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viernes, 3 de marzo de 2017

LUCAS 5, 27. LLAMADA

 LUCAS  5, 27 – 32Después de esto salió Jesús y se fijó en un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado a la mesa donde cobraba. —Sígueme —le dijo Jesús. Y Leví se levantó, lo dejó todo y lo siguió. Luego Leví le ofreció a Jesús un gran banquete en su casa, y había allí un grupo numeroso de recaudadores de impuestos y otras personas que estaban comiendo con ellos. Pero los fariseos y los maestros de la ley que eran de la misma secta les reclamaban a los discípulos de Jesús: —¿Por qué comen y beben ustedes con recaudadores de impuestos y pecadores? —No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos —les contestó Jesús—. No he venido a llamar a justos sino a pecadores para que se arrepientan.



El refranero popular español nos cita aquello de: Dime con quién andas y te diré quién eres. Resulta paradójico que Jesús nos invite a compartir la mesa con los publicanos y los pecadores, gente mal vista y apartada de la sociedad, personas que en función de su vida ocupaban para los judíos los lugares entre los más despreciados. Los publicanos porque en su trato con los paganos eran considerados apóstatas y los pecadores porque transgredían en algún punto la Toráh. De ser o no ser justo, en la época de Jesús, dependía toda la vida de un judío. Publicanos y pecadores, además, no podían acceder a la sinagoga así que no podían participar del culto a Dios ni de la lectura de los salmos.

Lucas nos cita cómo Jesús traslada ese lugar cultual a una mesa alrededor de la cual se sientan los justos y los injustos. Comparten los alimentos, comparten la bebida y también la intimidad, la mesa representa en este pasaje el lugar próximo que acerca a unos con otros. En aquella sociedad debemos entender que mientras comían tocaban con sus manos una misma realidad, partiendo el pan, acercándose alimentos, dándose de beber… el hecho es que aceptados y repudiados celebraban la mesa como un lugar de reunión, reunión que además tenía la presencia de un maestro.

Cómo incomoda al mundo cuando alguien con capacidad, cultura y medios apuesta por la pobreza o atiende a los marginados, todavía hoy se discute, se desprestigia y se pretende atentar (o dificultar) todo lo que nace de una promoción libre y desinteresada sobre un groso de la población mundial que viene muy bien que sigan en esa realidad. Que alguien capaz pueda dar medios a los marginados supone el final de los privilegios de los ricos que sobre esos pobres tiene sus intereses. Nos mueven, nos gobiernan, nos dirigen y nos controlan ya sea con la política, con la justicia o con la economía y todos nos movemos en la desigualdad, sometidos al sistema.

Esa misma mesa que comparte Jesús la han compartido personas como: Carlos Múgica, Julio San Cristobal, Pere Casaldaliga, Francisco Soares, Hector Baccini, Jorge Adur, Padre Néstor García, Padre Patricio Rice, Padre José Czerepack, Padre Orlando Yorio, Padre Santiago Renevot, Padre Rafael Iacuzzi, Padre Julio Suan, Padre Bernardo Canal Feijóo, Padre Luis López Molina, Padre Jaime Weeks y Padre Francisco Jálics... personas que han dado su vida por defender la mesa de Jesús con los pobres y los marginados, que han querido comer y beber a pesar de la incomprensión, la persecución, la excomunión...

Cada día y en muchos lugares se prepara esta gran mesa de Cristo, un lugar para reunirnos y compartir nuestra intimidad, en el que somos amados y amadas, en el que beber y comer, en el que hablar y ser escuchados, en el que justos e injustos se abrazan para olvidar el clasismo, desapareciendo primer y tercer mundo. Somos invitados a besar esa realidad, a desearla, a quererla.


Definitivamente seguir a Cristo también supone estos momentos en el que la vida se celebra entorno a una mesa. Que compartir el pan y compartir el vino sean para nosotros una prioridad respecto de la injusticia.

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