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domingo, 22 de febrero de 2015

MARCOS 1, 12 MARCHAR AL DESIERTO

MARCOS 1, 12 – 15: En seguida el Espíritu lo impulsó a ir al desierto, y allí fue tentado por Satanás durante cuarenta días. Estaba entre las fieras, y los ángeles le servían. Después de que encarcelaron a Juan, Jesús se fue a Galilea a anunciar las buenas nuevas de Dios. «Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!»



El concepto de los cuarenta días de penitencia es una herencia que parte de la antigua tradición del pueblo de Israel, cuando tras huir de Egipto estuvieron cuarenta años dando vueltas por el desierto. Tiempo después, leemos, es Jesús el que tras ser bautizado marchará cuarenta días al desierto para ser tentado. Y ahora somos nosotros, que en tiempo de penitencia, celebramos la cuaresma como un tiempo de carácter bautismal, de adhesión a Cristo. En cualquier caso no hacemos sino dar vuelta sobre vuelta a esta tradición que nos llama a pasar de la esclavitud de nuestro Egipto a la libertad que se cumple en Jesús, quien derrota al pecado, por ello nuestros cuarenta días terminan con su resurrección, con su victoria.

Necesitamos desiertos. En este tiempo concreto, en este siglo determinado, en esta sociedad del consumo necesitamos desiertos. Necesitamos espacios que nos aparten de la vorágine de este momento en el que el tiempo parece haberse acelerado. Entre problemas, batallas del diario, celebraciones, gimnasios, familia, whatsupp y redes sociales, el tiempo se nos consume a un ritmo vertiginoso y ahora las hipotecas ya no las afrontan los padres sino que también los hijos a quienes vamos a dejar una herencia medida en tiempo. De los cuarenta años en el desierto a los cuarenta años pagando hipoteca.

Nuestro Egipto es el de afincarnos en esta propuesta de vida actual, es permitir la crisis, aceptar la bochornosa escena y sistema político, permitir que no se respete al ser humano, o que la justicia ande más preocupada por salir en televisión que por ayudar a quienes se quedan en la calle. Nuestro Egipto es pagar por este tiempo de vida, de vivienda, de educación y de felicidad. Nuestro Egipto es también quejarnos sin hacer nada, hablar y quedarse quieto, o poder votar y no cambiar las cosas. Nuestro Egipto, además de ser duro, resulta que vive engañado. Nuestro Egipto, como el de los antiguos, también construye pirámides.

Alcancemos a ver el desierto como un espacio en el que no hay nada, puedes llamarlo meditar, entrar en ti mismo, acceder al subconsciente, yoga, alineación de chakras… Es tu espacio interior, tu intimidad y es la parte fundamentalmente nuestra que algunos llaman conciencia. Este desierto nos llama a salir de lo habitual, de las prisas, del móvil, de los impagos y del no llego. Este desierto viene a nosotros como un espacio amplio en el que puedo conocerme, sentirme, oírme y volver a amarme. Es un lugar propicio de encuentro espiritual y es también un lugar de relación. Y este desierto no está lejos, sino que vive en mí.

Marcos dice que en ese desierto estaremos entre las fieras pero que nos servirán los ángeles, es por tanto un lugar de decisión en el que podré valorar la malo y lo bueno, pros y contras. Es una propuesta de balance. Llegar a ese desierto es la garantía para afrontar luego esta vida porque fui capaz de sopesarla, de entenderla y de decidirla en libertad.


Las prisas son un mal en este mundo que sólo sirven para llegar a malas decisiones, también son una excusa para los poderosos que permite relativizar sus escándalos. El tiempo vuela y yo tengo que correr, parece que no puedo detenerme a pensar con tantas obligaciones. Pero hoy Dios me invita a parar, a detenerme y a tomar conciencia de la necesidad de hacer un parón en mi vida parar recuperar mi espacio en el mundo, para reivindicar mi libertad de Egipto, para atender al corazón y sanarlo. Me llama a vivir la experiencia espiritual, a escuchar su voz a meditar las cosas. Quiere que sea consciente de la vida, de lo que es importante, de lo que merece la pena y me da este tiempo de desierto, para que una vez regrese pueda afrontar la vida que tengo por delante.

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