. Pienso que no está bien hacer una Teodicea de todo, en ese sentido nos queda mucho que aprender. Tampoco tenemos que estar cuestionándolo todo, como un agnosticismo.

Nosotros les transmitimos el Credo, ustedes nos enseñan la fusión de partículas; nosotros les acercamos la oración, ustedes la física cuántica; nosotros la eucaristía, ustedes la materia… Es como dar mucho fruto permaneciendo en la vid, sólo que unos lo llamamos Cristo y otros todavía no saben llamarlo.

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