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domingo, 1 de febrero de 2015

MARCOS 1, 28 COMO EL QUE TIENE AUTORIDAD

Marcos 1, 21-28: En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.» Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.



Nos situamos en sábado, en una sinagoga y en Cafarnaum, tres elementos de características puramente judías que hoy nos acercan no al Cristo, sino al Jesús, judío, en su época y tiempo determinados. El evangelista nos emplaza a entrever al Jesús hombre que participa de la actividad religiosa de su tiempo. Desde aquí, hoy, vamos a ver cómo se sucedían aquellas prácticas de los primeros siglos de nuestra era d.C.

Estos oficios tenían dos partes: una oración, otra lectura y exposición de la Escritura: primero de la Ley y luego de los Profetas. Esta exposición estaba a cargo de un sacerdote, del jefe de la sinagoga, o a quien invitase éste, entre las personas que juzgase capaces de hacer una exposición. Esta no consistía sólo en parafrasear la Ley; podía ser una exposición literal o alegórica, reglas de conducta, parábolas, exhortaciones, etc. El tema era libre, amplio; pero el método, no. Este había de ser autorizando la exposición, sea con la Escritura o con la tradición: sentencias de los rabinos. Hacia el centro de la sinagoga había una plataforma o tribuna, donde tenía su asiento el jefe y los miembros más respetables de la misma. Allí estaba también el sitio del lector y del que iba a hacer la exposición. Desde allí habló Jesús.

De esta exposición, lo que causó “admiración” en los oyentes, y que recogen Marcos y Lucas, es que “enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”. No sólo la sorpresa de los oyentes está en el método que oyen, sino también en la doctrina que expone; o mejor aún, en la doctrina nueva, expuesta con el método nuevo de su propia autoridad. Los expositores de la Ley y los Profetas, con margen de exposición, tenían que fundamentar ésta en la Escritura y en la “tradición,” que eran las sentencias de los rabinos. Este método no era más que una cadena de dichos: “Dijo rabí tal., y rabí cuál dijo.,” y así en una serie inacabable de sentencias, sin resolverse nada.

Jesús se dirige a la Escritura más que a los rabinos, a las palabras de los Profetas más que a las sentencias que no conducen a nada. Es directo en su exposición y lo que propone viene, no de lo que otros dicen, sino de aquello que le interpela de la Sagrada Escritura directamente. Jesús, de ese modo, interpela también a las gentes en la sinagoga desde los textos sagrados y esa autoridad no proviene de lo sobrenatural sino de un cambio en el método empleado que no quiere dilatarse en discusiones como se acostumbraba sino que pretende acercar el mensaje de la Ley y los Profetas al pueblo.

Devuelve, en definitiva, la autoridad del mensaje a las Escrituras.

Aunque el pasaje se adorna luego con la narración del endemoniado, no tengo hoy pretensiones espirituales mayores que esta del mensaje del evangelista en boca de Jesús que clama un regreso a las Escrituras. Escuchen la palabra de Dios desde la propia palabra de Dios escrita. No hagan a un Cristo de chocolate, ni edulcoren su mensaje, entiendan también que no siempre se halla una respuesta a nuestras situaciones, que no es ninguna panacea. Jesús nos invita a leer las Escrituras, a escudriñarlas, a conocerlas, a disfrutarlas. De ese modo a conocer a Dios, a este Dios desde la teología judía hasta la teología cristiana que nos propone una relación personal.


Hoy entramos en plano más físico de la Palabra, vemos como el Verbo encarnado nos conduce a la fuente verdadera y como nos aleja de las pasiones de los hombres y de su elocuencia, sabiduría, interpretaciones… Hoy proponemos un regreso a las fuentes, al mensaje y al entendimiento del tiempo y la cultura del Nazareno y de los evangelistas. Es bonito interpretar las palabras de la Escritura pero también es cierto leerlas, comprenderlas y estudiarlas.


Feliz domingo!!

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