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sábado, 28 de abril de 2018

JUAN 14, 1. PREPARAR UN LUGAR

 JUAN 14, 1 – 6No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté. Ustedes ya conocen el camino para ir adonde yo voy. Dijo entonces Tomás: —Señor, no sabemos a dónde vas, así que ¿cómo podemos conocer el camino? —Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí.


Confiar o, como en otras traducciones se lee, creer. Quizás una y otra aunque etimológicamente distintas sean palabras hermanas en esto de expresar nuestra fe hacia Dios, o hacia los demás. De hecho es lo primero que pedimos en nuestras relaciones, que se nos crea, y también es lo que más fácil perdemos por los motivos de la vida y luego cuesta mucho recuperar. Confianza o desconfianza marcan nuestro grado de apertura, nuestra amplitud a las relaciones, la forma de comportarnos en ellas… Por tanto si uno puede dirigirse a la vida confiado o desconfiado es lógico pensar que usemos tantas palabras amigas para mantener la credibilidad.

Si a uno la vida no le ha traído más que desengaños, no espero que pueda creer en este Jesús que nos pide confianza. Así como la vida nos corresponde vivirla, hay muchos atributos que damos a Dios que para nosotros pueden traernos malos recuerdos, malas experiencias, y un rechazo desconfiado hacia la alteridad. No hay nada malo en reconocerlo, quizás aprenderíamos mucho de no generalizar experiencia o modo de relación con Dios porque hay muchas personas que son incapaces de verlo así como nosotros lo describimos: un Padre (cuando muchos padres maltratan a sus hijos), un Dios bueno (cuando el mundo o se muere de guerra o se muere de hambre), un Dios santo (que nos pide santidad).

Pero Dios, o Cristo, viven entre todos nosotros, y conviven con nuestras debilidades, con nuestra contingencia. Igual no hay nada que escape a Dios, pero sí muchos escapan de Él. El mensaje de Dios es único, CONFIAD EN MI, y para ello usará también varios motivos, que soy manso y humilde, que vengo en pos del enfermo, del preso, de la viuda, que soy dador de vida… o con toda una simbología que nos recuerda lo más cálido como el calor y lo más claro como la luz en medio de tinieblas. ¿Y esto quiere decir que haya una lucha de justificaciones? No, en absoluto, pero sí quiere decirnos que nuestro Dios puede asistirnos en todas las circunstancias de la vida, y que no es estático, porque entiende las limitaciones de la vida humana y los miedos, fobias… que vivir puede provocar.

Ante toda duda Jesús dice que es: camino, verdad y vida, y que no rechaza a nadie. Además invita a participar del Reino a todos los cansados, enfermos, publicanos, prostitutas, niños… también a todos los que viven desconfiados, o incluso a quienes no pueden dar confianza. Cuando Jesús dice que es la vida viene a decirnos que es todos estos accidentes ya que, a fin de cuentas, en ellos existe la imagen de Dios.

Este confiar de Jesús nos invita a tener fe en que incluso cuando las situaciones son las peores Dios está ahí. No es que las vaya a quitar, porque la historia es testigo de las atrocidades de los seres humanos, sino que incluso allá, como diría Bonhoeffer se manifesta. Confiar en Dios significa saberlo con nosotros, junto a nosotros, incluso al ser ejecutado, al ser degollado, al morir de hambre… El trabajo de la comunidad cristiana debería ser el de saber transmitir esta presencia confiable de Dios en la vida.

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