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miércoles, 27 de mayo de 2015

MARCOS 10, 36 SENTADOS A DERECHA Y A IZQUIERDA

MARCOS 10, 36 – 42: Se le acercaron Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo. —Maestro —le dijeron—, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. —¿Qué quieren que haga por ustedes? —Concédenos que en tu glorioso reino uno de nosotros se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda. —No saben lo que están pidiendo —les replicó Jesús—. ¿Pueden acaso beber el trago amargo de la copa que yo bebo, o pasar por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado? —Sí, podemos. —Ustedes beberán de la copa que yo bebo —les respondió Jesús—y pasarán por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí concederlo. Eso ya está decidido. Los otros diez, al oír la conversación, se indignaron contra Jacobo y Juan.



Pongamos nuestra atención, hoy, a la petición de los hermanos Zebedeo y veamos más que la petición de los dos discípulos, la respuesta de Jesús: “eso ya está decidido”. Claro, desde nuestro tiempo y con el conocimiento teológico que tenemos es posible entender mejor la respuesta que el evangelista pone en boca de Jesús, y es que ni Cristo necesita sentarse en el reino celestial, ni para Dios hay derecha o izquierda. Dios es Omnipresente, esto significa que está en todas partes y por tanto sin nuestra limitación espacial, ni arriba, ni abajo, ni a izquierda, ni a derecha, sino en todos lados. Igualmente Jesús resucitado y glorioso ocupa respecto al Padre la misma esencia y por ende el mismo lugar. En cambio, para la mente humana, la necesidad de colocarse en un lado o en otro tiene una connotación de poder. Si Cristo se sienta a la derecha de Dios es porque como heredero tendrá todos los derechos del Rey. Por tanto, sentarse a derecha y a izquierda del Hijo supondrá el acceso a algún título de nobleza.

Ya está decidió porque desde el principio de todo convive la Trinidad, y cohabitan cada uno compartiendo una misma esencia, aunque siendo personas distintas (es lo que llamamos hipóstasis: la forma de diferenciar las tres personas de la Trinidad). Aunque esta concepción no existía en la fecha de redacción de los evangelios ni en tiempo de Jesús, obviamente. El destino escatológico de estos discípulos no será compartiendo la misma esencia de Dios, sino que será como hijos en el Hijo, como coherederos de la salvación que es en Cristo por participación en el bautismo. Por tanto, este pasaje tiene algo de catequesis bautismal, de mensaje escatológico y de apunte trinitario.

Jesús nos asegura con su respuesta el destino escatológico de la humanidad, que es la salvación, pero desatiende todo intento de posición de poder porque si recordamos, en otros pasajes Jesús dirá que para entrar en el Reino de Dios hay que ser como niños: y los niños, en tiempo de Cristo, eran los criados de los hermanos mayores y de la familia, por eso es necesario ser como un niño, porque la vida en Dios no debe entenderse como una posibilidad de mando sino como una propuesta de entrega y servicio.

Concluyo, además, lo que en el principio ya estaba dispuesto era la relación amorosa entre las personas de la Trinidad, que ya convivían antes de todos los tiempos. El mundo, nuestro mundo, todo lo creado proviene de esta relación de amor primera y divina que siente la necesidad de comunicarlo. Si esta relación de amor se hubiera quedado en la Trinidad, no hablaríamos ni de entrega, ni de salvación, ni de redención… porque su amor sería egoísta. Pero como Dios ha querido amar y comunicar su amor, ha penetrado en la humanidad por medio de la encarnación para comunicar desde el plano celeste el Plan de salvación. Y en este misterio no hay nadie diferente, porque ya sea libre o esclavo, rico o pobre, mujer u hombre, en Cristo todos somos iguales.


Si alguno quiere gobernar, tendrá que gobernar desde el servicio, entregándose a los de su izquierda y a los de su derecha, como un niño.

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