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miércoles, 18 de marzo de 2015

JUAN 5 EL PADRE AMA AL HIJO

JUAN 5, 17 – 27: Pero Jesús les respondía: —Mi Padre aun hoy está trabajando, y yo también trabajo. Así que los judíos redoblaban sus esfuerzos para matarlo, pues no sólo quebrantaba el sábado sino que incluso llamaba a Dios su propio Padre, con lo que él mismo se hacía igual a Dios. Entonces Jesús afirmó: —Ciertamente les aseguro que el hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su padre hace, porque cualquier cosa que hace el padre, la hace también el hijo. Pues el padre ama al hijo y le muestra todo lo que hace. Sí, y aun cosas más grandes que éstas le mostrará, que los dejará a ustedes asombrados. Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes a él le place. Además, el Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha delegado en el Hijo, para que todos honren al Hijo como lo honran a él. El que se niega a honrar al Hijo no honra al Padre que lo envió. Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. Ciertamente les aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha concedido al Hijo el tener vida en sí mismo, y le ha dado autoridad para juzgar, puesto que es el Hijo del hombre.


El evangelio de Juan tiene una intencionalidad clara: Jesús es el Hijo de Dios y la afirmación de la filiación divina de Jesús se hará en un medio judaizante en el que declararse Hijo era una blasfemia. Pero Jesús en el diálogo va mucho más allá y no sólo es Hijo sino que adopta el comportamiento de Dios, no porque sea un imitador en la tierra sino porque es Dios mismo, este obrar o este juzgar son atribuciones que en el judaísmo correspondían a Dios y no podían, por tanto, ser de nadie más. La confusión creada provoca muchas tensiones, algunos se asombran, otros lo siguen, algunos lo toman por un loco y sólo los sacerdotes piensan en matarlo.

¿Qué ocurriría si hoy volviera a encarnarse Cristo?

Nuestra sociedad es heredera de una tradición que siglo a siglo a dibujado una particular imagen de Cristo, tanto del crucificado como del resucitado. Así que ya sea en pena o en gloria existe una imagen de Jesús en nuestras cabezas que rápidamente identificamos siguiendo una iconografía que no siempre es tangible, pero que es capaz de mostrar a Jesús, a nuestro Jesús. Si Cristo regresara hoy entre nosotros estoy seguro que responderíamos como lo hicieron antaño cuando Cristo se encarnó en Israel y provocó una radical admiración que o asombraba o era  motivo de rechazo.

Podemos darle un nombre, podemos adorarlo y tenemos la fe, que es don de Dios. Pero como consumidores también tenemos una imagen y una expectativa sobre quién es Cristo. Por tanto, si regresara a la tierra esa imagen preconcebida de sus gestos, de sus obras, de su doctrina o de su aspecto temblaría delante de la realidad de Cristo. Nuestra imagen rota, hecha añicos, desmoronada y delante de nosotros alguien que dice que es. ¿Quién lo creería? Cuántos dirían que éste no puede ser, que Jesús no era así, que mira qué dice o mira qué hace…? Y este es el riesgo que debemos asumir cuando prefiguramos aquello que no hemos visto y que no conocemos.

Cuando Dios entregó al Mesías en la persona de Jesús para gran parte del pueblo resultaba inconcebible, era un pueblo monolátrico que sólo daba culto a Dios. Pero cuando Dios quiso encarnarse no había lugar para Él. Pienso que esto mismo estamos nosotros.


Ahora viene días de recuerdo, de películas, de cruces, de pasión que son en definitiva de imagen. Ay de nosotros cuando vivimos más apegados a una imagen que receptivos a este Dios que puede manifestarse en lo que quiera.

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