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domingo, 15 de febrero de 2015

MARCOS 1, 40 TOCAR AL OTRO

MARCOS 1, 40 – 45: Un hombre que tenía lepra se le acercó, y de rodillas le suplicó: —Si quieres, puedes limpiarme. Movido a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole: —Sí quiero. ¡Queda limpio! Al instante se le quitó la lepra y quedó sano. Jesús lo despidió en seguida con una fuerte advertencia: —Mira, no se lo digas a nadie; sólo ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación lo que ordenó Moisés, para que sirva de testimonio. Pero él salió y comenzó a hablar sin reserva, divulgando lo sucedido. Como resultado, Jesús ya no podía entrar en ningún pueblo abiertamente, sino que se quedaba afuera, en lugares solitarios. Aun así, gente de todas partes seguía acudiendo a él.



Nos reencontramos con el leproso este domingo de febrero y entenderemos de los actos de Jesús, según el evangelista, a tocar la realidad de mi entorno, tanto la que está sana como la que está enferma. La enfermedad ya no es un escándalo como lo fuera para aquella tradición del antiguo Israel sino que ahora el asombro viene de mi participación de la enfermedad. Hoy en día este escándalo vive más diluido, pero en aquel entonces al enfermo se le atribuía un estatus de impureza que el enfermo, además, tenía que pregonar por las calles diciendo: IMPURO, IMPURO, IMPURO. Dios, en el arranque de esta nueva era, se presenta al mundo (y al mundo religioso) con dos atribuciones radicales respecto de cómo se le tenía que entender a partir de entonces: 1) es un Dios encarnado en una persona y 2) es un Dios próximo, capaz de tocar allí donde nadie quiere.

Jesús reivindica esa voluntad aproximativa con el SI QUIERO, claro que quiero. En el diálogo entre la enfermedad y el gran médico se establece una relación de amor que, además, acaba con la solitud de aquellos que habían sido deshumanizados a causa de sus dolencias. La voluntad amorosa de Dios devuelve al enfermo la salud y su condición de ser humano.

Nuestro horizonte no es tan diferente al de estos antiguos, cada década ha tenido sus apartados, sus excluidos, y lamentablemente sigue siendo algo normal quitarle a las personas su dignidad y su condición. No tengo que viajar demasiado para encontrarme esta realidad, hoy a la pobreza y al hambre se le suma, por ejemplo, el desahucio, privar a la gente de aquel derecho reconocido de tener acceso a una vivienda digna. ¿Dónde están los alquileres sociales?¿Dónde la voluntad negociadora de los bancos?¿Dónde la misericordia, la compasión o el amor? Bien, también podría preguntar que dónde está el activismo de la Iglesia. Esta es otra, la Iglesia de los pobres dónde actúa en esta realidad social porque así como las parroquias de base trabajan todo lo que pueden, necesitan más implicación del poder y del patrimonio de la Iglesia.

Tocar o no tocar, ahí reside la capacidad de consuelo de unos y otros. Ahí vive la caridad y la compasión porque todo este trabajo social de base convive en el mismo suelo de la miseria, dándolo todo. Conozco muchas personas y obras, parroquias y colectivos que se vacían por un enfermo, por un hambriento, por un preso, por un drogadicto. Dios, que toca la realidad con su SI QUIERO, también toca el corazón de sus hijos e hijas que son movidos por la ternura de aquel que nos enseñó a entregar la vida. Hay tanto que agradecer por todas estas personas que viven consolando!
Nuestro patrimonio son las personas, la mayor riqueza del mun
do está en el ser humano. Esto es lo que nos enseña Jesús que ha recibido de Dios. Esta es la voluntad de acogida que nos dibuja este pasaje, que mi corazón desee acogerte incluso en la enfermedad. Querer tocar la lepra es querer palpar las yagas, oler la infección y abrazar aquello que no tiene fachada de belleza, pero esa es la implicación de Jesús y la nuestra propia, que aprenda a tocar, a respirar y a amar a mi hermano o a mi hermana con este nuevo corazón removido por Dios que se lleva todo prejuicio mío.



Feliz semana!!

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